Extra

1.1K 105 45
                                    

Erick

¿Qué tan normal podía ser la vida de un dominante teniendo en cuenta que su nueva ilusión era una adolescente?

Pero no una adolescente cualquiera sino la hija de Christopher, de otro dominante, uno más sádico de lo que podría ser yo... Uno que me decía problemas con la mirada si ponía mis ojos sobre el cuerpo de su hija.

Bueno, normal no podía ser, pero tampoco tenía la respuesta a eso así que pronto lo descubriría.

Era una noche como cualquier otra, ni la música sonaba alta ni la tensión sexual estaba muy cargada en el ambiente. El tema de conversación en la mesa era aburrido, al menos para mi, todos hablando de su vida en pareja y yo más solo que la una. No era fan del compromiso, me atrevería a decir que tampoco era fan de lo romántico ni de la palabra "amor" y sus significados. ¿Alguna vez me enamoré? Si, claro que lo hice, y terminé en la mierda. Por eso desde entonces prefería tener cuidado con involucrarme demasiado, sobre todo cuando se trataba de mujeres, esos seres encantadores y demoníacos.

—Vaya, pero si ha llegado Christopher —la voz de uno de mis compañeros me hace volver a la realidad y buscar al sujeto con la mirada.

No iba solo, para mi sorpresa, Cyara caminaba a su par y una chica que tenía todas las papeletas de ser su hija estaba a unos metros por delante, mirando a su alrededor con fascinación.

Sabía que desde ese momento no estaría solo en el infierno.

Y, quizá suene exagerado, pero cuando su mirada chocó con la mía, en medio de la tenue luz de colores que le daba esencia al club, supe que sería el amor de mi vida.

Tan dulce, tan inocente y fácil de corromper.

Con un cuerpo que provocaba y una mirada que incitaba, tan semejante a sus padres.

Caminaba con temor y al mismo tiempo con tanta seguridad, sabiendo que nadie allí se atrevería a nada por ser hija de quien era, con la cabeza en alto y un contoneo de caderas que te aleja de la realidad. Así conocí a Layla... Bueno, a Layla la conocía de toda la vida pero no contaba porque los recuerdos que tenía de ella eran todos de cuando ni siquiera balbuceaba, ahora tenía toda la pinta de saber muchas cosas y yo estaba dispuesto a enseñarle otras tantas.

Me relamí los labios de forma inconsciente mirándole el trasero, me recordaba al de una rubia en particular y tenía sentido porque eran madre e hija. Lo que no me esperaba era que mi campo de visión de viera afectado por algo, o mejor dicho, por alguien.

—¡Oh, Christopher! —inprovisé, sorprendido cuando este llegó a la mesa—. ¿Cyara no te manda saludos para nosotros?

—Por supuesto —su sarcástica sonrisa me hizo darme cuenta de que sabía lo que estaba pasando—. Estos son los saludos de Cyara.

Sus manos agarraron de mi camisa y sin ningún esfuerzo me levantó del sofá en el que estaba sentado, abrí los ojos sorprendido ante la acción pero no dije nada. ¿Qué iba a decirle? Siento mucho mirarle el culo a tu hija, la verdad es que me dejó la polla dura y probablemente más tarde me descargue pensando en ella. No, claro que no iba a decirle semejante cosa.

—Y estos son los míos —alzóuno de sus puños, dispuesto a golpear mi rostro pero Joel no se lo permitió.

—¿Qué cojones te pasa?

—¿Qué cojones te pasa a ti? —espetó—. Tiene dieciséis años, es una menor...

—Eso ya lo sé —mentí, no tenía ni la menor idea de su edad porque no llevaba la cuenta, me traía sin cuidado. Aparentaba mayor, quizá de unos dieciocho o diecinueve.

—¿Ya lo sabes? —frunció el ceño, desconfiado de mi palabra—. No parecías saberlo cuando le mirabas el trasero.

—Con respecto a eso...

—No, Erick, con respecto a eso nada —escupió—. Te dejé follarte a mi mujer, no dejaré que hagas lo mismo con mi hija.
—¿Estás seguro? —lo reté, alzando una de mis cejas en su dirección, tentando mi suerte.

—Maldito hijo de puta —siseó, con claras intenciones de golpearme pero Joel vuelve a impedírselo

—Erick, ya basta —me advirtió Joel, al parecer no quería ver el mundo arder—. Christopher tiene razón esta vez, ella es una niña.

Me crucé de brazos, como si fuera a meditar mi respuesta, y terminé asintiendo.

—Lo lamento —hablé—. No me gustan las jovencitas... Además, es tu hija, no te faltaría al respeto de esa forma.

Era verdad, no me atraían las mujeres tan jóvenes, ni mucho menos las niñas. Sin embargo, Layla tenía ese no sé qué que me gritaba que debía de arriesgarme e ir contra todo solo por ella.

Y lo hice, claro que lo hice, a mi manera. Sabía que su interés por mí eran tan grande como el mío por ella así que eso facilitó muchísimas cosas. Claro que nuestro primer encuentro en lo tocante al sexo fue una puta mierda y todo por mi culpa, por haber dejado que mis sentimientos negativos influyeran en ella. Por primera vez en mi vida sentí algo más fuerte que el placer, sentí miedo. Miedo de perderla. Miedo de haberla cagado y que ya no quisiera verme ni en pintura. Miedo por haber sido yo el único culpable.

Logré que eso no ocurriera, no sé cómo pero lo logré. No estaba todo perdido.

Con ella descubrí cientos de emociones que jamás pensé que volvería a sentir. Esos celos cuando vi un chupetón en su cuello después de su quedada de amigos. Impotencia al no poder hacer nada por ella. Vulnerabilidad cuando estaba cerca. Todas y cada una de esas emociones juntas: amor.

¿Pero merecía la pena amar a alguien así?

Quizá el miedo siempre fue más grande que el amor y es por eso que siempre terminaba rompiéndole el corazón (y rompiéndomelo también a mí al ver su expresión de dolida).

Lo triste era que su amor por mi siempre fue más grande que todo lo demás y yo no podía permitir eso. Por eso la dejé, por eso le di su espacio para que viviera sin mí y disfrutara como una niña de su edad. Para lo demás todavía tenía toda la vida por delante.

Estábamos destinados, claro que si, por eso todo terminó como debía de terminar. Por eso su cuerpo estaba entre mis brazos todas las mañanas, por eso eran sus labios los que se apoderaban de los míos, por eso nunca había dejado de amarla.

|| F I N A L ||

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now