Capítulo 41

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—¿Te ha gustado?

—¡Me ha encantado! Especialmente los takoyakis.

—Creo que es el mejor restaurante japonés que hemos probado hasta el momento.

Yon asiente.

—Echaba de menos tener un día libre —digo mientras estiro mis brazos hacia el cielo—. Entre el estudio y el trabajo, casi no tengo tiempo de nada más.

Yon me acaricia el pelo y me acerca a su pecho para abrazarme.

—Lo estás haciendo genial —sonrío y le beso—. ¿Qué quieres hacer ahora?

—Yo he elegido el restaurante, ahora escoge tú.

—Me parece que ya han sacado la nueva película de Marvel, ¿quieres verla?

Asiento mientras me brillan los ojos.

Después del cine, y de merendar, decidimos pasar a ver a Ana: hoy tenía su primera ecografía.

—No entiendo por qué has querido ir sola.

Ana se encoge de hombros mientras rebusca en su cartera. Me entrega una foto en blanco y negro, en la que yo, sinceramente, no veo nada. Ella dice que el punto blanco central es su hijo/a, pero a mí me parece algo demasiado enano como para que eso tenga vida propia.

Cuando me dice que, por ahora, no va a contarle nada a su madre casi me caigo de culo.

—Mi madre siempre está fuera, no la veía ni siquiera cuando vivía en casa, así que es tontería decírselo, lo único que conseguiría es preocuparla.

—Ya, pero en breves empezará a notarse.

—Pero no va a venir a verme, así que no hay problema.

Yon solo nos mira, evita meterse en medio de la conversación, entre otras cosas porque normalmente piensa lo contrario.

—Sabes que en breves empiezan las vacaciones de verano en la universidad, ¿verdad? Lo digo porque tu madre solía hacerte una visita a mediados de verano.

—Quedan dos semanas para que empiecen las vacaciones, y ya me ha dicho que este año vendrá a mediados de agosto, para que mi tía pueda cuidar de mi abuela, así que tengo un poco más de margen.

—¿Vas a esperar a estar embarazada de tres meses? Ya se te notará, le va a dar un infarto de la impresión.

Se encoge de hombros.

—Siempre ha querido tener nietos.

Ana ha quedado con una amiga de la facultad para cenar, así que no tardamos en irnos.

—No querría ser la madre de Ana —suelta Yon de camino a casa—. No me parece que esté haciendo las cosas bien.

Pongo los ojos en blanco. Esa pullita va porque no le parece bien que se lo esté ocultando al padre.

—Está haciendo las cosas a su manera —intento ser algo imparcial—. Coincido en que le tendría que contar a su madre lo que pasa, pero no voy a apoyarte con tu idea de que tiene que decírselo al padre.

Al llegar a casa, Bigotes viene a recibirnos corriendo y se restriega contra nuestras piernas hasta que nos agachamos a saludarle.

—Ahora que lo pienso, no hemos decidido a dónde iremos de viaje.

—¿No tuviste suficiente con Disneyland y Paris? —Yon alza las cejas—. Estos últimos meses hemos tenido bastantes gastos: entre la decoración del piso y los gastos de Bigotes...

Miro a Bigotes, es cierto que comprarle todo lo necesario fué un gasto imprevisto, pero desde entonces no han habido grandes gastos. Aunque el proyector no salió barato precisamente... Por esta vez creo que Yon tiene razón.

—Podríamos, si quieres, ir algún fin de semana a la playa, alquilamos un pisito, como hicimos con tu hermano y Javi, que admitan animales y así puede venir Bigotes.

—¡Sí, sí, sí, y mil veces sí! A Bigotes seguro que le gustará la playa, ¿a qué sí cariño?

El pobre animal me mira con cara de circunstancias. Quiero pensar que no me entiende, porque si lo ha hecho está claro que la idea de la playa no le ha hecho mucha gracia.

Secuelas de tu ausenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora