Capítulo 45

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Durante cinco meses he intentado convencer a mi amiga de que hable con mi hermano por el tema del bebé, e insistiendo a mi hermano para que se haga cargo de alguna manera del crío. Pero ni uno ni otro ceden. Mi amiga sigue insistiendo en que va a ser madre soltera, pese a que su madre ya le ha dicho que se olvide de recibir ayuda: ni económica, porque no da para más, ni para cuidar al bebé, porque suficiente tiene con cuidar a la abuela. Yo ahora mismo, aunque me sabe mal porque es parte de mi familia, tampoco puedo ayudarla económicamente, aunque ya le he dicho que Yon y yo podemos cuidar del pequeño si en algún momento lo necesita.

—Ya estás de ocho meses, prepara la bolsa con las cosas que necesites en el hospital.

—Aún tengo tiempo, queda un mes para que nazca.

—¿Y si se adelanta?

Mi amiga pone los ojos en blanco.

—¿Y si no?

Me pone nerviosa. ¿Cómo puede ser que aún tenga esta actitud tan pachorra? Muchas mujeres tienen partos antes de tiempo, es una posibilidad que hay que tener en cuenta.

Cojo una bolsa que tiene tirada en medio de la habitación y abro su armario.

—¿Qué quieres llevarte? Aunque no se adelante, como tarde nacerá en enero, hará bastante frío, así que mejor llevate un par de pijamas de manga larga, y uno corto, por si en el hospital ponen la calefacción muy alta —mi amiga simplemente me observa mientras le lleno la bolsa de pijamas, ropa interior, una muda limpia y utensilios para la higiene personal—. ¿Cómo puedes no haber lavado nada de la ropa del bebé? ¡Te dijeron que tenías que lavarla antes de ponérsela! —me llevo toda la ropa de bebé y pongo una lavadora—. ¿Qué te dijeron que tenías que llevar al hospital? Vamos a hacer un repaso general.

Veo el agobio en la cara de mi amiga.

—¡Tú eres la que me va a provocar el parto! ¡Ya vale!

Mi primer impulso es enfadarme con ella por su despreocupación a estas alturas, pero en seguida comprendo que debe estar agobiada y asustada por todo lo que se le viene encima, y que seguramente no quiera hacer la bolsa porque supone asumir la realidad: va a ser madre soltera, va a estar sola en esto.

—Ana, yo voy a estar ahí: en el parto, en el hospital, incluso en los primeros días en casa si necesitas; pero tienes que hacerte a la idea de lo que se viene.

Suspira con pesadez y se muerde el labio inferior.

—Lo sé, pero es como —hace un gesto con los brazos, abríendolos a más no poder—, ¿entiendes?

—Es algo enorme que no planeabas que pasara tan pronto.

—Exacto.

—Y te da miedo.

—Obviamente.

Por fin Ana se ha abierto y no voy a permitir que reprima ningún sentimiento. Quiero que lo saque todo.

—Pero tú lo quisiste así, es decir, escogiste tenerlo.

—No puedo imaginarme lo duro que tiene que ser abortar, psicológicamente hablando. No me veo capaz de pasar por eso. Así que sí, escogí tenerlo, pero no lo quise así, hubiera preferido que fuera de otra manera...

—Lo sé, perdona, me he expresado muy mal.

—Tranquila.

—Yon y yo vamos a ayudarte siempre que podamos, pero igual si hablases con mi hermano podrías tener un pilar de apoyo más firme y seguro...

—Ya hablé con tu hermano Lis —me corta con voz seria aunque dubitativa—. Le llamé después de saber el sexo del bebé, pensé que si sabía que era un niño lo vería como más real, que se plantearía la situación y podría hablar con él más seriamente. Me respondió que si aún estaba a tiempo para hacerlo me pagaría el aborto. Yo me puse hecha una fiera, ni siquiera recuerdo qué le dije, pero sé que me enfadé muchísimo con él. Sé que lloré y le chillé todo lo que se me pasaba por la cabeza. Después de eso colgó y no he vuelto a saber de él, me tiene bloqueada de WhatsApp y de las llamadas, no tengo forma de contactar con él —Ana me mira de reojo mientras soy incapaz de salir del estado de shock. Ella suspira—. Por eso no te lo había contado, sí para mí fué una decepción, no quería ni pensar en cómo te lo tomarías tú. Aunque, ahora que lo pienso, normal que me bloqueara, debió pensar que estaba desequilibrada mentalmente.

Ana fuerza una risa falsa. A mí se me escapan las lagrimas mientras la abrazo con todas mis fuerzas.

—Lo siento mucho, perdona, lo siento —no puedo parar de repetir esas palabras mientras me aferro a ella—. Ni se te ocurra volver a intentar justificar su comportamiento, lo ha hecho todo mal desde el principio —digo cuando al fin consigo recuperar un poco la compostura.

Mi amiga no dice nada, solo me acaricia el pelo mientras yo lloro sobre su hombro izquierdo. Debería ser al revés, debería ser yo quien la consolara a ella, pero en estos momentos la que está impactada soy yo: no solo por la actitud de mi hermano, sino por pensar en que todo esto tuvo que pasarlo ella sola, no me lo dijo por no hacerme daño pese a lo mal que debió sentarle en su momento. Prefirió pasar sola el mal trago antes que herir mis sentimientos.

—En cuanto tengas la primera contracción me llamas, llegaré en diez minutos y no me separaré de ti hasta que estés segura de que puedes con esto sola.

Secuelas de tu ausenciaWhere stories live. Discover now