Somos familia, ¿no?

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CAPÍTULO 44🫧

¿Sabéis ese sentimiento de querer comerte el mundo, y saber que puedes hacerlo? Bueno, al menos por un par de horas, hasta que la magia desaparezca y te haga volver a la realidad. Pero lo sientes, no sé por cuánto tiempo pero lo haces. Y es como si no hubiese obstáculos para nada.

Suelen decir que ese sentimiento lo tienen los adolescentes durante el tiempo que cada uno estime, para después pasar al estado contrario. Bueno, pues ahora mismo me sentía como un adolescente. Aunque, bueno, en parte aún lo era.

—Sí que sube la puta margarita, sí —Ivi susurró agarrándose al taburete con una sonrisilla inocente, acompañada de una risa—. Que me caigo.

—Ivi, estamos fatal —reí por lo bajo—. Hay que disimular. Tenemos que engatusar a nuestros novios.

—Ahora mismo podría desnudarme frente a todos y bailar —se echó aire en la cara con su mano—. Que adrenalina.

—No me des ideas —empecé a reírme con fuerza.

—No, que nuestros novios se enfadan.

Nos miramos por unos segundos y explotamos a carcajadas.

—Ay, no —agité mi mano en el aire—. Que calor hace aquí. ¿Estamos en el desierto del Sahara o que?

Ivi empezó a reírse con fuerza, balanceándose en su taburete.

—¿Acaso sabes dónde está el Sahara?

La risa se me escapó enseguida. Dios, ¿por qué me reía tanto? Hasta por la más mínima tontería.

—Nunca he sido buena en estas cosas. Pero diría que está en... África —cerré los ojos.

—Futura profesora de historia.

—¡Jamás!
Volvimos a reírnos y varias personas nos miraron por encima del hombro.

—¡Ronda de chupitos! —gritó Ivi al camarero y yo abrí los ojos.

—¡No, no! —me tropecé con mis palabras—. ¡Que el tequila me marea mucho! ¡Y encima estamos en un barco! ¿Tú me quieres matar?

Ivi se alzó en el taburete, apoyando sus codos en la barra y acercándose al camarero, muy cerca.
Abrí los ojos y la agarré de la parte de atrás de su vestido, intentando echarla hacia atrás y que volviese a su lugar.

—¡Con limón y sal! —sonrió al camarero y él empezó a reírse—. Nuestras parejas nos matarán.

—Yo les protejo —él camarero bromeó, preparando la bebida.

—No les digas que hemos tomado tres margaritas —se llevó el dedo índice a los labios—. Es un secreto.

—¡Ivi, ya esta bien! —tiré hacia atrás de ella—. ¡No molestes al pobre chico!

Obligué a que se sentara en el taburete y respondió con un bufido, para después llevarse la mano a la barbilla y rodar los ojos.

—¡Esto es muy aburrido! ¿Por qué no hay gente bailando?

Agarré los pequeños vasos de chupitos y dejé uno de ellos frente a Ivi.

—Tal vez porque no es una discoteca.

Chocamos los vasos y luego de lamer la sal, nos llevamos el vaso a los labios y tragamos. El líquido se resbaló con demasiada facilidad por mi garganta y para contrastar el ardor en ella y evitar que mi estómago se revolviese, mordí el limón y lo chupé.

Ivi apretó los labios y cerró los ojos. Tuvo una arcada y sacó la lengua.

—¡Esto es fuego!

Sonreí chupando lo que quedaba del limón y lamí mis labios.

La chica del vestido rojo [MY LIFE AFTER HIM] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now