Capítulo 1

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Sabía perfectamente que este día iba a llegar, era consciente de que, tarde o temprano, volvería a ver a Yon, después de todo sigue viviendo con nosotros. Mi hermano y Javi le han preparado una bienvenida por todo lo alto: pancartas, globos, comida a punta pala, alcohol... Y han bajado a la calle a esperar a que llegue.

Miro el reloj, ya son las diez menos cinco, no deberían tardar en llegar. Para cuando me doy cuenta de que estoy moviendo la pierna con nerviosismo ya he tirado el móvil, que descansaba sobre mi rodilla izquierda, al suelo. Me obligo a calmarme. Ya hace tres semanas que Yon y yo dejamos lo nuestro, y desde entonces no he parado de preguntarme si tomamos la decisión correcta.

La distancia no ayudó, eso lo tengo muy claro, pero el principal problema fueron los celos que se crearon y aumentaron día tras día, hasta que finalmente nos estalló en la cara. A Yon no le hizo ninguna gracia saber que un chico de mi edad iba a trabajar conmigo cuatro de los seis días a la semana, y menos aún cuando descubrió que era el hermano pequeño de uno de sus amigos. Al parecer el chico, de nombre Leo, tenía una fama intachable como mujeriego. Y yo no podía entender qué le preocupaba a Yon, era yo la que estaba en una relación con alguien que había sido de los más mujeriegos que he tenido el placer de conocer. Para agravar el problema, a Yon no se le ocurrió nada mejor que ponerse borde conmigo más veces de las que me gustaría admitir; yo intentaba que no me afectase, alguien tenía que mantener a flote la poca cordura que quedaba en la relación. Y ya para rematar, apareció una amiga de Yon con la que había tenido algo hace años, empezaron a quedar y a subir fotos en Instagram, y aunque él me juraba y perjuraba que no había nada entre ellos, mi paciencia tiene un límite, y no pude lidiar con todo. Intenté que no me afectase, pensar que en breves volveríamos a estar juntos y todo volvería a la normalidad, pero un día tuvimos una discusión demasiado fuerte, yo decidí no hablarle esta vez, quería que fuera él quien intentase solucionar las cosas, y Yon estaba acostumbrado a que fuera yo la que salvaba la situación. Soy una persona muy emocional, y sobre pienso demasiado las cosas, así que por nada empezaba a llorar o me pasaba varios días rayada, eso empezó a afectarme hasta el punto en que no podía ni dormir bien por las noches. Por ello, tres días después le dije que deberíamos darnos un tiempo, necesitaba volver a ser yo.

Creo sinceramente que nuestro problema fue no hablar las cosas claramente, no solucionar los problemas cuando aún estábamos a tiempo. Fuimos acumulando todos los sentimientos, los conflictos, los celos, las inseguridades... Guardamos todo en un cajón, pensando que así desaparecerían, sin tener en cuenta que ese espacio era limitado.

Salgo de mis pensamientos inmediatamente en cuanto escucho la puerta principal abrirse, y por un segundo tengo ganas de echar a correr y encerrarme en mi habitación, pero finalmente no lo hago.

El primero en entrar es Javi, que está al corriente de la situación mejor que nadie, pues mi hermano no quiso saber nada del tema, y me guiña un ojo en señal de apoyo. El segundo es mi hermano, que me lanza una mirada para recordarme que no quiere problemas. Pongo los ojos en blanco y espero sinceramente que esa charla de "espero que todo siga igual" se la haya dado también a Yon. Éste último parece resistirse a entrar, pues está más rato de lo normal cerrando la puerta y quitándose los zapatos. Cuando finalmente entra tengo que contener la respiración, e inevitablemente recuerdo el día que le conocí, también me sorprendí al verle, aunque por motivos muy diferentes...

—Hola —saluda de forma escueta y casi sin mirarme.

—Hola —intento sonreír, aunque no es sincero. ¿Cómo podría serlo?—. ¿Qué tal el viaje?

Yon se encoge de hombros. Sigue sin mirarme.

—Se me ha hecho bastante corto.

No recuerdo la última vez que hablé con él tan secamente, y eso me duele. A mi no me gusta estar así con Yon, sé que está enfadado porque fui yo la que le pedí un tiempo, pero necesitaba urgentemente un poco de paz mental y sentimental.

—Eso es bueno —no hay respuesta. Javi y mi hermano nos miran de reojo, manteniendo cierta distancia—. Espero que tengas hambre, estos dos te han preparado un banquete.

Yon mira la mesa, con más de siete platos de comida basura, parece que va a decir algo, pero finalmente agarra la maleta y se mete en su habitación. Mi hermano va con él, Javi se acerca a mí y me da una palmadita en la cabeza.

—Lo has hecho muy bien —me guiña un ojo nuevamente—. ¿Cenamos juntos? —sé lo que eso significa, pero no lo asimilo hasta que Javi me mira con un deje de tristeza y dice lo siguiente—. Dudo que Yon salga a cenar si estás tú.

Asiento mientras intento contener el nudo de emociones que se me está formando en la garganta.

Javi tira de mí hacia la mesa. Como si fuera una niña de cinco años, me sirve un poco de todo en un plato y me lo pone en frente, luego se sienta a mi lado y se pasa toda la cena haciendo payasadas para animarme. Hasta ahora no había caído, pero Javi lleva haciendo el tonto más de lo habitual desde que Yon se fué a principios de verano, y cuando rompimos él tomó el papel de hermano mayor sobreprotector.

—¿Has quedado con alguien esta noche?

Javi niega con la cabeza. Debo estar de suerte, este hombre siempre está ocupado por las noches, o igual ya sabía que necesitaría compañía.

—¿Qué tienes en mente?

—No me apetece irnos de fiesta, pero como sé que no voy a poder dormir, podríamos ir al cine. He visto que hay una sesión a las once y media, es una comedia, no sé si te apetecerá.

—Como sea mala me pagas la entrada —bromea.

—Lo veo razonable —le sigo el juego—. Por cierto, mañana viene la chihuahua a pasar unos días, ¿no?

Javi se lleva la mano a la cara, tapándose los ojos.

—Es verdad, se me había olvidado por completo... Creo que huiré a casa de Lara —su nuevo ligue—, aunque entonces te dejaré sola con Yon, igual no es buena idea.

—Mañana viene Ana, así que no te preocupes, estaré bien.

—¿Cuántos días se queda?

—Hasta el domingo por la tarde.

—Entonces volveré el sábado por la noche, así podemos salir un rato —le miro de reojo, no sé si tendré ánimo, y él lo sabe—. Podemos ir a tomar algo de tranquis, no hace falta irnos de fiesta.

—Me lo pensaré.

Poco después de acabar de cenar, mientras cojo las cosas para ir al cine, mi hermano y Yon salen al comedor. Cruzo una mirada con Yon cuando voy hacia la puerta principal, pero nada más, ni siquiera pregunta dónde vamos, aunque se muestra atento cuando mi hermano sí lo hace.

No puedo evitar mirar de reojo la reacción de Yon cuando mi hermano le explica que mañana viene su novia a pasar unos días. ¿Cómo no se da cuenta de lo odiosa que es? Es obvio que no puedes caerle bien a todo el mundo, pero esa chica no nos cae bien a ninguno.

Secuelas de tu ausenciaWhere stories live. Discover now