Capítulo 51

756 70 25
                                    

Gracias a la madre de Yon la comida está lista antes de las 13:30h, justo cuando llegan Javi y mi hermano, los últimos invitados. No nos hemos esmerado mucho con el picoteo, todo sea dicho: un poco de fuet, jamón serrano, queso, hummus, palitos de pan y una tortilla de patatas con cebolla. En cambio, para comer Tania ha preparado su delicioso pastel de patata mientras yo hacía la tarta de queso.

—¡Está buenísimo! —exclama Yon—. Cada día te superas mamá.

—Me alegra oír eso, me he esforzado más que de costumbre por ser tu cumpleaños.

Todos concuerdan con Yon y felicitan a Tania por su pastel de patata. La verdad es que tiene un sabor único.

Cuando todos han acabado de comer saco el pastel con sus veinticuatro velitas. Yon, al verlo, se echa a reír; ya le advertí que tendría que soplar muchas velas, pero no me creyó capaz y hasta ahora mantenía la esperanza de que únicamente le pusiera las dos velas con su edad.

No puedo evitar sonreír mientras le hago vídeos y fotos pensando el deseo y soplando las velas. Es demasiado fotogénico, no sale mal ni sacando el aire de los pulmones con todas sus fuerzas.

—¡Qué pasada amor! ¿Cómo te puede salir tan bien la tarta de queso?

—Porque es mi postre favorito, de tanto hacerlo lo he perfeccionado —digo mientras me corto un trozo más grande de lo normal.

—Me tienes que pasar la receta —insiste mi suegra—. Está delicioso.

Los primeros en darle el regalo a Yon son Adrián y Darío: un mando nuevo y de edición limitada para la consola; le siguen Teo y Javi, que le han comprado un par de juegos, también para la consola... Tania es más original y le regala un fin de semana para dos en un hotel de lujo, con todo incluido.

—Mamá, se supone que es mi cumple solamente, para el de Lis aún faltan varios meses —bromea.

Tania le da una colleja.

—Es para asegurarme de que no se apaga la llama. ¡A mí no me volvéis a dar un disgusto como cuando rompisteis!

Yon se levanta a abrazar a su madre.

—Gracias, seguro que nos encantará, ¿verdad?

Asiento.

—Seguro que sí, muchísimas gracias —me levanto y me uno al abrazo.

Por último le doy mi regalo: una sesión de una hora de tiro con arco para dos personas. Le hace mucha ilusión, aunque era un acierto seguro, lleva mucho tiempo diciendo que quiere hacer una actividad así.

Sobre las cinco de la tarde están todos jugando a la consola menos Tania y yo, que nos dedicamos a mirar como matan zombis. Al oír el timbre de la puerta me giro extrañada hacia Yon, quien simplemente se encoge de hombros. Ninguno de los dos esperamos a nadie.

—¡Amiga, te tengo una noticia genial! —como siempre Ana es efusiva desde el minuto cero, y como no puede contarme las cosas como las personas normales, entra al recibidor chillando de emoción—. Mañana por la tarde te dejamos a los niños. ¡Por fin voy a conseguir quedarme a solas con Leo!

Me llevo una mano a la frente.

—En primer lugar: claro, me viene bien quedarme con ellos mañana, gracias por preguntar. Y, en segundo lugar: ¿no me lo podías decir por teléfono?

—He pensado que era mejor pasarme por tu casa para felicitar en persona a Yon. ¿Os he molestado?

—¿Has traído al niño? —mi suegra se asoma al recibidor con un brillo especial en los ojos—. ¡Qué precioso! ¿Puedo cogerlo?

—Todo tuyo.

Ana no duda ni un segundo en dárselo, y yo quiero que la tierra me trague cuando veo que se lo lleva al comedor.

—Ana, está mi hermano, no te he invitado al cumpleaños de Yon precisamente para que no os encontrarais.

Ana se queda callada un par de segundos.

—Tendré que entrar, ni que sea para recuperar a mí hijo.

—Si quieres te lo traigo.

—Tranquila, estoy bien.

Entramos bajo la atenta mirada de todos, excepto la de mi hermano, que no le quita ojo a Asher.

—¡Es una auténtica monada, Ana! Y no ha hecho ni el intento de llorar cuando lo he separado de ti.

—Es normal que no extrañe a nadie, Asher tiene muchos canguros, yo sola no puedo cuidar de él a tiempo completo. De momento sigo con la universidad y tengo que volver al trabajo en cuanto se acabe la baja por maternidad.

—Debe ser duro... Recuerdo cuando crié a Yon sola, fué terrible, con Adrián pedí ayuda a mi madre y se vino a vivir conmigo los primeros meses.

—Yo tengo suerte de que Lis y Yon me echen una mano, mi compañera de piso también me hace de canguro muchas veces. Mi madre la pobre suficiente tiene cuidando a mi abuela.

—Ya, es una situación difícil —concluye mi suegra.

Se hace el silencio durante varios segundos, hasta que suena el móvil de Ana. Para mi sorpresa se pone a hablar con Leo como si nada delante de todos nosotros. De reojo veo a mi hermano poniendo demasiada atención en la conversación y los gestos de mi amiga, y espero que no se le ocurra ponerse celoso a estas alturas de la película con todo lo que ha hecho.

—¿Estás saliendo con alguien?

La cara de Ana es indescriptible, y no es para menos, hasta yo estoy alucinando con que mi hermano tenga las narices de preguntar nada sobre su vida privada.

—Puede. Eso no te incumbe.

Con esta respuesta ya han captado la atención de todos los presentes.

—Me da igual lo que hagas con tu vida, yo también estoy con alguien. Sin embargo, creo que tengo derecho a saber con quién va o deja de ir mi hijo.

Alzo las cejas, Yon se lleva una mano a la cara, y Ana se queda con la boca abierta, al igual que el resto de invitados.

—¿Tu qué? —pregunta Javi con voz incrédula.

Mi hermano no vuelve a repetirlo. Creo sinceramente que lo ha dicho por un impulso de celos o rabia, y ahora se está dando cuenta del alcance que puede tener lo que ha desvelado.

—¿Tu hijo? Tú no tienes ningún hijo —Ana está realmente enfadada—. ¿Con qué derecho dices que es tu hijo? ¡Has pasado de él, de nosotros, durante el embarazo, el parto y estas primeras semanas! ¡Ni se te ocurra pedir explicaciones cuando no me has querido ayudar con nada!

Apoyo mi mano en su espalda porque parece estar fuera de sí y quiero que se calme.

—Te ofrecí ayuda al principio, si no la aceptaste es tu problema —dice haciendo referencia al dinero que le quiso dar para abortar.

Ana va a darle un bofetón a mi hermano, pero yo me adelanto.

—No puedo creer lo que acabas de decir —varias lágrimas caen por mis mejillas—. Has visto a tu hijo, lo tienes delante, ¿y aún así le recriminas no haber abortado? ¿Se puede ser más insensible?

No quiero ni imaginarme cómo le ha podido sentar a Ana el comentario de mi hermano.

—Últimamente te estás coronando —Yon agarra a mi hermano del brazo y lo saca de casa.

Javi se va con ellos. El resto nos quedamos en silencio, mirando al suelo y sin saber qué hacer o qué decir para consolar a mi amiga, quien se ha quedado sentada en el sofá abrazando con fuerza a Asher.

Secuelas de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora