Capítulo 14

1.3K 135 60
                                    

La joven tamborileó sus dedos sobre su rodilla derecha mientras miraba el reloj que estaba colgando en la pared de la sala, su madre no saldría de trabajar hasta más tarde y su padre... Ni siquiera sabía qué asuntos tenía para resolver más importantes que pasar el rato con ella.

Bufó, quizá por enésima vez.

—Layla —llamó su atención el ojiverde—, deja de preocuparte, tu padre estará fenomenal.

—No es mi padre quien me preocupa sino la persona con la que esté —se sinceró—. Por cierto, ¿qué haces tú aquí? Pensé que solo te habían mandado traerme, no necesito niñera.

—No voy a dejarte sola, cuando lleguen tus padres me iré... Aunque no tienes que fingir que no te agrada mi compañía, ambos sabemos que te gusta tenerme cerca.

—Uy, si, me encanta —el sarcasmo era más que notable en su voz, lo que hizo que Erick sonriera disimuladamente.

Se acercó hasta ella, que había sentado su culo en el sofá nada más llegar a casa, y la miró ladeando la cabeza. No tenía ni la menor idea de cómo tratar adolescentes, no sabía que les gustaba hacer ni nada por el estilo. Normalmente solo tenía relaciones con adultos, en su vida se imaginó que tendría que hacerse cargo de una adolescente que le atontaba la mente. Y, por lo general, las relaciones que tenía con los adultos eran de carácter sexual y explícito, haciendo excepción de unos cuantos amigos que se podían contar con lo dedos de las manos, ya que no eran demasiados.

—Me encanta el color de tus ojos —admitió, al darse cuenta de que llevaba varios minutos mirándola.

—Los tuyos también son verdes —señaló, sonriente.

—Si —asintió—, pero no son la misma tonalidad —chasqueó su lengua, ante el mínimo detalle—. El verde es mi color favorito.

El dato hizo reír a Layla, pues también era su color favorito desde pequeña. Asociaba el verde a la naturaleza, que era una de las cosas que más le gustaba, siempre que podía y hacía buen tiempo salía a dar caminatas por el bosque que quedaba cercano a la ciudad. Además de que sus abuelos tenían una casa en el campo y le encantaba pasar los fines de semana allí durante sus vacaciones de verano, así también se familiarizó con los animales, pues los vecinos de estos tenían un par de caballos que pastaban cerca de su casa.

—Debo de asumir, entonces, que tu sección en el club es verde y que este es el color que te representa a ti y a tus sumisas —planteó.

—Estás en lo cierto, ahora veo que no me equivoqué de color —las mejillas de la joven se sonrojaron al notar su penetrante mirada en sus ojos—, o quizá debí escoger el rosa.

—Oh, basta —sacudió ligeramente su cabeza y llevó las manos a su cabello para comenzar a trenzarlo, por alguna razón solía hacer eso cuando estaba nerviosa y no sabía que hacer.

La acción tomó por sorpresa al dominante, le pareció de lo más curiosos. La adolescente no dejaba de sorprenderlo, razón suficiente para seguir conociéndola y descubrir que más misterios se guardaba.

—Tal vez deberías de llevarme algún día.

Erick rió, como si acabara de contarle el chiste más gracioso del mundo.

—Lamento decirte que las niñitas no pueden entrar allí —fingió un mohín con sus labios.

—Yo no soy ninguna niñita —se quejó.

—Lo dice la que tiene dieciséis añitos —siguió burlándose, ganándose un golpe de su parte, no fue con mucha fuerza pero al estar de cuclillas le hizo perder el equilibrio y terminó cayéndose.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now