Capítulo 9

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Hace tiempo que lo noto y no he dicho nada, pero según avanzan los días es peor, el cambio que han dado los chicos desde el año pasado ha sido casi increíble. Supongo que no pasa desapercibido porque vivo con ellos, y cualquier persona diría que exagero, pero se nota muchísimo que están en el último año de carrera. Antes salíamos mucho de fiesta, y cuando no salíamos, montábamos la fiesta en casa; en los últimos tres meses solo hemos salido un par de veces, inconcebible.

—Guarda esto como si de un tesoro se tratase —Yon suelta sobre mi escritorio un carpesano azul, de unos diez centímetros de grosor, provocando un gran estruendo.

—¿Qué es todo esto?

Mis dedos avanzan hasta la rugosa tapa azul, abren con delicadeza el carpesano y queda expuesto un papel en el que se lee "resumen definitivo".

No puedo evitar reírme.

—Con eso aprobarás segurísimo el tercer año.

—¿Lo has hecho tú?

—Casi todo —dice con orgullo—. Algunos apuntes me los pasaron varios compañeros de clase, e hice un mix para que mi resumen estuviera más completo.

Voy ojeando una página tras otra, tratándolas con sumo cuidado; parecía que la frase "como si de un tesoro se tratara" había cobrado sentido.

—Te lo has currado —Yon sonríe con orgullo—. Te lo has currado mucho —insisto.

—Espero que te sirva.

Encuentro varios prototipos de exámenes, posiblemente con preguntas recopiladas por los estudiantes a lo largo de los años.

—Yo espero que los exámenes, o al menos el temario, sigan siendo los mismos el año que viene.

Por desgracia, aún tengo que aprobar segundo antes de poder aprovecharme de esta maravilla que me ha dado Yon.

No tarda en marcharse de nuevo a su habitación. Tiene un examen en dos días, y lleva desde la semana pasada estudiando como si la vida le fuera en ello.

Me tomo un minuto para pensar en lo genial y amable que es Yon cuando quiere. Después, me pongo manos a la obra: tengo que entregar un trabajo mañana y aún no he empezado.

Sobre las seis y media de la tarde, cuando ya casi he finalizado el trabajo, decido salir a merendar. Por suerte, porque me encantan, y por desgracia, porque engordan, mi hermano ha bajado a comprar una caja de mini croissants de chocolate. Pongo tres en una servilleta de papel y me preparo un café con leche.

—¡Ostia! ¿Quién ha comprado todo esto?

Javi aparece en la cocina, seguramente con la misma intención que yo, y queda perplejo por lo que ven sus ojos.

—Ha sido Teo, se ha ocupado de dejar una nota para que se lo agradezcamos.

Señalo el post-it que hay al lado de la caja, en el que, a pesar de la pésima caligrafía, puede leerse el nombre de mi hermano junto a un "de nada".

—¿Ya sabes algo de Raquel? —pregunta mientras mastica un croissant y se prepara otros cuatro en una servilleta.

—El otro día la vimos hablar con nuestra tutora en el pasillo, nosotras teníamos clase y no pudimos salir, luego se la llevó, supongo que a su despacho, y cuando fuimos a buscarla ya no estaba —le doy un sorbo al café con leche—. Sigue sin cogernos el teléfono por mucho que la llamamos, tampoco contesta los mensajes...

Javi va a decir algo, pero es interrumpido por Yon, que entra a la cocina y se queda patidifuso al ver tanto dulce junto.

—¡Me he quedado igual! —exclama Javi mientras se olvida de Raquel—. ¡Encima están de muerte!

Secuelas de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora