Capítulo 5

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Los dominantes sabían interpretar miradas, gestos y expresiones, fue así que Christopher supo de inmediato que algo más pasaba. Conocía a sus mujeres a la perfección, era consciente de que le estaban ocultando algo.

Aprovechó para hablar con su hija a solas cuando Cyara salió por unos asuntos del trabajo. El corazón se le encogió dentro del pecho cuando al entrar a su habitación la encontró llorando a lágrima suelta, con los auriculares en sus orejas en donde probablemente escuchaba esas canciones de Beret que tanto le gustaban.

—Layla...— la llamo mientras se sentaba en el borde de la cama y dejaba una de sus manos encima de su cuerpo.

—Papá, ¿qué haces aquí?— fue rápida en secarse las lágrimas y quitarse los auriculares de las orejas.

—No eres tonta, Layla, eres hija mía... Sabes de sobra lo que hago aquí.

Ella apretó sus labios mientras asentía. Tenía el presentimiento, si, pero de su padre no podría esperarse nunca nada porque siempre la sorprendía de alguna forma u otra.

—¿Por qué estabas llorando?

—Las canciones de Beret siempre me hacen llorar, ya lo sabes — trató de excusarse.

Si, siempre la hacían llorar pero esa vez no lloraba por eso sino por algo más.

—¿Cuándo aprenderás que a mi no puedes mentirme, Layla?— chasqueó su lengua contra su paladar.

—A veces me caes mal, papá...— refunfuñó.

—Serás hija de tu madre...—Él no dudó en llevar sus manos hasta su cuerpo para hacerle cosquillas a modo de venganza, ella se carcajeó tratando de zafarse de su agarre.

Tras minutos de risas decidió detenerse, las lágrimas se caían por sus mejillas pero ahora tenía la certeza de que eran por haberla hecho reír. Las manos de Layla quedaron en su estómago, el que todavía le dolía, al menos había sido por una buena causa.

Christopher se dejó caer por completo en la cama, su hija se acercó a él por instinto y pasó uno de sus brazos por su cintura para abrazarlo. Él sonrió y llevó una de sus manos hasta su cabello para acariciarlo, años antes era rubia pero con el paso del tiempo su cabello empezó a oscurecer y ahora se encontraba en tonos castaños.

—No sé si quiero contártelo...— confesó ella tras unos segundos de meditación.

—¿De la escala del cero al diez que tan malo es?

—Uhm... ¿Un ocho con cinco? — dudó por un momento y después asintió lentamente.

Su padre asintió en silencio, no iba a presionarla porque sabía que en ese momento no conseguiría nada si lo hacía, su hija hablaría sin necesidad de tener que pedírselo una vez más así que simplemente dejó que los minutos pasasen mientras mantenían esa posición en donde ella lo abrazaba y él acariciaba su cabello sin preocupaciones.

Layla tomó una profunda respiración antes de acomodarse en la cama para quedar sentada en esta y observar a su padre que todavía estaba acostado y mirándola con una ceja alzada.

—Tuve mi momento con Erick — confesó sin querer mirarlo a los ojos, temía ver la reacción de su padre al decirle tal cosa.

Sin embargo, él no parecía sorprendido ni nada por el estilo. Era obvio que si eso se lo hubiera dicho Erick la reacción habría sido muy diferente. "Tuve mi momento con Layla." No, los oídos del dominante no estaban todavía preparados para escuchar tal cosa.

Había sido consciente de las miradas que se habían echado en la playa, eso para un padre no pasaba desapercibido y mucho menos para él.

Casi se escapa una risa sarcástica de sus labios, las advertencias no habían servido de nada para su compañero y eso lo cabreaba un poco bastante. Se había atrevido a ponerle un dedo encima a pesar de ser menor de edad. Lo que tenía muy claro es que eso iba a tener consecuencias.

—¿Qué tipo de momento?

—Bueno... Uno que es incómodo describirle a un padre — rió con incomodidad.

—El tema sexual nunca ha sido incómodo en esta casa, Layla — frunció ligeramente su ceño—. Se trata de algo más, ¿no es así?

—Papá, ha sido todo mi culpa... Yo no debí de quedarme allí, no tuve que mirar aquella escena y mucho menos aceptar una propuesta que sabía que no me gustaría...

Él se reincorporó de inmediato ante sus palabras, la sangre hervía dentro de su cuerpo. Una cosa era pensar que Layla había querido probar y que le había gustado, otra muy distinta era saber que Erick se lo había propuesto y que a ella no le había gustado.

—¿Qué mierda, Layla? — miró a su hija tratando de encontrar la respuesta en su mirada—. Te advertí como debían de ser las cosas, ¿en donde ha quedado eso?

—¡No lo sé, papá! — suspiró con pesadez—. Soy consciente de que si algo no me atrae no tengo que hacerlo, pero no podía decirle que no...

—Claro que podías, era algo que debías de hacer... Y él también debió de darse cuenta de la negación en tus expresiones, ¿por qué mierda no se detuvo?

—Creo que tiene algo que ver contigo — opinó por lo bajo—. Él siseó mi apellido y no mi nombre...

Christopher apretó sus puños sobre su regazo, dándose cuenta de que Erick había hecho todo eso por desafiarlo. ¿Eso era lo que quería? ¿Que un Vélez se sumiera a él?

—Pero no te preocupes... Creo que mamá y él han hablado —Layla se encogió de hombros sin saber que decir, su padre asintió ligeramente y tras besar la frente de su hija decidió abandonar la habitación para dejarla sola.

Tenía que hablar con Cyara sobre el tema y no tomar una decisión precipitada que los involucrara a todos. Le había dado demasiada confianza a Erick desde el primer momento, incluso cuando le permitió hacer lo que quisiera con su mujer...

—Christopher, ¿qué coño estás haciendo? —Cyara frunció su ceño cuando al entrar a casa sintió el fuerte olor a tabaco en sus fosas nasales—. Sabes que detesto que fumes en casa.

—Lo siento, ángel —murmuró al tiempo que apagaba el cigarrillo en el cenicero y se levantaba para recibirla.

Sus ojos bajaron hasta sus brazos, bajo estes traía un par manuscritos mientras que en sus manos cargaba a un pequeño gato.

—Estaba en la calle —fue rápida en decir—. Se llama Fluffly...

—¿Y es tu nueva mascota? —quiso reír cuando quitó los manuscritos de bajo su brazo para no hacerle cargar con ellos, Cyara no tardó en asentir y dejó a este en el suelo para que pudiera familiarizarse con en su entorno—. Tenemos que hablar, ángel.

—Lo sé, tienes esa cara de estrés que me agobia — se sinceró tomando su mano y llevándolo hasta el sofá—. Layla te lo contó, ¿no?

—Lo hizo... Y ahora siento unas tremendas ganas de partirme las manos dándole puñetazos a un tal Erick —bufó.

—Ya lo hice yo por ti.

Christopher frunció el ceño y tomó sus manos entre las suyas.

—Lo golpeé —aclaró.

—Esa es mi chica... — susurró mientras luchaba por no sonreír.

Ella rió, sentándose en las piernas de su acompañante y mirándolo a los ojos.

—Sigues enojado... Puedes desquitarte conmigo.

—No, Cyara, joder... —Christopher negó con la cabeza—. Estás embarazada, ¿recuerdas? No puedo desquitarme contigo, ángel.

A la rubia le dieron ganas de poner los ojos en blanco, tuvo que contenerse porque no quería unos azotes desde tan temprano.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now