XII

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-Mi..Michael.


-Que bueno que reconoces mi voz...pensé que ya la habías olvidado.




Mi cara de horror debe ser muy notoria ya que Alejandro me mira muy preocupado, pero yo no puedo ni pensar. Lo observo por un momento y mis ojos se llenan de lágrimas. Michael siempre arruina todo. Miro hacia los lados sintiéndome observada y asfixiada. Sin otra opción, salgo rápidamente del lugar. Mi respiración es pesada y tengo la sensación de que en cualquier momento me apagaré. Sin embargo, mi teléfono está fuertemente pegado a mi oreja al punto de hacerme daño, pero en estos momentos no siento nada.


-¡Aisa! – escucho el grito de Alejandro, pero suena tan lejano que siento que es producto de mi mente. -¡Aisa! – sigo corriendo.






El aire de la noche me pega inmediatamente,  aturdiéndome. Mis lágrimas frías combinan con el ambiente. Todo es frío y oscuro.




-Princesa...


Suelto un sollozo.


-¿Cómo...conseguiste mi número? – susurro. No me atrevo a hablar en voz alta.


-¿En serio preguntas eso?


El guardia se me queda mirando. Camino un  poco más para que no vea mi cara, que debe ser un desastre. No paro de llorar en silencio.


-Te he extraño mucho, princesa.- aprieto mis ojos. Quisiera cortar la llamada, pero no sé si eso es una buena idea.- ¿Cuándo me visitas?




-No...no lo haré.


-¿Acaso escuché mal? Claro que si vendrás.


-No, Michael. – mi voz sale, para mi sorpresa, más segura.




Michael no contesta de inmediato.


Todo está en silencio 


Me asusto al no escucharlo en la otra línea. El miedo de que se enoje me embarga. Michael enojado no es...


-Alexis te está esperando en un auto negro.


-¿Qué?


Miro a mi alrededor aturdida. El miedo crece. Dios...¿en qué me he metido?


-Sube al auto, Aisa.


Mi cuerpo va hacia atrás poco a poco. Mi vista no se despega de la calle; hay muchos autos de color negro.


-No...no puedo, no lo haré.- Michael suspira, creo que se está enojando.


-Aisa, tienes que estar segura.- mentira.


-Ya lo estoy.- respondo. Tengo la esperanza que al decirlo en voz alta se haga realidad.


-No, no lo estás.


-¿Tengo que estar contigo para estar segura? – la pregunta imprudente sale de mi antes de que pueda siquiera pensarla.


-Sabes que si...




Aprieto mis labios, lágrimas siguen rodando por mis mejillas. La tristeza aparece, él nunca entenderá que yo no puedo quererlo...como él quiere que lo haga.


Silencio.


Eso es lo único que...


-Sube al auto.




ContigoWhere stories live. Discover now