Un atardecer y una fiesta, pero...

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CAPÍTULO 38🌆

—Ya iremos a la tienda mañana, no pasa nada —murmuró cerrando la puerta de casa tras él.

Fui a la habitación y cerré la puerta para cambiarme a gusto. Me puse el pijama con una mueca y traté de calmarme y no enfadarme más de lo que estaba. Dudé varias veces si salir y enfrentarle, sentarme en el sofá sin decir nada o quedarme encerrada en la habitación. Al final opté por la segunda opción. Él alzó la cabeza cuando me vio aparecer en el salón y enseguida se puso de pie, nervioso y sin saber que decir.

—Podemos hablar —ofreció.

No le miré en ningún momento, solo me concentré en no ponerme a llorar y jugar con Noah, sin responder ni siquiera a su petición.

—Peque.

¿Por qué siempre tenía que haber algo que me arruinase el día? Quise no pensarlo, en serio. Pero no pude evitar preguntarme si Max me había mentido y si esa chica tenía razón. ¿Por qué tanta insistencia en venir hasta mi universidad para hablar con él? ¿Sabía dónde estaba en todo momento?

—Esa chica es la hija de mi jefe —me dijo como si me leyese la mente—. Él siempre se las arregla para saber dónde estoy en todo momento y su hija... bueno, le insistirá para saberlo también.

Fui hacia la cocina para beber un vaso de agua, cuando pasé por su lado ni siquiera me molesté en mirarle. Fue como si él estuviese hablando solo o fuese un fantasma y yo no le viese.

Cerré la nevera con más fuerza de la necesaria.

—No he tenido nada con ella.

Le miré por fin, sin decir nada, concentrada en incomodarle sin pestañear.

—En serio —insistió.

Seguí mirándole, sin moverme. Sabía que era un truco bastante eficaz para que él se pusiese nervioso y me contase todo lo que sabía o había hecho.

—Lleva obsesionada conmigo desde que me volví famoso. Siempre venía a la discográfica con la excusa de verme. Cuando hablaba con ella insistía mucho en ir a cenar juntos, yo nunca aceptaba —el truco comenzó a funcionar, porque él siguió hablando—. Cuando veía que iba un paso más allá le paraba, y ella parecía entenderlo.

Me crucé de brazos.

—¿Te crees que tengo que soportar esto? —señalé entre los dos—. ¿Por cuánto tiempo? ¿Meses? ¿años?

—Hablaré con mi jefe —suspiró.

Miré mi anillo, pensativa.

—No llevamos ni una semana comprometidos y ya siento decepción —negué hablando más conmigo que con él.

Max caminó hacia mi.

—¿Te arrepientes?

—No más secretos, ¿recuerdas? ¿Crees qué estas cosas sería mejor que no las supiese? —levanté mi cabeza—. ¿Qué será lo siguiente? ¿Que algún día vea en las noticias que has salido de casa de esa chica?

Me agarró de las manos.

—¿Cómo puedes pensar eso de mi?

Me crucé de brazos, liberando sus manos de las mias.

—¿Ahorrarte algo así crees que hará que esté más tranquila? ¿Ahora me contarás que tuviste algo con la chica que vi en la playa de Barcelona? O peor, ¿que me lo diga ella?

—No, claro que no —negó, impresionado por mis palabras—. Sabes que no.

—Entonces dime algo que realmente pueda creer, porque ya no sé qué más tendré que aguantar.

La chica del vestido rojo [MY LIFE AFTER HIM] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now