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Emma no me dirije la palabra.

De su boca no sale ni un hola ni un adiós hacia mi persona. Ni siquiera sus ojos me miran, me ignora completamente como si no existiera. Y lo peor de todo es que no puedo molestarme con ella, la entiendo. Yo también quisiera ignorarme.

Lo que mantiene mis nervios despiertos todos los días, es el hecho de que tengo el presentimiento de que Max sospeche que algo raro está ocurriendo. Cuando estamos los tres, Emma si dice algo hacia mi persona, pero las palabras son tan cortas que no parece propio de ella y cada vez que eso sucede, Max se extraña.

No quería que las cosas llegaran a este extremo.

De Michael no he escuchado más, cosa que me calma un poco, aunque a veces mi cerebro me repite que no puedo confiarme, pero trato de por una vez no escucharlo. Trato de no preocuparme tanto sobre él, en lo que necesito preocuparme es en mi familia y en cómo voy hacer para arreglar todo el desastre que he creado.

Dos semanas han pasado desde mi última conversación completa con Emma, también han pasado dos semanas desde que Max se ha quedado en casa y dentro de tres días tendrá que volver al trabajo, no quiero que eso suceda, pero al mismo tiempo sé que él no puede estar conmigo todo el tiempo.

Me pone un poco de los nervios que tenga que verle otra vez la cara al padre de Michael, ese señor no me da buena espina, nunca lo ha hecho. Su mirada es tan dura y sería, solo parece pensar en su compañía y en su apariencia. En cierto sentido entiendo por qué Michael es como es...

Sin embargo, eso no justifica nada.

O eso trato de repetirme.

Con un poco de fuerza de volunta bajo por las pequeñas escaleras de la casa para dirigirme a la sala. Mi meta es poder hablar con Max. No quiero tener que estar encerrada toda mi vida, por primera vez no tengo tanto miedo como para poder pisar la universidad, por ejemplo. No quiero ni pesar que a veces ni siquiera en la casa me siento segura y por más que a veces no tengo ni idea cómo manejar situaciones, he decido que no pienso vivir con miedo, no me lo merezco.

Mientras voy camino a la sala, mi mente quiere hacerme una mala jugada. Constantemente tengo la batalla entre mi parte razonable y la que no lo es, aunque no me guste, la parte irracional de volver por donde vine es la que tiene por las que ganar. Gracias a ella, hasta el simple hecho de levantarme de la cama es difícil.

Inmediatamente  siento una presión en mi pecho.

No, hoy no.

Hoy ha sido un buen día.





Lo primero que mis ojos ven al estar en la sala es a Max y a Emma viendo la televisión. Las sonrisas que tienen en sus rostros son bonitas y puras. Siempre que están juntos, sonrisas adornan sus rostros. Nunca los he visto pelear, ni siquiera discuten. Tal vez algunas veces este en desacuerdo como cualquier pareja, pero nunca es más que eso.

Y ahora voy yo a arruinar su momento. Aprieto mi mandíbula, no quiero hacer eso, sé que si doy unos pasos más, interrumpiré y la situación se volverá tensa. Tal vez solo esperare.

Decido cambiar mis destino a la cocina, mi mirada va hacia el suelo, tratando de no hacer contacto visual con ninguno de los dos, en especial con Max.

Me sirvo un vaso de agua lo más silencioso que puedo. Busco una fruta;  cuando todo está en mis manos me doy vuelta para poder volver por donde vine, y cuando salgo de la cocina no evito dirigir mis ojos a la sala nuevamente, pero en vez de encontrarme con la pareja soñada, solo se encuentra Max.

ContigoWhere stories live. Discover now