Capítulo 37

1K 78 8
                                    

Mientras me arreglo para la graduación de Yon, Javi y mi hermano, sigo sin poder creer que realmente no vaya a volver a verlos por el campus. Especialmente a Yon, que es con quién he compartido edificio estos años.

—¿Y bien?

Miro a Yon mientras hago un esfuerzo porque no se me caiga la baba, literalmente.

—¡Estás increíblemente guapo! —le doy un beso y vuelvo a alejarme para admirarlo nuevamente—. Te queda genial, en serio.

El traje negro, con la corbata granate, le queda de maravilla. Nunca le había visto vestido tan formal.

—Tú estás preciosa —me coge de la mano derecha para hacerme dar una vuelta sobre mí misma—. Te comería entera.

No puedo evitar sonreír y comerle la cara a besos.

Después de que mi hermano nos llamase la atención, porque según él íbamos a llegar tarde, continúo con el maquillaje.

Tras diez minutos frente al espejo, me retiro para verme de cuerpo entero. Creo que ahora sí, ¡estoy genial!

El vestido granate, a juego con la corbata de Yon, me queda genial. Es ajustado, corto, y se abre un poco en el muslo izquierdo. Una fina diadema, del mismo color, impide que gran parte del pelo cubra mi rostro. Y mis tacones negros, a juego con mi bolso de mano, reafirman mis piernas.

Cuando salgo al comedor, Yon me mira con un brillo especial en los ojos; mi hermano, en cambio, frunce el cejo.

—Con esos tacones vamos a tardar el doble en llegar.

—Últimamente estás amargado —protesto—. ¿Qué más te dan los tacones? ¡Los llevo yo, no tú!

—¿Podemos evitar las peleas? Solo por hoy. ¿Cómo lo véis?

Yon está desesperado por irnos de casa, o porque mi hermano deje de pensar en la chihuahua, a fin de cuentas, está así por ella.

En la entrada del campus nos están esperando la madre, el hermano, y el cuñado de Yon. Su padre está de viaje... Y mis padres, para variar, llegan tarde. Mi padre estaba seguro de que vendrían, pero en ningún momento ví a mi madre confirmarlo, mucho menos convencida de ello...

Tania estaba emocionada por conocer, al fin, a mi familia. Yo estaba atacada de los nervios. Yon no paraba de repetirme que todo iría bien. Para él es fácil decirlo, ¿no? Estará prácticamente todo el rato ajeno a la situación, para cuando le toque estar con nosotros, ya para la cena, nuestras familias llevarán varias horas juntas.

Cuando mis padres aparecen, quedan dos minutos para que empiece la ceremonia, por lo que apenas puedo presentarles a los familiares de Yon. Mi madre ha tenido que hacer un gran esfuerzo por venir, se le nota en la cara, puedo jurar que apenas ha dormido últimamente pensando en salir de su rutina habitual. Pero hay que reconocerle el esfuerzo.

—Gracias por venir —le digo cuando acaba la graduación—. Es importante, sobre todo para Teo.

Ella simplemente asiente.

No espero que hable, no mucho al menos, suficiente tiene con aguantar y no salir corriendo.

En cuanto Teo acaba de saludar a mis padres, Yon se acerca y hace lo mismo. Y es entonces cuando aprovecho para presentarles a la familia de Yon formalmente. ¡Agradezco infinitamente no haber tenido que pasar por esto sola!

Una media hora después, la gente empieza a dispersarse, y nos despedimos de Javi, que va a cenar con su familia.

El restaurante donde vamos a cenar, lo ha elegido Yon, es un japonés al que teníamos muchas ganas de ir.

Al parecer Tania y mi padre se entienden muy bien, mi madre intenta socializar y se muestra cordial, pero le supone un gran esfuerzo; Tania lo nota e intenta hablar mucho más de lo habitual, y acaba las frases de tal forma que mi madre pueda sostener la conversación únicamente gesticulando con la cabeza un sí o un no.

Al parecer todos hacemos un esfuerzo para que todo fluya, y lo conseguimos.

Cuando acabamos de cenar, sobre las once de la noche, la familia de Yon se va al hotel. Han preferido pasar la noche aquí, y mañana vendrán a casa a ver a Bigotes. Mis padres, en cambio, pretenden volver a estas horas a casa. Tanto mi hermano como yo nos negamos, y les ofrecemos dormir en casa, pero finalmente cogen una habitación en un hotel cercano.

—Mañana, si queréis, podéis pasaros por casa. Así conocéis a Bigotes —digo entusiasmada.

—Creo que ya han sido demasiadas emociones para tu madre.

Ella no contesta, como si la cosa no fuera con ella, y solo con eso ya entiendo que mi padre ha dado en el clavo.

—Mi familia no vendrá hasta las doce, como pronto, podéis venir a desayunar si preferís.

Sonrío ante el gesto de Yon. Es muy amable por su parte, pero yo, que ya sé la respuesta, intervengo:

—Da igual, cariño, ya vendrán otro día.

—Claro, si hay más días que longanizas —contesta mi padre—. Bueno, pareja, gracias por la cena, estaba todo riquísimo.

Luego se despide de mi hermano, mientras nosotros nos despedimos de mi madre, que por fin vuelve a hablar, aunque solo sea para decirnos adiós.

—Ha ido bastante bien, ¿no?

Miro a Yon mientras alzo las cejas.

—Porque tu madre ha facilitado mucho las cosas.

—Tu madre ha hecho un gran esfuerzo.

—Lo sé.

De verdad que lo sé, pero eso no impide que piense cómo podría haber sido todo si Ainhoa aún siguiera con vida. ¡Nos lo habríamos pasado de miedo! Sonrío con melancolía. En fin, la vida nunca es como uno quiere que sea. ¡Hay que aceptar las cosas como són y seguir adelante!

Secuelas de tu ausenciaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang