Capítulo 24

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La vara recorrió sus piernas, haciéndole sentir un cosquilleo en la piel con el simple roce de esta, se avergonzaba de su posición: sentada con las piernas abiertas, el dominante a su lado agarrando su cabello con un puño, la tela de sus bragas empapada por su humedad, la saliva amenazando con desbordar por la comisura de sus labios, su pecho subiendo y bajando delatando su pesada respiración.

—¿Ansiosa, vainilla?

Asintió, sabiendo que debía de responderle a sus preguntas sin poner ningún pero, y ahogó un jadeo en su garganta cuando sintió la vara rozar su vulva sobre la tela de sus bragas. La joven pensó que se burlaría de su estado de excitación, pero no fue así, solo le dio una lujuriosa mirada y acto seguido golpeó su coño con la vara. Cerró las piernas de inmediato, sintiendo como el dolor era mínimo pero se había sentido como un chispazo en su zona más sensible, con la acción también se arqueó echando su cuerpo hacia delante, ganándose un tirón de pelo por parte del dominante.

—Pensé que había quedado claro cómo sería la sesión —vaciló, tirando de su cabello hacia atrás para hacerla volver a su posición—. Abre las piernas, vainilla.

Esta vez dio pequeños toques, anticipándola, antes de volver a azotar con la vara en su coño. Layla volvió a cerrar las piernas, avergonzada. La acción se repitió al menos unas cinco veces, la chica no podía sentirse peor al no ser capaz de cumplir con una simple orden que él le había dado, Erick sonrió divertido por la situación y se dispuso a deshacerse de sus húmedas bragas.

La adolescente cerró sus ojos, apenada, ahora ya no tendría nada más en lo que refugiarse. Mucho menos si él se cambiaba de lugar y terminaba de pie frente a ella.

—¿A qué viene esa vergüenza ahora, vainilla? —interrogó, sonriendo de forma ladeada—. Hay cientos de formas de ponerte indefensa, podría venderte los ojos y usar una barra separadora para que mantuvieras las piernas abiertas. Eso sería lo ideal... —Layla fue rápida en negar con la cabeza, le atemorizaba perder el control sobre su cuerpo de forma completa, no iba a ponérselo tan fácil si eso era lo que deseaba—. Mi amor, no te asustes, sabes que no te haré nada sin tu consentimiento.

Eso fue un tremendo alivio para ella, se había relajado bastante con solo oírlo decir esas palabras y ya tenía su confianza depositada en él por completo. Lo vio dejar la vara a su lado, arrodillándose frente a ella y llevando su boca a su zona más húmeda. Quiso gimotear pero la mordaza ahogó el sonido, también intentó llevar una de sus manos a su cabeza pero recordó que las tenía aprisionadas con un cinturón en su espalda, dejarse llevar estaba siendo un tanto complicado.

—Solo tienes que confiar en mi —susurró antes de recorrer su coño con su lengua, sintiendo sus palpitaciones contra su boca. Le fue inevitable sonreír, era más que obvio que la calentaba a niveles extremos y eso le agradaba a más no poder—. ¿Confías en mi?

Acarició su clítoris con dos de sus dedos mientras esperaba su respuesta, la vio asentir frenéticamente, a pesar de que dudaba en si de verdad lo hacía o solo era lo que creía. Detuvo las caricias para dar una palmada allí, de nuevo quiso cerrar sus piernas pero Erick fue rápido en llevar su mano libre a una de sus rodillas para impedírselo.

—A veces creo que eres sorda —bufó—. Te pedí una única cosa, Layla.

Quiso lloriquear, podría ser muy fuerte y responderle siempre y cuando no se encontrara en una situación tan vulnerable. De esa forma solo le hacía verse como una fracasada, incapaz de cumplir con lo que se le pedía que era poco, no sabía si estaba teniendo una actitud de niñata o de sumisa incompetente.

El dominante no tardó en darse cuenta de la situación y se reincorporó, llevó sus manos a su espalda para desatar sus muñecas y acto seguido se deshizo de la mordaza, varias hileras de saliva colgaron de esta al igual que de los labios de la chica pero a él no le importaba en absoluto. En cualquier otra ocasión y con otra sumisa no habría detenido la sesión, pero se trataba de Layla, y verla a punto de llorar era razón suficiente para mandar todo a la mierda.

—Hey, mírame —pidió, tomando su rostro con sus manos.

Pero ella alejó sus manos cuando parpadeó y dejó caer las lágrimas por sus mejillas, un sollozo se escapó de su garganta y sin saber que hacer lo abrazó con fuerza, él correspondió enseguida pues entendía a la perfección que todo esto la abrumaba.

—Cuéntame, vainilla, ¿qué pasa? —interrogó, una vez más la comunicación era la clave y necesitaba que ella tuviera la confianza suficiente como para contárselo.

—No puedo... —lloró, aferrándose a su cuerpo—. Siento que no podré darte jamás lo que tú quieres. Si ni siquiera puedo seguir una simple y sencilla orden, ¿cómo esperas que pueda con todo lo demás?

—Escúchame —tomó su mentón, obligándola a alzar la mirada y que sus ojos conectaran con los suyos—, esto es nuevo para ti y yo puedo ir despacio. No voy a presionarte para que te adaptes rápido, así no es como funcionan las cosas... Pasitos cortos pero seguros, ¿si?

—¿No estás decepcionado? —inquirió, con su labio inferior temblando con cada palabra que daba.

—No, por supuesto que no lo estoy —sonrió de lado—. Lo has hecho bastante bien, ha sido un buen inicio, ¿no lo crees?

Vaciló durante unos instantes, sus brazos dejaron de rodear su cuerpo para dejarse caer en su regazo, sus dedos picaban por deshacerse del pantalón que llevaba vestido. A Erick se le escapó una risa al darse cuenta y tomó sus manos para llevarlas a su entrepierna.

—Anda, quítame esto —indicó, ella le sonrió con timidez pero no tardó demasiado en hacerlo.

—¿Puedo? —indicó, minutos después, señalando con su dedo índice su bóxer. El dominante alzó una ceja para hacerla sonrojarse—. ¿Puedo, señor?

—Me encanta que pidas permiso —dejó escapar otra pequeña risa—. Puedes, vainilla.

Sus dedos tomaron la prenda y la deslizaron por sus piernas hasta dejarla tendida en el suelo, puso sus manos en sus hombros para obligarlo a quedar acostado en la cama, ella no tardó demasiado en subirse sobre él.

—¿Quieres montarme? —se remojó los labios al ver sus intenciones.

—Si... Joder, si.

—Esto se pone interesante.

No era muy fan de dejarse llevar por alguien más, pero con Layla ya había saltado esa pequeña costumbre un par de veces. ¿Que había de malo en dejarla experimentar también?

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now