Capítulo 7

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Layla se había pasado el día pensado, estaba harta de llorar y de la lamentarse. Siempre decía que no quería actuar como esas protagonistas de las historias clichés que solía leer por las noches en Wattpad, sin embargo, estaba haciéndolo.

Se maldijo internamente y se preparó mentalmente para ir al club por sí sola. Sabía que su madre estaría en el trabajo y su padre no visitaba el club por las mañanas, era su oportunidad y no quería malgastarla.

Como era de esperar, no había casi nadie allí, tan solo dos de los dueños, algunos aprendices y una camarera con la que se llevaba especialmente bien.

—¡Layla! —exclamó Fiammenta al verla—. ¿Qué haces tú por aquí? ¿Has venido sola..? ¿Tu madre sabe de esto?

—Muñeca, no la aturdas con tantas preguntas —suspiró Zabdiel pasando uno de sus brazos por sus hombros—. Aunque sería interesante que respondieras a algunas, Layla.

La joven sonrió de lado mirándolos, no iba a admitir en voz alta que Fiammenta y Zabdiel eran su pareja favorita después de sus padres. Acomodó un mechón rebelde detrás de su oreja derecha y aclaró su garganta antes de hablar.

—Mis padres no saben que estoy aquí.—Se sinceró—. Yo solo quería hablar con Erick, ¿está...?

—Estoy —el recién nombrado, quien la había visto llegar y no pudo evitar escuchar la conversación, se acercó a ellos—. Así que si quieres hablar, este es el mejor momento para hacerlo.

Zabdiel le lanzó una mirada de advertencia que no pasó desapercibida para nadie, Fiammenta al darse cuenta de la situación lo agarró de un brazo y lo guió hasta una de las mesas. Podría entretenerlo un rato para darles privacidad a ellos dos a la hora de hablar, eso si, tampoco se irían demasiado lejos para evitar algún tipo de conflicto.

—Mi padre habló contigo, ¿verdad? —cuestionó ella ladeando la cabeza—. No me lo ha dicho pero lo conozco y sé lo que estaba pensando en hacer.

No específicamente.

Habló de una forma muy Christopher.

—Si, él y yo hablamos —carraspeó—. Y si supiera que ahora nosotros estamos hablando probablemente me cortase los huevos, ¿eres consciente?

—Lo soy —soltó una risa negando con la cabeza—. Él me quiere mucho, hasta el momento soy su única hija y solo quiere lo mejor para mi. Tú no eres ni de lejos lo mejor para mi.

—Gracias por la sinceridad, Layla —respondió con sarcasmo—. Me encantan las chicas sinceras.

—Entonces voy a ser sincera del todo —decidió, no porque quisiera encantarle sino porque se sentiría mejor consigo misma—. Tengo dieciséis años pero no soy tonta, que actúe como una no quiere decir que lo sea. Lo que tú me hiciste fue muy feo, no estuvo bajo mi consentimiento del todo así que... Lo que una chica inteligente haría...

—Sería denunciarme —completó su oración, ella asintió al escucharlo—. ¿Y eres una chica inteligente?

—Claro que lo soy, por eso prefiero que la culpa siga atormentándote un rato más. A mi también me gustan los chicos sinceros y tú no lo fuiste conmigo —chasqueó su lengua contra su paladar—. Soy muy parecida a mi padre, ¿sabes? Me gusta observar y fijarme en todos los detalles... En tus ojos brilló un atisbo de enojo cuando mencioné a mi padre, bajé la mirada a tu garganta y noté varias marcas de asfixia que no cualquiera podría hacer, además de que tragaste saliva cuando dijiste que él y tú hablasteis ayer. Es más que obvio que las cosas se pusieron violentas, ¿eh?

Erick estaba impresionado, para tener dieciséis años tenía fluidez en el habla y en la manera de expresarse. Además de que, tal y como había dicho, había observado detalladamente sus acciones. Solo por estes dos rasgos se sabía que era hija de Cyara y Christopher.

—No quiero ser yo el que te diga que te alejes de mi, Vélez —murmuró con calma—. Honestamente, no me apetece tener otra charla con tu padre.

—Mi padre es el puto amo —sonrió con autosuficiencia—, se nota que eso a ti te jode, te hierve la sangre con solo pensarlo, ¿no es así? —dejó escapar una risa, dando dos pasos hacia delante para quedar más cerca de su cuerpo.

—¿Y crees que eso es lo que me impide tener algo contigo? Layla, eres menor, lo que hice fue una mierda y lo admito —suspiró—. Lo siento muchísimo, jamás debí de invitarte a nada... Tuve que esperarme a que tuvieras dieciocho años y las ideas bien amuebladas en la cabeza. Me arrepiento de haber empezado así contigo. Solo me queda hacerle caso a tu padre, después de todo...

—No —negó —. Todo estuvo muy mal, de eso no hay duda. Pero lo que más me ha jodido fue que me usaras por estar cabreado con mi padre. No me importa que sea con dieciséis o con veintitantos, lo que me importa es que lo hagas porque verdaderamente te gusto y quieres hacer algo conmigo... No porque quieres saciar el enojo contra mi padre. Así que no me busques a los dieciocho, búscame cuando te interese de verdad.

—No quiero que tengas esa idea en mente —murmuró, atreviéndose a alzar la mano para acariciar su mejilla—. Eres hermosa, Layla, una perfecta combinación de tus padres... No permitas que nunca nadie te baje la autoestima, ni siquiera un hijo de puta como yo. Tú me gustas, habría que estar loco para no fijarse en alguien como tú...

—La edad no es un problema —farfulló, en todos los libros que había leído los protagonistas solían llevarse años y nunca había problema en ello. Incluso en la realidad, su padre era más mayor que su madre y nadie le había puesto pegas.

—Para mi si lo es... Tú eres una jovencita, tienes mucho que disfrutar con chicos de tu edad, o con chicas, nadie va a juzgar eso... Antes de apuntar a lo intenso, deberías de probar todo lo demás —explicó con calma—. Yo no me moveré de aquí, este es mi mundo. Cuando tú quieras adentrarte en él, yo te estaré esperando. Y si no quieres hacerlo lo entenderé completamente, Layla.

Los ojos de la adolescente se desviaron hasta los labios del dominante cuando este terminó de hablar y por acto reflejo se relamió los suyos.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now