Capítulo 6

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—¿Por qué no nos dijiste que era el aniversario de la muerte de Ainhoa?

Me encojo de hombros ante la pregunta de Raquel y la cara desencajada de Marta.

—No sé, no la conocisteis...

—Ya, pero tú eres nuestra amiga —responde Laura—. Podríamos haber ido de apoyo emocional.

Raquel asiente con cara seria.

—Tranquilas, si Yon y Javi me acompañaron. Además, fueron varios amigos del instituto.

Laura y Marta se conforman con eso, pero Raquel parece un poco disgustada por no haber podido acompañarme.

—Bueno, dejando este tema de lado... ¡Tengo trabajo, empiezo hoy mismo!

Todas nos sorprendemos. ¿Laura con trabajo? Hasta hoy ha sido la típica niña de papá que lo tiene todo solo con pedirlo, no la he visto trabajar nunca, ni siquiera planteárselo.

—¿En serio? —la voz de Raquel suena entre sorprendida e incrédula—. ¿De qué?

—Mi madre me ha conseguido trabajo en una boutique de moda francesa —hace una breve pausa, en la que creo que espera que nos muramos de envidia. Al ver que no reaccionamos como esperaba, carraspea antes de continuar el relato—. Está en el centro, pero no pasa nada, el chofer de mi padre me pasará a buscar a la uni y me llevará al trabajo, así llegaré casi una hora antes de entrar a trabajar y me dará tiempo a comer.

—¿Desde cuándo su padre tiene chofer? —le susurro a Raquel mientras Laura sigue hablando de lo maravilloso que será su trabajo.

—Cuando le ascendieron a director de la sucursal le pusieron chofer, hace como medio año, ¿no te habías enterado? —niego con la cabeza—. Pues no lo entiendo, con lo que ha presumido de eso...

—¿De qué habláis? —Laura está con el ceño fruncido, odia que no le hagan caso.

—De nada, es que no sabía lo del chofer, es genial, ¿no?

—La verdad es que sí.

Se aparta el pelo hacia un lado y sonríe con superioridad.

La verdad es que a veces da un poco de rabia que sea así, aunque sé que no lo hace con mala fé, le sale solo, al parecer es algo innato...

—¿Nos vamos de compras?

Laura frunce el ceño ante la inesperada propuesta de Raquel.

—¿Qué dices? Si tengo que irme a trabajar...

—¿Y qué? Nosotras no —contesta Marta con rintintin, cosa que molesta aún más a Laura.

Salimos del edificio mientras envío un mensaje por el grupo de casa, para avisar de que no me esperen para volver a casa.

Tenemos que aguantar la mala cara de Laura hasta que llegamos al parking, donde la está esperando el chofer de su padre en un impecable coche negro de una marca que ni siquiera reconozco, pero tiene pinta de costar un dineral.

—Bueno, pues nada, yo me voy a trabajar —se sube al coche y se arregla el pelo mientras baja la ventanilla del vehículo—. Si os apetece podéis pasaros por la boutique.

—No creo que podamos comprar ni unos calcetines de esa tienda, si la única que trabaja ahora es Raquel.

Marta me mira de reojo antes de decir:

—Yo estoy buscando, pero no hay manera...

—Aunque no os podáis comprar nada, podéis pasar a verme.

Se despide con la mano y sube la ventanilla del coche.

—Anda que nos dice de hacernos descuento o algo —se queja Marta.

—Tía, que empieza hoy, ¿cómo va a hacernos descuento?

Niego con la cabeza mientras subo en el coche de Raquel, que ya está dentro y con el motor encendido.

—¿A dónde vamos? —pregunta mientras arranca.

—Pues a comer, ¿no?

Raquel pone los ojos en blanco y se gira para encarar a Marta durante un segundo antes de contestar:

—Ya, ¿pero a dónde? ¿Queréis ir donde siempre?

—¿Y si probamos un sitio nuevo? —Raquel y Marta me miran y alzan las cejas—. He visto en Instagram un sitio que se dedica a hacer tortillas con todo tipo de rellenos. Hay una de sobrasada y queso que tiene una pinta increíble, y otra de setas y trufa que debe estar buenísima.

Busco en Instagram el sitio y les enseño algunas fotos.

—¡Tiene pintaza! ¡Me apunto!

—No está mal, aunque yo casi prefería el italiano de siempre —susurra Marta.

—Suerte que no conduces tú —sonríe con maldad Raquel mientras cambia el rumbo del destino.

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