Capítulo 36

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Su cálido semen resbaló por la cara interna de sus muslos, su cuerpo subía y bajaba debido a su acelerada respiración, las bolas chinas que Erick había dejado en su boca se habían hecho escurrido y estaban ahora en la mesa. El dominante le dio la vuelta, dejándola boca arriba, sus sensibles nalgas presionaron la mesa y un quejido escapó de sus labios.

—¿Ya estás cansada? Todavía no he empezado contigo —susurró—. Dime, Layla, ¿quieres que te siga follando aquí o prefieres ir directa a mi sección?

—Aquí me gusta —admitió en un hilo de voz.

—No tienes vergüenza, ¿eh? —soltó una risotada.

—Me enseñaste a no tenerla, señor —respondió con una pícara sonrisa en los labios, lo de fingir inocencia no iba con ella—. Quiero probar algo...

Él arqueó una ceja, mirándola con curiosidad. Siempre que decía eso terminaba siendo un inconveniente para él: ya fuera terminar esposado a la cama, o que su culo quedase rojo después de ser azotado. ¿Que le esperaría esta vez?

—¿Ves esa chica de allí? —señaló con la mirada a una de las jóvenes que servía a un par de mesas de la suya—. Me gusta.

—¿Te gusta? —inquirió—. ¿Te gusta como para besarla o como para acostarte con ella?

—Quizá solo quiero besarla... Quizá —fue su turno de reír—. No lo sabré con certeza hasta que lo pruebe.

—Me voy a poner celoso, vainilla —bromeó, porque la simple imagen de ver a su novia-no-novia besándose con una sumisa hizo que su polla se endureciera más.

Alzó su mano para llamar la atención de la chica, Layla se reincorporó al ver que esta avanzaba entre la gente para acercarse a ellos, Erick dio un paso atrás para dejarle el dominio de la situación a la adolescente. Le sonrió con coquetería antes de acercarse juguetona, acarició su mejilla derecha antes de poseer su boca, sus labios se entendían bastante bien, como si las dos estuvieran esperando ese momento. Su otra mano descendió hasta su cuello y la situó allí, dominando el beso a su jodido antojo, demostrándole no solo a ella sino a todo aquel que la miraba quien era la que estaba tomando las riendas.

—¿Eres la hija de...?

—Sí —la interrumpió, tomando su labio inferior con sus dientes y raspándolo de forma ligera—. ¿Se nota o le pongo más ganas?

—Se nota —afirmó, sonriendo un tanto embobada—. Hacen falta más mujeres dominantes, no todas somos heterosexuales, ¿sabes?

—Lo sé, por algo quise besarte —admitió—. ¿No te gustaría...?

—No, si pudiera tener una noche solo contigo no tendría problema en aceptarla, pero no quiero a un hombre allí —sonrió apenada—. No es por nada, Erick, no te lo tomes a mal, pero me gustan sólo las mujeres.

—Es comprensible —le guiñó un ojo—. No debes de decir tu verdad con pena, quizá Layla no vaya a tener sexo contigo pero conozco a una mujer que lo hará encantada, una dominante en todos los sentidos de la palabra: Victoria.

—¿La italiana?

—¿Pariente de Damiano? —inquirió la adolescente al estar perdida en la conversación.

—Algo así, tienen un club cerca —asintió.

—También es rubia, supongo que me puede servir —bromeó la chica antes de volver a mirar a Layla con los ojos chispeantes de deseo—. ¿Un beso de despedida, guapa?

No le respondió, en su lugar volvió a besarla, esta vez con más ganas que antes para demostrar que no era nada escrupulosa. Estaba besando a una mujer ¿y qué? Le estaba gustando y no había nada de malo en ello. Todo lo contrario, cuando se alejó sintió que su coño volvía a palpitar con necesidad de ser atendido. Erick también lo notó porque llevó dos de sus dedos a la zona para frotar su clítoris, estaba húmeda, más que de costumbre, lo que supuso que sus dedos resbalaban con mayor facilidad sobre su piel.

—Aférrate, vainilla, porque te voy a dejar con las piernas temblando.

Y vaya que lo hizo.

Sus labios se distrajeron en su cuello, sus dedos acariciaban de forma tortuosa en su punto débil, llevándola al borde del orgasmo y dejándola así, para que cuando por fin estallase fuera más intenso que de costumbre. Calló sus gemidos con la palma de su mano, disfrutando el momento en el que ella clavó allí sus dientes y revoleó sus ojos, perdida entre el placer que su cuerpo estaba recibiendo. Cada descarga se sintió la gloria, incluso cuando sus piernas fallaron y todo a su alrededor se volvió borroso.

—Cuando bajes de tu nube de éxtasis te invitaré a un trago, supongo que te lo has ganado —ronroneó en su oído.

Su plan no era emborracharla, todavía era consciente de su minoría de edad, y también que su padre era tan dueño del club como él. No iba a cagarla con un detalle como ese, no se lo iba a permitir. Layla aceptó gustosa beber del vaso de tequila que él le brindó, hizo una desagradable mueca que lo hizo reír.

—No quiero más.

—Me alegra que digas eso —respondió, tendiéndole su camiseta—. Vístete, tengo una propuesta que hacerte.

Ella lo miró con curiosidad, las propuestas del dominante solían gustarle así que no veía que esa fuera a ser de otra manera. Vistió la prenda y alisó también su falda, intentando disimular que acababan de echar un polvo encima de aquella mesa. Erick sonrió al verla, él también se había acomodado la ropa e incluso pasó una de sus manos por su cabello para disimular el alboroto en este.

Tomó una profunda respiración y alzó una de sus manos para pedir orden en el club, todos dejaron lo que estaban haciendo para centrar su completa atención en él.

—No soy un hombre romántico —habló—, si me hubieran dicho hace unos años que me enamoraría de una niñata malcriada me habría reído a carcajadas, pero hoy es una realidad. Me enamoré de ti, Layla, de la hija adolescente de uno de mis mejores amigos. —Erick soltó una risotada, centrando su mirada en la joven de ojos verdes que lo miraba con atención—. Nunca fui bueno con las palabras, supongo que por eso me gusta más actuar que hablar, por eso... —carraspeó, hincando su rodilla y sacando de su bolsillo el anillo que había pasado a comprarle antes de recogerla en su casa—. Vainilla mía, ¿quieres ser mi novia?


—¿Aceptas un no como respuesta? —intentó bromear, a pesar de tener los ojos llenos de lágrimas—. Si, si quiero, la pregunta ofende.

Él sonrió, dejando el anillo en su dedo para después incorporarse y abrazarla, llenando su rostro de besos. Varios "te amo" salieron de sus labios mientras que a su alrededor todos aplaudían llenos de euforia. Erick buscó entre la gente una mirada en concreto, se sintió aliviado al ver que no mostraba enojo sino una pequeña sonrisa, una que sabía que no le traería problemas.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now