Epílogo

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Layla nunca dejó de ser esa niña caprichosa de la que Erick se había enamorado. No importaba el paso de los años porque todo seguía igual, a excepción de una pequeña cosa que estaba a punto de cambiar.

—¡Ya basta! —chilló mientras alejaba a su novio, este la regresó a mirar con malicia antes de volver a acercarse—. Hablo en serio, Erick, tenemos que ducharnos...

—Es lo que llevo queriendo hacer desde hace un rato pero tú no pones de tu parte —se quejó el pelinegro.

—¿Qué yo no pongo de mi parte?  —puso una mano en su pecho y lo miró ofendida—. Eres tú el que insiste en hacer cosas indebidas, yo solo quiero una ducha normal y corriente, uno en cada baño para así evitar distracciones.

Erick refunfuñó, sabía de sobra las razones por las que Layla lo estaba evitando eses días, claro que ser mujer tenía sus desventajas todos los meses... No es como si al dominante le molestase la sangre, él la catalogaba como lo más normal del mundo pues era algo natural, pero a Layla le repugnaba e iba a respetar sus decisiones. Los anteriores días se había quejado un montón de la espalda y también de la barriga, por suerte contó con su enfermero persona.

Era veinticuatro de diciembre, también conocido como nochebuena, y ambos cenarían juntos en casa de sus padres. Cyara había insistido mucho en que sería una cena familiar de lo más normal del mundo, pero todos sabían que en esa familia nada era normal y se podían esperar cualquier cosa.

—¿Crees que debo de ponerme el vestido rojo? —preguntó cuando vio a su novio entrar en la habitación, por su abdomen corrían varias gotas de agua que terminaron desembocando en la toalla que rodeaba su cintura. Se acercó a ella, que llevaba el vestido colgado en una de las perchas, pegándolo a su cuerpo como si comprobara que tan bien le quedaría, y besó su nuca para distraerla.

—Cualquier vestido que te pongas va a quedarte bien, así que no importa.

—No me estás ayudando demasiado —se quejó, en esos momentos si que necesitaba una opinión crítica y no que su novio le dijera que se vería bien con cualquier cosa—. Por favor, Erick, solo te estoy pidiendo opinión por un maldito vestido.

—Tú lo has dicho, solo es un maldito vestido...—suspiró mientras miraba las opciones—. Ponte el rojo, si te pintas los labios del mismo color vas a quedar reluciente, y si puede ser de esos que dejan marca para así emborronar mi boca cuando me beses... Y no solo mi boca, claro.

Layla enrojeció al escucharlo, no le sorprendían esos comentarios pero tampoco terminaba de acostumbrarse.

Se puso el vestido y siguió el consejo de su novio para maquillarse, le gustó el resultado final, se parecía a su madre cuando se arreglaba. Erick no tardó demasiado en vestirse, en esa ocasión iba de traje y chaqueta, con una corbata del mismo color que el vestido de su novia. Parecían una de esas parejas que a Layla tanto le gustaban cuando las veía por TikTok, por supuesto que no mencionó nada al respecto porque eso lo haría cambiar de opinión antes de lo que canta un gallo.

Hacía frío, el justo en una noche de diciembre en España, pero se soportaba. Erick regañó a su novia porque no llevó un abrigo y así terminaría congelándose y, lo más probable, también se resfriaría.

—Ya basta, no eres mi padre —refunfuñó cuando lo escuchó por tercera vez en la noche.

—Entonces deja de decir que tienes frío, niñata tonta —gruñó, a pesar de que ya se había sacado su americana para posarla sobre sus hombros.

Ninguno de los dos volvió a decir palabra hasta que llegaron a casa, Cyara los acogió con calidez mientras le contaba la ilusión que le hacía poder celebrar esa cena familiar, Christopher bajó poco después anunciando que Leyner se había quedado completamente dormido. No era de extrañar, dormir se había vuelto su pasatiempo favorito, cuando era apenas un bebé se lo pasaba colgado del pecho de su madre aunque no tuviera hambre, con el paso del tiempo había preferido dormir a sus horas y hacer ruido por el día. Todo apuntaba a que sería más travieso de lo que Layla fue en su momento, la pared pintada del salón era la prueba, o las plantas que había decidido destrozar... O esa larga lista de travesuras que había cometido sin saber siquiera andar correctamente.

Lujuriosos PensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora