Capítulo 49

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—Quiero celebrar tu cumpleaños, nunca lo hemos celebrado —insisto.

—Porque no me gusta celebrarlo.

Pongo los ojos en blanco.

—Pues este año sí. Quiero celebrar tus 24 años, te haré una tarta de queso ya sabes que me quedan riquísimas.

—Bueno, si me preparas tu famosa tarta de queso tendré que aceptar —pongo morros y le doy un pequeño golpecito en la espalda porque sé que solo bromea—. Ahora en serio, si te hace ilusión hazme algo, pero con la familia y los amigos cercanos.

El dilema está en que si viene mi hermano no viene Ana y viceversa, pero al ser el cumple de Yon, quién tiene prioridad es mi hermano.

El cumpleaños de Yon es el 13 de febrero, por lo que me quedan solo cuatro días para organizarlo todo. Lo primero que hago es hablar con su madre para organizarnos, por suerte el 13 cae en sábado, así que quedamos en hacer una comida. La familia de Yon vendrá el completo: su madre, su padre, su hermano y su pareja; llegarán sobre las once de la mañana porque Tania quiere ayudarme a prepararlo todo. Bueno, todo excepto la tarta, que me niego a recibir ayuda para ello.

Javi se apunta, como era de esperar, y vendrá con Alba; me llegan a decir cuando le conocí que le vería en una relación seria y duradera, y no me lo hubiera creído.

Mi hermano, para sorpresa de todos, vendrá solo, según parece la chihuhua está con sus amigas en Hawái.

Cuando ya lo tengo todo más o menos cuadrado me voy a ver a Ana, Asher y Kuro.

—¿Cómo va esa mami primeriza?

—Ya no soy humana, soy un mapache. ¡Mira qué ojeras!

—¿No te deja dormir? ¡Está enorme!

Lo cojo en brazos y me doy cuenta de lo mucho que ha crecido, sobre todo a lo ancho.

—Sí, el pobre no dice ni mú, si por él fuera dormiría toda la noche de un tirón, pero tenemos que despertarnos para las tomas de leche...

—Entonces no te quejes, que tienes mucha suerte.

Ana se encoge de hombros.

—¡Ay! ¡Casi se me olvida! Mira lo que tengo para merendar —sale de la cocina con un paquete de cruasanes rellenos de crema. Son tus favoritos, ¿no?

—¡Sí!

—Nunca entenderé que te gusten más los de crema que los de chocolate, pero bueno...

—¿Dónde los has comprado? Desde que me mudé no los he comido porque no los encontraba por las tiendas del barrio.

—Le pedí a mi madre que me mandase algunas cosas que guardaba de cuando yo era pequeña, y que aún estaban en buen estado, y aproveché para que incluyera los cruasanes. De hecho son de su parte, para agradecerte que me ayudes. Me llama cada día, en verdad está muy preocupada, le gustaría estar aquí pero le es imposible mientras tenga que cuidar de la abuela.

—Siempre puedes irte a vivir al pueblo con ellas. Total, te han dejado estudiar la carrera a distancia, ¿no?

Ana lo dice todo con su mirada: no piensa ir al pueblo.

—No me gusta el pueblo, y menos para vivir. Además, allí no llega bien el wifi, seguro que perdería la conexión a mitad de la clase.

Después de merendar le doy el biberón a Asher. Ana tuvo bastantes problemas con la lactancia materna y finalmente decidió desistir y cambiar a biberones. Eso sí, cuando toca cambiarle el pañal le paso el mando a su madre, paso de tocar caca pastosa si puedo evitarlo.

Asher se queda frito en cuanto Ana le coloca en la cuna, y Kuro no tarda ni dos minutos en subir y acurrucarse muy cerca de él.

—Al parecer serán muy buenos amigos —dice mi amiga mientras mira la escena con cariño.

—Cambiando de tema, ¿qué pasa entre Leo y tú?

Mi sonrisa perversa provoca una carcajada en Ana, que tiene que salir de la habitación para no despertar a Asher.

—No pasa nada, nos estamos conociendo —me mira, la miro, sonríe y coge aire por la boca—. A ver, hemos quedado muchas veces desde que le dieron el alta a Aura del hospital; de hecho, nos hemos visto mínimo tres veces por semana, aunque siempre con los niños, así que no hay nada interesante que contar.

—Bueno, que no haya intentado nada más en un mes y medio dice mucho de él.

—Sí, que tiene una hija y yo un hijo, y no tenemos con quién dejarlos.

—Podéis dejarlos con Yon y conmigo si necesitáis un ratito de intimidad —sonrío con picardía—. Bueno, si Leo quiere, claro... Sería comprensible que no quisiera dejar a su hija con dos extraños.

—Pero si os conoce a los dos.

—Sí, de dos días que pasamos con él en el hospital —pongo los ojos en blanco.

—Bueno, ya que te has ofrecido se lo propondré, a ver qué le parece la idea.

—Tampoco seas muy directa, dile de ir a cenar a algún sitio chulo sin niños para poder hablar con más calma, y luego si se da pues te lo traes a casa.

—¿También nos dejas la casa? —bromea.

—No eres más tonta porque no se puede.

Secuelas de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora