Capítulo 28

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—¡Mira eso!

Señalo el castillo de la Bella Durmiente mientras tiro de la manga de la sudadera de Yon.

Él sonríe y niega con la cabeza.

—Creo que hay niños de cinco años menos emocionados que tú.

Miro a mi alrededor. Tiene razón, pero eso no va a quitar mi entusiasmo.

Lo primero que he hecho nada más entrar al parque ha sido comprarme unas orejas de Minnie, con su lacito y todo, y no planeo quitármelas hasta llegar al hotel.

—¡Qué pasada! ¡No me imaginaba que sería tan alto! Ni tan rosita, qué cuqui.

Vemos todo el interior del castillo, o eso creía hasta que Yon tira de mí y dice:

—¿No quieres ver al dragón?

Cuando llegamos a la guarida del dragón alucino pepinillos. El dragón está súper bien hecho, se mueve y ruge.

En general el castillo me ha parecido una maravilla, tiene un montón de detalles.

Ver la espada Excalibur clavada en la piedra me obliga casi instantáneamente a intentar sacarla. Obviamente no lo consigo, pero Yon me hace una foto de recuerdo.

Sobre las doce del mediodía llegamos al laberinto de Alicia en el País de las Maravillas, que tiene un montón de referencias a la película. Aunque tardamos un poco, porque me paro a hacerme fotos con cada cosa que veo, conseguimos llegar al castillo de la Reina de Corazones.

Después de eso, paramos a comer en "Au Chalet de la Marionnette", un restaurante con opciones vegetarianas basado en la película de Pinocho, y donde comemos de vicio.

—¿Qué te vas a pedir?

—El menú 3, me apetece un bratwurst.

—El menú 4, pero con la hamburguesa vegana, quiero probarla, a ver si realmente se parece al sabor de la hamburguesa de carne.

—No creo que un restaurante de comida rápida sea el mejor sitio para comparar sabores.

Yon se encoge de hombros.

Cuando nos traen los platos, y por fin podemos probar la comida, Yon reconoce que es imposible poder comparar, pues el sabor queda enmascarado por la cantidad de salsa que lleva la hamburguesa.

La verdad es que, aunque la comida no es nada del otro mundo, el sitio es muy cuco, y consigue transportarte a la típica cabaña de madera que encontrarías en cualquier pueblecito de montaña.

Después de comer vamos directos a la atracción de Peter Pan, y de ahí ya nos adentramos en la zona de Piratas del Caribe.

Nos pasamos la tarde dando tumbos por el parque, no dejamos nada por ver, y al final del día me paso por alguna de las tiendas a comprar recuerdos.

Cuando salgo de comprar mi último capricho, Yon me está esperando con una bolsa en la mano. Yo le miro sorprendida y corro hacia él, su sonrisa consigue derretirme el alma.

—Toma —alza la bolsa, acercándola a mi pecho—. Para la princesa más bonita del parque.

Me podría morir de amor ahora mismo.

—Te quiero un montón.

Le doy un beso mientras cojo la bolsa.

A Yon le brillan los ojos.

Me muerdo el labio inferior con nerviosismo mientras abro el paquete, es pequeño, y por el sonido debe contener algo metálico. Miro a Yon, sonríe, yo también. Quito el último envoltorio y aparecen dos llaveros: uno de Mickey Mouse y otro de Minnie, si los juntas se dan un beso y se unen sus manos formando un corazón.

—Necesitaremos llaveros para nuestro piso —le miro extrañada—. Sé que ahora no tenemos ingresos más allá de lo que nos dan nuestros padres, pero yo acabo en unos meses la carrera y voy a empezar a trabajar. Me gustaría que nos fuéramos a vivir juntos, solos.

Se ríe con nerviosismo mientras espera mi respuesta.

—Tendré que empezar a buscar trabajo.

A Yon se le ilumina la cara, y yo sonrío de oreja a oreja mientras me lanzo a sus brazos y beso cada rincón de su preciosa cara.

—No es que no me guste compartir piso con tu hermano...

Le interrumpo antes de que siga justificándose.

—Creo que no nos vendrá nada mal algo de intimidad.

Yon me besa como si estuviéramos solos en el mundo.

Miro los llaveros y me muero de ganas de usarlos. ¡No pueden ser más perfectos! Luego recuerdo que mañana es el día de la cena sorpresa que le voy a regalar a Yon, y me emociono aún más. ¡Espero que le guste!

En cuanto llegamos al hotel caemos rendidos, la visita a Disneyland nos ha dejado agotados, y dormimos como dos bebés.

El día pasa volando, entre calles de París, y la noche llega casi sin darme cuenta. Sonrío satisfecha al verme en el espejo, pero mi sonrisa se amplía al ver a Yon; le he dicho que quería alguna foto elegante junto al río Sena, que por suerte pasa cerca del restaurante.

Cuando paro frente a la entrada del restaurante, Yon tiene cara de estar alucinando.

—No habrás sido capaz —sonrío y me encojo de hombros—. Lis, este restaurante es muy caro.

—¿Y a ti el viaje te ha tocado en una tómbola? —Yon me mira, no dice nada—. Es mi regalo, acéptalo.

Niega con la cabeza, yo sonrío satisfecha.

—Eres perfecta —me besa la sien, la mejilla, los labios, y me coge de la mano—. Gracias, enana.

El menú degustación no deja indiferente, y vale la pena cada euro invertido. Las vistas son impresionantes, y desde la mesa en la que nos han sentado se puede disfrutar sin que nada interfiera.

Durante la cena Yon no deja de mirarme de una forma demasiado intensa, pero no me pone nerviosa, todo lo contrario, me calma y siento que con él todo es posible.

No puedo evitar sentirme muy afortunada por haber encontrado a alguien tan especial, que me hace sentir que yo también lo soy, y que lo que tenemos es único y especial. Nos ha costado llegar a este punto, y hemos tenido que crecer como personas y como pareja, pero hemos conseguido una relación sólida, basada en la confianza, y que podría llegar a durar eternamente.

Secuelas de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora