¿Nunca podrá haber calma?

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CAPÍTULO 37🪡

Dobre mamo —Max caminó por todo el salón con el teléfono en la oreja—. Da, tya e tuk s men.

Fijé mi vista en el libro entre mis manos. No sabía que estaba hablando con su madre, o directamente lo que estaba diciendo, porque yo no tenía ni idea de búlgaro. Probablemente me lo tendría que decir él cuando colgase la llamada. Las únicas palabras que había pillado habían sido "dobre mamo" que significaba: vale mamá, y "da" que era: sí.

Hasta ahí llegaba mi intelectualidad. Tendría que empezar a aprender búlgaro si quería mantener una conversación con su madre, si no, Max tendría que estar de traductor.

Ne, veche ti kazakh, che ne moga da otida, mamo.

Escuché la voz de su madre suspirar y luego empezar a hablar.

Ne, ne —sacudió su cabeza, enfadado—. Ne, ne sŭm govoril s neya. Zashto ne, mamo. Nyama da govorya s neya.

Me levanté del sofá y dejé mi libro a un lado cuando vi que se tocaba la cabeza, frustrado.

Az kazakh ne. Tryabva da trŭgvam, utre pak shte ti se obadya. Obicham te.

Tiró el móvil con fuerza al sofá y al notar que yo estaba detrás de él, se volteó con una mueca y agachó la cabeza.

—¿Qué te ha dicho y que le has dicho? —pregunté sin saber que había dicho durante los dos minutos hablando búlgaro.

—Mi madre quiere verme, pero no puedo ni quiero dejarte aquí sola. Así que no pienso ir —levantó su cabeza, observándome con cansancio—. Quiere que llame a mi hermana.

Arrugué mis cejas.

—¿Por qué no? No me va a pasar nada si me quedo una semana sola —le expliqué—. No tienes que preocuparte por mi.

—No quiero dejarte sola.

—Estaré bien —insistí.

—No —negó—. No aguantaré una semana sin ti.

—Pero... hemos llegado a estar dos años sin vernos.

—Pero sé que ahora tengo la oportunidad de estar siempre contigo, y no la pienso desaprovechar.

Suspiré, sabiendo que no cambiaría de opinión por mucho que le dijese nada. Era cabezota, y sería muy difícil convencerle de ir a Bulgaria. Así que en cuanto se me ocurrió la idea, la solté.

—¿Por qué no viene ella?

Él me miró enseguida con los ojos abiertos, cuestionándose la idea que tenía. Por unos momentos, su mirada se iluminó y sonrió ampliamente.

—¡Es perfecto! —me cogió en brazos—. Pensé en ir nosotros a Bulgaria, juntos —me abrazó—. Pero prefiero que venga ella, así puede ver el anillo.

Enseguida me arrepentí de lo que dije. Iba... a... ¿conocer a su madre? La pregunta me erizó la piel y me quedé paralizada mientras él se sentaba en él sofá conmigo encima, estaba sonriendo sabiendo que sería una buena idea, hasta que vio mi cara de horror.

—¿Qué te pasa? ¿No quieres que venga? ¿Te arrepientes de haber... aceptado?

—No —dije enseguida, arrepintiéndome de hacerle pensar eso—. Solo es... que tengo un poco de miedo de conocerla.

Él empezó a reírse con fuerza.

—¿Es eso? ¿Estás nerviosa de conocer a mi madre?

—Sí... —jugué con mis manos—. Nunca la he visto y no sé si le caeré bien.

La chica del vestido rojo [MY LIFE AFTER HIM] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now