Nuestro infierno

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CAPÍTULO 34❤️‍🩹

—¡Max Todorov! —exclamé tirándome de espaldas a la cama, un poco mareada.

—Almudena Rodríguez... —repitió agachándose y quitándome los tacones.

—Uy, que mareo ji, ji —me toqué la cabeza.

Los brazos de Max se envolvieron en mi cintura y me levantó de la cama.

—No deberías tumbarte en la cama, te vas a marear más —negó mirándome.

Suspiré agarrando el borde de la cama con mis manos a los lados de mi cuerpo sin poder evitar poner una mueca de disgusto. Quería preguntarle, pero temía escuchar una respuesta que no me gustase.

—¿Qué te pasa? —su cara apareció a centímetros de la mía.

Jugué con mis manos sin saber cómo soltarlo. Él pareció notar mis nervios, porque puso sus manos en mi cara.

—¿Ibas a pegar a ese chico si no lo llego a hacer yo?

Empecé por la pregunta suave.

A él pareció sorprenderle mi pregunta, porque apretó los labios evitando mi mirada y poniéndola en cualquier cosa que no fuese yo, aún quitándome los tacones.

—¿Por qué? ¿Me dirás que me podría haber metido en un problema como hacías hace años?

Me encogí de hombros.

—Al final se lo di yo.

Max suspiró, tocándose la frente.

—Sabes que sí le hubiese pegado.

Asentí mordiéndome los labios con nervios, él al notarlo, empezó a preocuparse.

—¿Dónde quieres llegar, Almu?

—Hace años me dijiste que una vez cuando estábamos juntos viste a chicos mirarme el escote —empecé a hablar, nerviosa—. Te enfadaste pero no me dijiste nada, ni hiciste nada —recordé—. Pero cuando me lo contaste, me dijiste que la próxima vez no te quedarías con las manos quietas.

—Sí, ¿y?

—Que les quisieras pegar es lo de menos —me crucé de brazos—. Lo que me preocupó fue que me dijeses que mi escote atrajo la atención de ellos, y que ni siquiera me miraron a la cara.

—Ya hablamos de eso, ¿recuerdas?

Le miré, no muy convencida.

—He tenido que soportar que el chico de la discoteca me diga que si se ha acercado, es mi culpa por llevar un escote. Y no pude evitar pensar en lo que me dijiste hace años.

Su mirada se endureció y se apretó el puente de la nariz con sus dedos.

—¿Ves por que te decía que hay gente que no sabe respetar?

Suspiré.

—Me refiero a que sentí que me echabas a mi la culpa de que me mirasen, como si fuese algo horrible que yo me pusiese un suéter de pico.

Él empezó a entender a dónde quería llegar.

—No es tu culpa, pero si te pones algo así, no te puedes sorprender de que alguien después te mire o te piropee, porque hay muchos hombres así, ¿sabes?

No me puse a la defensiva, es más, esta vez entendí su punto de vista, porque vi que no me estaba echando la culpa.

—En su entonces me dijiste que no tenías los nervios suficientes como para soportar algo así —murmuré mirándole fijamente—. Que no tenías que aguantar que alguien me comiese con los ojos.

La chica del vestido rojo [MY LIFE AFTER HIM] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now