Las amigas ♡

111 8 0
                                    

CAPÍTULO 22

Volví dentro, dejando a mi primer amor solo en la terraza, al igual que mis sentimientos. O tal vez no, porque era un desastre y nunca sabía afrontar la realidad.

Empecé a caminar entre la gente, esquivándolos igual que a mis problemas.

¿Había hecho bien? ¿Tal vez tendría que haber hablado con él las cosas?

—¡Almudena! —Aitana me llamó y la sonreí un poco agitada.

—Hola —la saludé envolviéndola en un abrazo.

—¿Te gusta el sitio?

Miré a mi alrededor—. Es bonito.

Asintió—. Ah, ella es mi madre.

Miré a la señora frente a nosotras. Su mono blanco con un cinturón dorado haciéndola lucir elegante.

—Aitana me ha hablado maravillas de ti —la señora me sonrió tendiéndome su mano—. Encantada, soy Esther.

—Un gusto —acepté su mano amablemente.

—Mi madre estaba ansiosa por conocerte —Aitana río—. Lleva estos tres últimos días insistiéndome en que quería que vinieses.

No supe que decir. Estas situaciones se me hacían incómodas y embarazosas, sin saber nunca que contestar a este tipo de cosas. Miré a mi alrededor ajetreada, con miedo de ver a Max venir hacia mi o algo así.

—Muchas gracias por la invitación —miré a la madre de Aitana—. Es un placer estar aquí.

—¿Bromeas? —ella me sonrió—. ¡Tenias que venir! Me he leído tu libro, y escribes genial, tienes tu propia esencia y eso capta la atención y el interés de los lectores.

—Muchas gracias.

—¿Me puedes firmar el libro? —extendió el libro hacia mi y abrí los ojos, impresionada por haberse traído el libro para que se lo firmase.

Agarré el plumón que Esther me tendió y abrí el libro por la primera página.

Empecé a escribir y, al final, firme la obra con mi nombre y un corazón.

—¡Muchísimas gracias! —agarró el libro sonriendo.

—Encantada —negué.

Me encantaba que a la gente le gustasen mis historias.

—Tengo que volver —me disculpe—. Ya sabéis dónde buscarme —compartí una mirada cómplice con Aitana y me despedí de ellas.

Encontrándome a mis amigas, las di una sonrisa de boca cerrada poniéndome al lado. Pensé por un segundo que así  Max no vendría detrás de mi, pero me confundía, porque él podía hablar conmigo aunque estuviesen mis amigas delante. Lo cabezota que podía llegar a ser no se lo quitaba nadie.

—Parece que has visto a un fantasma —Danna me susurró. Todas pusieron sus ojos sobre mi y sus miradas pasaron de diversión a preocupación.

—¿Estas bien? —Emma preguntó.

—Esta aquí —es lo único que dije.

Todas abrieron los ojos inquietas, y empezaron a buscarle con la mirada, igual de sorprendidas que yo hace unos minutos. Los nervios y las ansias de mis amigas casi se palpaban.

—Bien, sabíamos que había posibilidades de que viniese —habló Emma y movió la cabeza—. Y también sabíamos que había posibilidades de que le patease el culo —empezó a andar convencida.

La chica del vestido rojo [MY LIFE AFTER HIM] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now