Capítulo 19

1.2K 107 35
                                    

Cuando llegamos a casa, el veintiséis, sobre las cinco de la tarde, al único que encontramos es a Javi, que nos saluda con entusiasmo.

—¿Cómo estás?

Su sonrisa es tranquilizadora, y su abrazo reconfortante, lo que casi me obliga a sentirme bien.

—Bien, ha habido algunos cambios impactantes, pero bueno... Mi madre parece que está intentando mejorar. Y mi prima ha traído a su novio, es japonés —cambio de tema tan rápido que a Javi no le da tiempo ni de preguntar por los cambios o por mi madre.

Javi sonríe cuando mi hermano aparece con una bolsa de patatas fritas y se tira en el sofá. Justo antes de irnos a pasar las navidades fuera, se habían prometido ver toda la saga de Star Wars, y parece que ha llegado el momento de cumplirlo.

Me invitan a ver las películas con ellos, pero paso. No es que no me guste Star Wars, pero tampoco necesito volver a verlas. Creo que la única saga que no me cansaría de ver nunca es la de Harry Potter.

No me apetece deshacer la maleta, y como nadie me va a decir que lo haga, ni me va a regañar por no hacerlo, se queda ahí, tirada en una esquina de la habitación a la espera de que en los próximos dos días la vacíe.

Cojo el libro que tengo tirado en el escritorio y me dejo caer sobre la cama dispuesta a acabar los últimos siete capítulos.

Una hora más tarde llega Yon. Escucho desde la habitación cómo saluda a los chicos.

—¿Ya estáis viendo eso otra vez?

—Obviamente —contesta mi hermano.

—Cada año igual, no sé cómo no os cansáis...

Después lo escucho parar en su habitación, deja la mochila en la cama y titubea antes de venir a mi habitación. Le escucho acercarse y alejarse por el pasillo hasta tres veces. Finalmente se asoma por el umbral de la puerta y sonríe.

—Ya he llegado.

—Ya lo veo —me levanto de la cama y le abrazo—. ¿Cómo ha ido el viaje?

—Cansado, pero bien. Mi madre te manda recuerdos.

Por algún motivo eso me pone nerviosa.

—¿Cómo está?

—Bien, como siempre —le noto raro, parece que no quiera hablar del tema—. ¿Y tu madre?

—Ha destruido mi habitación por ser la de Ainhoa, pero ha intentado estar conmigo durante las cenas y las comidas. Una de cal y otra de arena.

Yon asiente y me abraza. Me da un beso en la cabeza. No sé porqué presiento que ese abrazo lo necesita más él que yo.

—Voy a poner una lavadora de oscuro —chilla Yon desde el pasillo.

Arrugo la nariz para mostrar mi desacuerdo. Eso atropella todos mis planes en referencia a no deshacer la maleta.

Después de poner la ropa sucia a lavar, guardar la limpia, y ordenar todo el maquillaje que me había llevado, vuelvo a meter la maleta en el armario.

—Lis, ¿te apetece que vayamos a cenar fuera? Yo invito.

La propuesta de Yon me pilla desprevenida, y aunque por dentro chillo de emoción, por fuera intento contenerme.

—Claro —miro el reloj—. Dame quince minutos.

—Te espero fuera.

Me dejo los tejanos, pero cambio el jersey roñoso de estar por casa por un bonito suéter rosa pálido. Me repaso el eyeliner y me doy un poco de brillo en los labios. Cuando salgo al comedor Javi empieza a silbar, Yon me mira con una sonrisa, y mi hermano simplemente sigue mirando la película.

Me sorprendo al ver que cogemos el coche. ¿Tan lejos vamos a ir a cenar?

El restaurante queda a unos quince minutos de casa, he oído hablar de él, pero nunca he ido porque es algo caro. Yon me lanza una mirada que dice "no te preocupes" cuando me ve poner los ojos como platos al ver los precios.

—¿Ya saben qué van a tomar?

—Yo unas quesadillas veganas con masa de arroz —dice Yon muy seguro.

Yo, por contra, no tengo ni idea de qué son la mitad de los platos, así que cojo uno que conozco.

—Arroz socarrat de mejillones en escabeche y gambas.

—¿Y para beber?

—¿Te va bien un vino blanco? —asiento—. Pues vino blanco, el más dulce que tengas.

El camarero asiente, recoge las cartas y se va.

Mientras esperamos Yon empieza a ponerse algo nervioso.

—Lis, te echo mucho de menos. Quiero que sepas que no he dejado de quererte, mis sentimientos por ti no han cambiado en absoluto. Entiendo por qué nos separamos y creo que podemos evitar que vuelva a pasar —sonrío y le cojo la mano para que sepa que siento lo mismo—. Me gustaría que volviéramos a ser pareja, la verdad —voy a contestar, pero me corta—. Antes de que contestes, quiero que sepas algo —coge aire y agarra con firmeza mi mano—. Mi madre tiene problemas de corazón, hace unas semanas le encontraron una arteria obstruida, tienen que intervenirla. No es grave y tiene fácil solución, pero quiero estar con ella mientras la operan y los días que tarde en recuperarse.

—No hace ni una hora que me has dicho que estaba bien —protesto con indignación y preocupación.

—Perdona, prefería hablarlo a solas.

Me llevo las manos a la cabeza y cojo aire.

—¿Crees que puedo ir a verla antes de la operación? —Yon sonríe y asiente—. Bien. Oye, no me importa si tienes que pasar tiempo, días, semanas, con ella. Lo entiendo, y de hecho prefiero que estés allí, te necesita más que yo ahora mismo.

—Quería decírtelo antes de que tomases una decisión.

—Hace tiempo que tomé mi decisión. Quiero estar contigo, ahora y siempre. Nuestros problemas no se reducen a estar juntos o separados, ambos lo sabemos de sobras, y creo que hemos aprendido un poco de todo esto, ¿no? —Yon asiente—. Estaremos bien.

—Solo serán un par de semanas, como mucho.

—Estaremos bien —le repito.

Parece aliviado.

Se levanta y me abraza, la gente nos mira, y no puedo evitar sentir felicidad y algo de vergüenza al mismo tiempo.

El camarero aparece con el vino y carraspea ligeramente al vernos. Yon vuelve a su asiento con una sonrisa en el rostro y un ligero rubor en sus mejillas.

Secuelas de tu ausenciaWhere stories live. Discover now