Capítulo 36

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Como el lunes es festivo, quedamos para juntar a Kuro y a Bigotes nuevamente. Ana trae unos cruasanes de chocolate, y yo preparo café para merendar mientras nuestros peludos juegan.

El viernes tengo un examen importante, así que no puedo faltar a clase aunque quiera.

El sábado vamos a ver a la familia de Yon, aunque al llegar nos enteramos de que su padre vuelve a estar de viaje de negocios, y su hermano se ha ido a pasar el fin de semana con Darío.

—Podéis quedaros a dormir, si os apetece.

—Mañana vamos a casa de los padres de Lis, es el cumpleaños de su madre, y nos viene mejor salir desde casa —responde Yon—. La próxima vez quizá.

Veo la decepción en los ojos de Tania, siempre le decimos lo mismo, y al final nunca nos quedamos.

—¿Te han dicho algo más después de la operación? —cambio de tema.

—Poca cosa. La semana que viene tengo visita médica, me darán los resultados de la analítica y todas las otras pruebas que me hicieron, y supongo que hablaremos de si necesito o no tratamiento.

—¿Qué día es? Tengo libre el miércoles, si coincide puedo acompañarte.

—Es el martes.

Yon hace una especie de puchero bastante gracioso.

—En ese caso, ¿te apetece que venga el miércoles a pasar el día aquí?

A su madre le brillan los ojos.

—Claro, te prepararé tu plato favorito.

—¡Genial! Entonces vengo seguro.

Sobre las siete de la tarde nos vamos a casa. Tania nos ha prometido venir a conocer a Bigotes en breves.

Esa noche cenamos solos, mi hermano ha quedado con una chica, así que preparamos algo sano.

No nos acostamos tarde, mañana nos tenemos que levantar a las ocho y media de la mañana, y para mí eso ya es madrugar.

Como ya era previsible, me cuesta levantarme por mucho que suena el despertador y Yon me da mimos y besos. Al final, Yon tiene que sacarme en brazos de la cama, me deja en la puerta del baño, y mientras hago un pipi y me lavo la cara, él me prepara un café con leche y me lo trae en mi taza favorita. Después de beberme el café, parece que me espabilo, en unos veinte minutos estoy vestida y maquillada, pero tardo otros diez minutos en despedirme de Bigotes.

El viaje en coche, como siempre, se me hace corto. Siempre me gustaría tardar un poco más en llegar a casa. Últimamente mi madre está mejor, y me trata con más normalidad, pero yo, por mucho que lo intento, no consigo relacionarme con ella con naturalidad.

Teo no tarda mucho más que nosotros en aparecer por casa. Según él quería venir por su cuenta porque llegaría justo para comer.

Mi padre ha preparado risotto de setas, le ha quedado espectacular. Y de postre ha comprado un pastel de galleta y chocolate. ¡Está tan bueno que repito dos veces!

—Luego eso va directo a la barriga —me pica mi hermano.

—Ojalá fuera directo al cerebro, porque te hace falta, graciosillo.

Al parecer a mi madre le gusta el regalo que le hacemos mi hermano y yo: un circuito de 60min en un Spa.

Cuando nadie me ve, o eso creo, subo a mi habitación, únicamente para que se me encoja el pecho nuevamente al verla tan cambiada.

De pronto los cálidos brazos de Yon me envuelven. No dice nada, solo me acompaña, pero es todo lo que necesito en estos momentos.

—La han amueblado, pero solo hay una cama —mi voz se rompe y suelto un sollozo.

Yon me abraza con fuerza y me besa en la sien. No puedo evitar romper en llanto, siento angustia en el pecho, y me percato de que prefería verla vacía.

—No pienso usar esta habitación nunca.

Sueno como una niña pequeña y caprichosa, pero me siento realmente incómoda con el simple pensamiento de tener que reconocer esta estancia como mi habitación.

Cuando consigo calmarme, después de unos minutos, Yon me acompaña al baño a mojarme la cara. Tengo los ojos irritados y los párpados inferiores hinchados.

—Ya son las seis de la tarde —dice mirando el reloj—. Igual deberíamos irnos, Bigotes no está acostumbrado a que le dejemos solo tanto tiempo.

Bigotes ha estado solo muchas más horas cuando estaba en la tienda, aunque estuviera con otros gatos, así que sé que únicamente lo hace por mí, para que deje de estar incómoda.

Nos despedimos de mis padres y de mi hermano, que volverá mañana a primera hora.

En cuanto entro en el coche puedo relajarme, inconscientemente suelto un suspiro y consigo destensar todos los músculos. Yon pone mi canción favorita para sacarme una sonrisa; pocos segundos después empiezo a cantar.

—Gracias.

Yon me coge la mano.

—¿Por qué?

—Por todo, gracias. Contigo me siento segura, me transmites muchísima paz.

Yon sonríe.

—Te quiero, enana.

Sonrío y me muero de amor por dentro.

—Yo también te quiero, mucho.

Secuelas de tu ausenciaWhere stories live. Discover now