LIII

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La comida aquí es asquerosa.

Tenía la esperanza que al Michael y yo estar a cargo, la comida sería mejor...no lo es.

Me tocará despedir a unas cuantas personas. El problema es que Alexis también está a cargo y ella no está dispuesta a despedir a nadie...aburrido.

Miro a mi alrededor; las cosas han estado tranquilas, para mi sorpresa. No ha sucedido mucho y eso no es tan entretenido, pero tengo que admitir que prefiero que las cosas se mantengan de esta manera, a pesar de ser aburridas, es seguro. Aunque tanta tranquilidad a veces da miedo, es un llamado, es el comienzo del desastre.

Camino alrededor del primer piso donde la puerta principal se encuentra, el área está casi vacía, solo los guardias custodiando son lo que caminan de un lado a otro, todos los demás prisioneros están en el área común y otros en el comedor, donde yo me encontraba hace unos minutos atrás, excepto que no soportaba meterme un bocado más de lo que sea que esa gente preparó.

Se supone que esto es una prisión de lujo, no una del gobierno.

Suelto un suspiro lastimero y me encamino a mi habitación con el estómago vacío, no hay problema, más tarde puedo pedirle a uno de los guardias que me compre algo, para eso están aquí.

Subo las escaleras poco a poco. Veo a los prisioneros caminar, la hora libre ha terminado. Unos cuantos me miran, alzo mi cabeza aún más alto. Me gusta que me miren, me da grandeza, me hace sentir...bien.

A veces eso es lo único que siento.

Grandeza.

Al llegar a mi habitación, cierro la puerta con un poco de fuerza para que sepan que no quiero que nadie me moleste, camino hasta mi cama y me lanzo en esta.

Sin la princesita, las cosas se han vuelto muy aburridas.

Era divertido jugar con su cabecita y ahora, no hay nada que pueda hacer que me llame la atención. Tengo que admitir que la extraño...solo un poco

Me pregunto qué estarán haciendo los tortolitos; Michael estaba tan ansioso por estar a solas con la princesita, no paraba de hablar de todas las cosas que iban a hacer juntos. Cuando yo le decía, para molestarlo, que tal vez nunca iban a estar solos, se enojaba. Él se enojaba y comenzaba a temblar, literalmente.

Siempre me ha fascinado el poder que tienen las palabras.

Con ellas puedes destruir a alguien en segundos.

Son más poderosas que cualquier cosa.

Miro al techo con aburrimiento.

Alexis está en la oficina, pero no debo molestarla, según ella, quiere estar sola. Últimamente ha estado extraña, cada vez que digo algo para molestarla, no reacciona como espero, ni siquiera se inmuta, por eso ya no quiero hablar con ella y le concedo su deseo. A mi me gusta recibir respuestas expresivas, no silencio y una cara perdida.

Me levanto de la cama y comienzo a caminar en círculos por mi habitación, la necesidad de hacer algo consume todo mi cuerpo, pero ¿qué puedo hacer? Mis opciones son limitadas, y no me apetece pelear o golpear a nadie, quiero herir sin tocar. Simplemente divertirme.

Dios, moriré de aburrimiento.

-¡Señor Esteban, señor Esteban!- grita un guardia desde el pasillo. Cierro mis ojos de la frustración, ¿ahora qué?

Camino hacia la puerta y la abro, hace mucho pedí que quitaran el seguro de afuera.

-¿Qué?- no evito mostrar mi molestia. El guardia se ve nervioso...siempre están nerviosos.

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