Capítulo 20

1.5K 129 50
                                    



De su garganta se escapó un sonoro gemido, habían hecho tantas cosas placenteras de las que no tenía ni la menor idea... ¿Y de esa forma esperaba que buscara a uno de su edad? Por favor, si estaba visto y demostrado que eran los hombres mayores quienes tenían más experiencia con lo referente al sexo. ¿Que podría hacer uno niñato como ella? Poco más de lo que el porno les mostraba.

—Me duele todo el cuerpo —se quejó, sintiendo sus piernas temblar aun minutos después de haber tenido un orgasmo—. ¿No quieres que me diga doliendo?

—Vainilla, eres insaciable, ¿eh? —rió entre dientes, la volteó para dejar un camino de besos por su espalda y acariciar con la yema de sus dedos las rojas nalgas de la chica, solo la había azotado cuando estaba en cuatro, la posición en la que también tiró de su cabello hasta oírla quejarse—. No te muevas.

Se levantó de la cama para ir a buscar crema hidratante, de lo contrario le escocería la piel con el simple roce de cualquier pequeña cosa, untó esta en sus dedos para después esparcirla por sus nalgas. Layla sonrió ante la acción y contuvo las ganas de hablar, lo que menos quería era soltar alguna estupidez de la que podría arrepentirse más tarde.

—Así que... Aquí se termina todo —indicó, chasqueando su lengua y cerrando sus ojos, como si quiera disfrutar la calma, paz y tranquilidad del post-sexo.

—No, vainilla, esto no ha hecho más que empezar —le hizo saber, acostándose a su lado.

La simple acción y sus palabras hicieron que ella abriera los ojos para mirarlo con curiosidad al tiempo que una maliciosa sonrisa amenazaba con surcar por sus labios.

—Oh, no. No, no, no... Por hoy hemos terminado, yo dije que no ha hecho más que empezar pero por hoy has tenido suficiente —carcajeó al ver sus malévolas intenciones—. No quiero que mañana estés más dolorida de lo normal, como has podido comprobar no soy suave en la cama.

—Tampoco fuiste tan agresivo como me imaginaba —burló, apoyando su cabeza en sus antebrazos.

—No soy agresivo —arrugó su nariz—. Borra la imagen de destrozacamas de tu mente porque definitivamente no soy así.

—¿Nunca has destrozado una cama, Erick? —interrogó con diversión.

El dominante aclaró su garganta, un tanto incómodo con el tema, suficiente para que ella se carcajeara.

—¡Oh, por Dios! ¡Has destrozado camas!

—¡No pluralices! —chilló—. Solo pasó una vez y porque las cosas se me salieron de las manos, no es algo que quiera recordar.

—Vaya, vaya... Pasado oscuro encontrado.

—Layla, no insistas porque no te contaré nada —dejó claro, cruzando sus brazos sobre su pecho—. No todos nacemos siendo maestros.

—Nadie nace siéndolo...

Erick abrió la boca dispuesto a hablar pero el ruido de la puerta lo distrajo, fue rápido en levantarse y tomar su ropa del suelo para poder vestirse. Layla lo miró con confusión pero imitó su acción solo por si acaso. Poco después los nudillos de alguien golpearon en la puerta de su habitación, el dominante apretó sus labios, sabiendo con certeza quién se encontraba del otro lado, Cyara ya había estado en casa esa mañana así que ella no iba a ser... Solo quedaba otra opción válida.

—Erick, ya sé que tú también estás ahí, solo abridme la maldita puerta —la voz de Christopher no sonaba con enojo, ni con rabia, ni con nada parecido. Lo que hizo que el ojiverde se alertara más, fue él mismo el que corrió hasta la puerta para abrirla.

Christopher ni siquiera se molestó en mirarlo, pasó por su lado sin decir absolutamente nada y abrazó a su hija.

—¿Qué pasa, papá...? No me digas que...

—Tu abuelo ha fallecido —susurró, sintió su corazón encogerse dentro de su pecho cuando los ojos de su hija se empañaron y un sollozo trepó por su garganta.

—No, no... Eso no es verdad, dime que no es cierto —pidió lloriqueando—. Papá, ha sido muy pronto, pensé que duraría más y que yo podría despedirme de él...

—Lo siento, amor —besó su frente, mientras que con sus manos acariciaba su cabello—. Ya lo están llevando para la funeraria, me imaginé que querrías estar allí...

—Pero...

—Si no quieres puedes quedarte en casa, quizá sea lo mejor, ¿no? —intentó regalarle una sonrisa pero esta nunca llegó a dibujarse del todo en sus labios—. Erick no tendrá problema en quedarse, por lo que veo.

—Vale, Christopher, yo... —intentó excusarse.

—Cállate, por favor, ya hablaremos en otro momento —suspiró, Layla se separó del abrazo para ir hasta el baño y limpiarse el rostro, que ya estaba empapado de lágrimas—. Por si no lo has notado, mi padre se ha muerto, no me interesa escuchar tus excusas del por que te has follado a mi hija...

—No iba a darte excusas... Bueno si, pero antes quería reclamarte —arrugó su nariz—. Me azotó... Maldita sea, tiene tu misma técnica a la hora de darle en el culo a alguien.

—Y yo pensando que ibas a darme el pésame... —sonrió de lado, poniendo una de sus manos en el hombro de Erick—. Mira, lo que mi hija haga o deje de hacer en su vida sexual no es mi asunto, con tal de que lo haga con responsabilidad... Y que disfrute, por supuesto.

—¿Me estás diciendo que no te importa lo más mínimo que ella...?

—No, Erick, no me importa que ella tenga sus puntos de dominante —chasqueó su lengua contra su paladar—. Es hija mía y de Cyara, es obvio que sumisa no iba a ser. Yo mismo le enseñé lo básico cuando me lo pidió.

—Pensé que te importaba el hecho de que tuviera dieciséis años.

—Me importa —aseguró—, pero vuelvo a insistir, mientras lo haga con cabeza... Que se cuide de cualquier ETS y de un embarazo. No voy a cortarle las alas, se merece volar y descubrir el cielo.—Christopher tomó una profunda respiración—. Iré a darme una ducha rápida y cambiarme de ropa,

—Oye, Chris... —lo agarró del brazo antes de cruzara la puerta—. Lo siento. Siento lo de tu padre y lo de tu hija.

—Mi hija no está muerta —gruñó por lo bajo—, así que despreocúpate por eso... Ya tendremos esta conversación más adelante.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now