Cuarenta y siete

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—Solo tiene que firmar aquí —señaló una parte del papel—

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—Solo tiene que firmar aquí —señaló una parte del papel—. Sus iniciales aquí —pasó la hoja en cuanto escribí—. La fecha aquí y...otra firma aquí.

Lo malo de haber vuelto de la luna de miel era enfrentarse a la realidad del trabajo y demás. Aunque cuando deslizó la tarjeta dorada por la mesa en mi dirección no me importó tener que soportar leer mil documentos.

—¿Es de oro de verdad? —pregunté hacia Ethan sorprendida.

Ethan soltó una suave risita apretando mi rodilla mientras yo seguía admirando mi tarjeta nueva. Una tarjeta extendida a mi nombre de la cuenta de Ethan que ahora pasaba a ser medio mía.

Ya no somos él y yo, somos nosotros. Los señores Lanford, los putos amos.

Al final nos quedamos una semana entera en Italia y retrasar la vuelta tuvo sus consecuencias. Haber desaparecido durante tres largas e increíbles semanas provocó un acumulamiento de trabajo y responsabilidades que tuvimos que poner en orden a toda prisa.

Llevamos más de una semana desde nuestra vuelta y nuestros móviles no dejan de sonar, mi correo está hasta arriba y cuando llegué a mi despacho tenía una enorme pila de papeles por revisar. Mi equipo hizo un excelente trabajo ocupándose de los proyectos en mi ausencia siguiendo las pautas que acordamos pero aún así hay cosas de las que tengo que ocuparme personalmente.

En cuanto pusimos un pie en Miami lo primero que hice fue ir corriendo a casa de mis padres para abrazar a mi mami, casi me dieron ganas de llorar —estaba sensible por el accidente y la ceguera— y me quedé toda la tarde pegada a ella mientras papá charlaba con Ethan pero obviamente el trabajo no podía esperar más y tuvimos que ponernos al día.

Tengo papeleo que revisar, proyectos que aprobar y citas a las que acudir pero a pesar de todo me alegra estar de vuelta y me gusta mi trabajo. Veo poco a mi recién estrenado marido pero cuando volvemos juntos a casa tengo muchísimas ganas acumuladas.

—¿Que puedo comprar con esto? —le pregunto a Ethan mientras el pesado jefe de la sucursal sigue con el papeleo de seguridad.

—Todo lo que quieras, nena.

Fruncí el ceño y miré la tarjeta.

—Tendré un límite, no?

—Tu límite es tu deseo —dijo llevando mi mano entrelazada con la suya hacia sus labios—. Todo lo mío ahora también es tuyo.

A mi eso no me parecía bien ni justo. Ese dinero fue ganado por él y es suyo no quiero ser una aprovechada.

Me mantuve en silencio el resto de la reunión mirando la tarjeta con duda. No gastaré grandes cantidades la usaré en caso de emergencia o para hacerle regalitos a mi maridito como el que se me estaba ocurriendo ahora, iría de compras después.

Seguía manteniendo mi cuenta por separado porque es más bien para mis padres. A Ethan le pareció más que bien que siguiera teniéndola a mi nombre ya que ahí ingresaban mi sueldo que es para ayudar a mi padres que ahora viven sin problemas gracias a lo que me paga mi jefe sexy.

Llama de la pasión ✔️ [Llamas #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora