XLVII

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Ha pasado mucho tiempo.

No estoy segura de cuánto exactamente, pero se siente una eternidad.

Estar encerrada en estas cuatro paredes es horrible. Es peor que la habitación blanca, ya que este ambiente rústico ya no me parece bonito. Siento que sus oscuridad me absorbe y absorbe, dejándome sin nada.

Vacía.

No puedo distinguir si es de día o noche, ha estado lluvioso y nublado. Paso casi todo mi tiempo aquí, acostada, con la cadena en mi tobillo. Sin escapatoria absoluta.

Michael viene tres veces al día, para traer mi comida. Luego un poco después de la segunda, hace que tome una ducha rápida. Michael me espera en la puerta y cuando tardo más de la cuenta, comienza tocarla con desesperación haciéndome salir deprisa. Es el único momento de tranquilidad que siento, sentir el agua caer por mi cuerpo me da calma, calma que él luego interrumpe.

Y no me habla, no dice ni una maldita palabra y siento que me volveré loca si sigo escuchando silencio, si él sigue solo mirando con esos ojos profundos y llenos de locuras. Solo me mira pero nunca dice nada.

Estoy harta del silencio. No tengo nada con que distraerme, no hay música, cuadernos, libros, nada. Solo los muebles y las cosas ridículas que él quiere que vista.

La mayoría del tiempo trato de cerrar mis ojos y tratar de dormir para que el tiempo pase deprisa, pero hasta esa acción se me complica. No puedo dormir y cuando lo hago es porque Michael me obliga a tomar pastillas o solo duermo pocas horas.

Me estoy consumiendo.

él me está consumiendo.

Me ha quitado tanto que no voy a tardar en desaparecer.

Y quiero desaparecer.

Suaves golpes se escuchan en la puerta, me volteo hacia esta y con lentitud me siento.

Michael entra.

-Buenos días, princesa- está de buen humor.

Camina con lentitud hacia mi, yo solo lo observo. No hago el amago de apartarme o demostrar rechazo, ¿cuál es el punto en hacerlo?

Se sienta en la cama quedando frente a mi.

Estira su mano hacia las mías que se encuentran entrelazadas de manera nerviosa, las separa y toma una de ellas de manera suave. No la entrelaza con la suya, solo la sostiene y acaricia.

Mis ojos van a esa acción. Mi mano parece muerta, no la muevo, yo no me aparto, solo observo.

-¿Cómo te sientes, Aisa?- pregunta en voz baja, mirando mi rostro. No soy capaz de sostener su mirada, vuelvo a bajar mis ojos hacia nuestras manos. Me quema que me toque, pero no tengo suficiente fuerza para apartarme.

-Bien...-murmuro. Creo que es la primera vez que hablo desde el día en que él se enojó.

Sus dedos acarician mi mano, siento que cada vez su mano me quema más y más. Aprieto mi mandíbula, tenso para dejar salir mi frustación de alguna manera disimulada y así evito decir algo estúpido

-Te has portado bien, amor...-vuelve a hablar. Asiento lentamente- ¿Te gustaría salir un rato?

Subo mi cabeza con rapidez. No puedo creer que esas palabras hayan salido de su boca.

-¿En...en serio?

Michael asiente con una sonrisa.

-Claro mi amor...te lo mereces- Su otra mano viaja a mi mejilla- Puedo hacerte un recorrido de nuestro hogar...-nuestro hogar- ¿Qué te parece?

ContigoWhere stories live. Discover now