Capítulo 10

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El club estaba a tope de gente, se notaba que era fin de semana y los jóvenes salían a disfrutar con su grupo de amigos. Después estaba Layla, que supuestamente no podría estar allí por ser menor de edad, pero al ser hija de uno de los dueños tenía ciertos privilegios.

—Esto es una mierda —opinó en voz alta, consiente de que sus padres no iban a escucharla porque estaban muy entretenidos besándose.

—¿Lo es? —cuestionó alguien más, llamando su atención.

—Desde luego —asintió, se volteó para mirar al ojiverde, quien no se había acercado demasiado porque era consciente de que Christopher estaba alerta—, todos aquí están bebiendo alcohol y yo me tengo que limitar a mirar.

—¿Eso es lo que quieres?—inquirió—, beber alcohol.

Ella se encogió de hombros, de sus labios no salió un "tal vez" pero con el gesto lo dio a entender. En el fondo sabía que no deseaba beber alcohol, a su paladar no le llamaba la atención, pero el comentario le pareció lo más ocurrente para decir en ese momento.

—No seré yo cómplice, así que dudo que vayas a conseguir beber alcohol en este club —rió el pelinegro.

—¿Ah, si?

—¿Crees que vas a conseguir que te vendan alcohol, Layla? Aquí todos saben de quien eres hija, por lo tanto, nadie se atreverá a darle alcohol a una adolescente.

—Sé que puedo conseguirlo, no me retes —bufó, ante la mirada del dominante que parecía burlarse de sus palabras, lo único que hizo fue caminar hasta la barra.

No quería quedar mal así que tendría que buscarse alguna alternativa. Apoyó sus codos en la barra y esperó a que una camarera se acerca, esta sonrió al ver de quien se trataba.

—Sabes que no puedo servirte alcohol, Layla —chasqueó la mujer tras la barra, la joven estuvo a punto de replicar pero alguien más lo hizo por ella.

—A ella no pero a mi si.—Un joven se situó a su lado, medía alrededor de un metro setenta y siete, su claro cabello estaba perfectamente peinado hacia atrás, sus grandes ojos la observaban con picardía y una sonrisa se dibujaba en sus finos labios—. Por favor, ponme dos copas de tequila.

La camarera apretó los labios ante la petición pero no le quedó más remedio que hacer lo que le había pedido.

—No tenías que hacer esto —explicó Layla, repasándolo con la mirada.

—Oh, descuida —le guiñó un ojo cuando la camarera dejó ambos vasos en la barra, tomó uno con cada mano y volvió su mirada a la chica—. ¿Qué gano yo a cambio?

—¿Perdona?—rió sus palabras, como si verdaderamente le hubieran hecho gracia.

—Ya sabes, tú quieres alcohol y yo te lo doy —explicó—. ¿Qué gano yo a cambio?

—Un golpe en tu ridícula cara como no te alejes en estos momentos —espetó Erick en su dirección, ambos desviaron la mirada hasta él, ninguno se esperaba que alguien más estuviera atento a su conversación.

Bueno, Layla ni siquiera sabía que se encontraba tras ella y que había estado escuchando su conversación.

El chico, sonrió incómodo y, tras disculparse un par de veces, se retiró de allí para volver a la mesa en la que se sentaba con sus amigos.

—¿Qué crees que haces?—interrogó ella, mirándolo con recelo.

—¿Qué crees tú que haces? ¿No ves que sus intenciones no eran buenas?—escupió, señalándolo con su dedo índice, sin importar que fuera un gesto de mal educación—. Es más que obvio que quería que te acostaras con él.

—¿Acaso tus intenciones son mejores?— refutó—. ¿Y qué pasa, ah? Tal vez yo también quería acostarme con él.

—Tú no querías eso.

—¡Tú no puedes saber lo que yo quiero y lo que no!—gritó —. Para ti solo soy una adolescente, ¿recuerdas? Me mandaste pasar el rato con los de mi edad, él solo me llevaba un par de años, ¿por qué no habría de querer tener sexo con él, eh?

—¡Porque no! ¡Porque no es tu tipo!

—¿Y quien es mi tipo?

—¡Yo! ¡Maldita sea! —gruñó, consciente de que la camarera que antes le había servido los tragos se había quedado mirando en su dirección—. Yo soy tu jodido tipo y él no se parecía en nada a mi.

Ella rió, haciendo que él se sintiera más confuso que nunca. Hace nada se estaban gritando y ahora se reía, ¿acaso era bipolar o algo por el estilo?

Erick no entendía nada y cada vez entendía menos.

—¿No te das cuenta de que ahora solo busco algo que no se parezca a ti en absoluto?— preguntó—. Él habría sido el candidato perfecto pero tú te encargaste de joderlo todo.

—¿Qué no se parezca a mi? Eso es absurdo.

—Tú sí que eres absurdo.

—Esta conversación se está volviendo cada vez más ridícula —se quejó él.

—Tú sí que eres ridículo.

—¡Layla!—reprochó—. Ya basta, entiendo que mi acción te haya molestado pero tampoco es para ponerte tan borde conmigo. Ya me lo agradecerás más adelante porque es obvio que no querías beber tequila ni mucho menos querías follártelo.

—Eso tú no lo sabes —bufó—, en serio, Erick, no puedes saberlo todo y mucho menos cuando se trata de mi vida.

Sin más que añadir se dio la vuelta para ir de regreso a la mesa de los dueños, no había sido una buena idea querer acompañar a sus padres, debería de haberse quedado en casa y ver alguna de esas películas de miedo que tanto detestaba y que por eso veía. Su mirada se había quedado fija en los anillos que Fiammenta y Zabdiel llevaban en su dedo anular, ¿cómo había pasado su relación de dominante-sumisa a ser ahora marido y mujer? ¿Cómo había pasado también la relación de Evelyn y Joel a lo mismo? ¿Por qué sus padres no llevaban un anillo de la misma manera?

La inseguridad llenó su cuerpo, ¿es que acaso ellos no se querían lo suficiente? ¿O en realidad su relación no iba más allá de todo este rollo?

Layla tenía claro que iba a formularle la pregunta en la mañana siguiente, si no entendía ni a su propia familia no iba a entender su mundo... Y si no entendía su mundo no iba a saber si quería o no formar parte de él.

La invitación de Erick se había quedado en el aire, la propuesta de enseñarte todo cuando ella cumpliera la mayoría de edad. Pero ella no iba a esperar dos años más, si no era de la mano de Erick lo haría de la mano de alguien más, porque su curiosidad era más grande que las ganas que le tenía al pelinegro.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now