Treinta y nueve

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Despierto mirando la pared. Siento el brazo de Ethan sobre mi cintura y lo aparto para girarme y tumbarme sobre él enredando nuestras piernas y apoyando la cabeza en su pecho.

—Buenos días prometido –murmuro trazando la línea de su mandíbula con el dedo, él sonríe abriendo los ojos.

—Que bien suena eso —responde con la voz ronca—. Y sonará mejor cuando sea marido.

Le doy un dulce beso en los labios mientras se despereza.

—Me despertaré todo los días con una ereccion por dormir con mi mujer.

Me río negando y giro en la cama para intentar salir pero sus brazos me retienen pegando de nuevo mi espalda al colchón.

—¿A donde crees que vas, nena? —pregunta pasando la nariz por mi cuello—. Aún no es el momento de levantarse.

—Ya no tengo sueño.

Se incorpora colocándose encima de mi sin aplastarme con su cuerpo lleno de músculos maravillosamente definidos, me fascina que entrene y se ponga así de caliente. A veces me gusta acompañarlo mientras hago yoga puedo observarlo, sudado mientras hace ejercicio se pone muy sexy y siempre termino interrumpiendo su ejercicio.

—Bien, porque para la siguiente actividad física necesito que estes muy despierta —canturrea con una sonrisa torcida.

[...]

Recojo todo mi pelo en una coleta y meto los mechones sueltos tras mi oreja dejándome caer en el sofá.

—¿Has pensando a donde te gustaría ir de luna de miel? —pregunto mirando todos los panfletos y libros de viajes entre todos los papales y muestras que tengo para la boda—. ¿Que te parece Francia? Es muy romántico.

Ethan se acerca con la gelatina en la mano.

—Por encima de mi cadáver —gruñe—. No vamos a ir al país de los imbéciles con manos y lengua larga que intentan aprovecharse de mujeres de otros.

Me río y mi hombre cabreado sigue chupando más gelatina de su vasito sentándose a mi lado. Me muevo hasta acabar en sentada en sus piernas y chupo sus labios notando el sabor a fresa.

Sigo mirando más catalogos intentando decidirme para tachar de mi lista de cosas que hacer pero me cuesta decidirme. Las chicas me envían varias fotos de vestidos que les gustan para hacer de damas de honor y después de comer cojo el coche para ir con ellas a ver sus vestido y el mío. Primero miramos el que llevarán ellas pero ninguno me convence.

—No pienso llevar este vestido —se queja Hannah cruzando los brazos cuando sale del probador con el primer vestido que elegí.

Rebeka sale del probador de al lado con el mismo vestido y viéndolas juntas me ilusiono más con mi boda. Quiero que llegue el día ya pero aún tengo demasiadas cosas que planificar. Cada vez que lo pienso me entran ganas.

—¿Por qué no? —le reclama Rebeka—. Si le gusta a Loren tendrás que llevarlo.

—No lo llevaré —replica—. No enseña nada.

—Es para una boda, Hannah, no tienes que enseñar nada.

—A las bodas se va a ligar, no a comprometerse con dios.

Pongo los ojos en blanco y miro por el escaparate de la tienda sintiendo las sienes palpitarme de lo que me duele la cabeza. Ya está siendo difícil elegir un vestido para mis damas de honor, elegir el mío es aún peor. He visitado casi todas las tiendas de novias de todo Miami y no me gusta ninguno de los cientos que he probado.

Miro los escaparates de las tiendas y justo desde donde estoy puedo ver una tienda de vestidos de novia donde dos dependientas están terminando de decorar el escaparate con un vestido que acaban de poner. Lo miro desde el busto hasta el final de la pequeña cola y me quedo sin aire.

Llama de la pasión ✔️ [Llamas #2]Where stories live. Discover now