Hogar, dulce hogar

43 1 0
                                    

CAPÍTULO 49🐾

Después de días metidos en el hospital, la doctora me dejó marcharme. Se negó rotundamente al decirla que volveríamos a Madrid, pero al final aceptó al ver que yo estaría más cómoda en un entorno familiar. Bueno, no recordaba mi casa, pero estaría más cómoda que en un hospital.

La puerta principal se abrió frente a mi y lo primero que mostró fue a mi gata estirarse frente a nosotros y darnos un saludo. Me era extraño verla tan cómoda en una casa que no era la de mis abuelos; donde nos criamos. Sin embargo, la felicidad adornó mi rostro al ver que para ella este era su hogar y estaba cómoda. No dejó de perseguirme y dar su maullido especial.

—He cuidado de ella —susurró Max, detrás de mi—. Te ha echado de menos, creo que sabía lo que había sucedido.

—Es muy lista —sonreí, cogiéndola entre mis brazos.

Inevitablemente examiné la decoración de mi alrededor y enseguida me di cuenta de que cada mueble y color había sido mi elección, y eso me provocó una sonrisa antes de soltar a Noah.

—Entonces, me quieres demasiado como para haberme dejado decorar a mi gusto tu casa.

—Nuestra casa —me corrigió.

—Nuestra —repetí para mi misma—. Suena bien...

Sus manos alrededor de mi cintura desde atrás me sorprendieron y me dieron esperanzas. Que extraño se me hacía tenerle en mi vida de nuevo, pero no me disgustaba. Absolutamente nada. Era tan reconfortante que mi yo pasado estaría gritándome que se lo tendría que poner más difícil. ¿Pero para que? No podía fingir odiarle y menos si ya había elegido una vida junto a él. Eso sería hacerle daño. Si para mi recordar era difícil, para él también lo sería.

—Lo siento —se arrepintió enseguida.

Al quitar sus manos de mi lo detuve e inconscientemente entrelacé nuestro dedos y apoyé mi cabeza en su hombro.

—Te odiaba —murmuré con los ojos cerrados—. Te odiaba porque en el fondo te amaba. Odiaba la forma en la que te recordaba, porque no te olvidaba.

—¿Lo sigues haciendo?

Sonreí aunque el no pudiera verme.

—Claro que sí.

Sabía que él también estaba sonriendo.

—El sentimiento era mutuo —me dio un rápido beso en la cabeza y se despegó de mi.

¿Por qué odié tanto que se apartara? Seguía teniendo el mismo efecto en mi. Me pareció increíble como seguía enamorada de él hasta las trancas aunque hubieran pasado cinco años desde que nos conocimos. Siempre tuve esperanzas de que eso significaba que era el amor de mi vida y estaríamos juntos por siempre. No obstante, en el fondo sabía que ese por siempre pocas veces resultaba cumplirse. Y más aún por como terminamos.

Inevitablemente vi el ventanal que mostraba los edificios altos y abrí mi boca de par en par. ¿Realmente tenía estas vistas solo para mi? No me lo pude creer. Mis momentos hace cuatro años imaginándome frente a una ventana mientras escribía y el atardecer me acompañaba me vinieron a la mente. Lo había conseguido. Había conseguido mi casa ideal. ¿Por qué me daba tanta rabia no acordarme?

El sentimiento volvió a invadirme en el momento que vi la gran estantería llena de libros que captaron mi atención, pero sobre todo uno adornando el centro y resaltando entre todos los demás.

La chica del vestido rojo.

Sí, mi corazón dio un vuelco. No, más de uno. Dios. Mio.

La chica del vestido rojo [MY LIFE AFTER HIM] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now