La sudadera ♡

178 16 2
                                    

CAPÍTULO 5🫀

5:38 am.

Más de cuarenta vueltas, treinta y ocho quejidos y dieciséis lágrimas derramadas desde las tres de la mañana. Mis cálculos eran fiables, porque sí, los conté todos; ni siquiera me había servido contar ovejas. Era definitivo, era uno de los peores insomnios que había tenido hasta el momento, y eso me estaba empezando a agobiar, a tal punto que mi corazón se empezó a acelerar y mi ansiedad apareció.

Me incliné, sentándome en la cama y cruzando mis piernas. Tenía que ser fuerte, no podía volver a entrar en crisis. Necesitaba respirar y no agobiarme por no poder dormir.

Ignoré el cosquilleo en mi pecho y recurrí a mi última escapatoria. Pensar en él.

Mi corazón se apretó aún más. Dolía, dolía mucho. La noche era una especie de tortura para mi. Odiaba el hecho de dormir dos horas cuando hace cuatro años podía tirarme doce horas seguidas sin levantar cabeza de la almohada. ¿Y ahora? Ahora la noche me aterraba. Lo que era un paraíso para mi, se convirtió en una pesadilla.

Arrastré mis pensamientos junto a mi cuerpo hasta llegar al armario. Solo quería mi pijama de unicornio, estar con luces encendidas y ver alguna telenovela.

«Pájaro soñador» recordé la serie turca que vi con Max. Joder, ignoré la presión en mi pecho abriendo el armario de par en par, buscando mi pijama. Sin embargo, al no encontrarlo, mi enfado aumentó; y mi ansiedad volvió a aparecer.

—¡Venga por dios, por una vez que lo quiero!
— gruñí deslizando los vestidos colgados en el perchero. Una caja blanca atada con un lazo rojo apareció a mi vista, congelándome de golpe.

Con dedos temblorosos la cogí y, sentándome en la cama con la caja entre mis piernas, dudé que hacer.

¿Debía abrirla? Lo que me sorprendió fue que la caja llevaba tres años sin ser abierta y no tenía ni un solo rastro de polvo. Estaba perfectamente intacta.

Deslicé la tela roja, deshaciendo el lazo. Esto era difícil, y doloroso, porque sabía lo mucho que me dolería ver lo que la caja contenía. Sin embargo, seguí con mi tortura, destapando la caja y, evitando que el nudo en mi garganta aumentase junto con las lágrimas.

La pulsera estaba colocada encima de su sudadera gris. Su pulsera, esa pulsera que fue tan especial para él cuando era pequeño, la pulsera que me regaló.

Era simple, pero demasiado especial para mi. Una figura de un trébol de cuatro hojas adornaba la cuerda roja de la pulsera.

Lamí mis labios al verla en mi muñeca puesta. Hacia tantos años que no me atrevía a ponérmela que se me hacía extraño verla de nuevo.

Volví mi vista a la caja, había una sudadera gris perfectamente colocada en la caja, motas de pinturas rojas, amarillas y rosas lo adornaban. La marca se veía justo debajo del cuello de la sudadera "OFF". La cogí entre mis dedos y olí su perfume aún en ella.

No pude sentir tristeza, dejé que las lágrimas aterrizasen en su sudadera y, cuando la abracé con todas mis fuerzas, mi labio inferior comenzó a temblar. Me había costado tanto superar que él ya no estuviese más a mi lado, que no lo volviese a ver, que esto me volvió tres años atrás. No lo negaría, mi corazón estaba tan apretado que dolía. La ansiedad volvió a dominarme como hace años, cuando no podía aceptar el hecho de que jamás volvería a escuchar su voz, cuando el insomnio me envolvía esas noches oscuras y silenciosas, cuando lloraba en silencio y me desgarraba el alma. Dolía, seguía doliendo tanto como antes. Ni todas las consultas al psicólogo lograrían hacerme olvidarle. Porque él siempre había sido mi escapatoria a la vida real. Él me salvó, me ayudo a ver luz al final, pero cuando se marchó esa luz desapareció, volviéndome a dejar entre oscuridad; sin escapatoria.

La chica del vestido rojo [MY LIFE AFTER HIM] (EN EDICIÓN)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz