Capítulo 26

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Lo que Layla no se esperaba era que la persona que esperaba fuera de casa no se trataba de su padre sino de una mujer adulta, que cargaba una niña en sus brazos y que traía al lado a un niño de ojos verdes y sonría pícara.

—¿Quién eres tú? —preguntó ella, confusa.

—Yo... —carraspeó, no se dejaría intimidar por una mujer de su talla, sin importarle que fuera la novia de Erick o algo por el estilo—. Soy la hija de Christopher.

—Si, el parecido es razonable —asintió ligeramente—. Ni siquiera voy a preguntarte qué haces aquí, tengo prisa... Erick prometió que cuidaría de los niños hoy así que espero que pueda hacerlo.

Layla estaba a punto de reclamar, por supuesto, pero la mujer fue rápida en dejar la niña en sus brazos y en decirle al niño que entrase en casa, este fue corriendo para el sofá y se tiró en este mientras tomaba el mando de la televisión y la encendía.

—Dile que pasaré más tarde a recogerlos, muchas gracias, cielo —le sonrió con agradecimiento y le lanzó un beso a su hijo, también se despidió de la bebé y por último de la joven, quien se había quedado anonadada.

—Maravilloso —refunfuñó cuando la vio irse.

Para su buena suerte la niña se durmió y no le causó dolores de cabeza, para su mala suerte le estaba carcomiendo la culpa de haberse acostado con un hombre que tenía pareja e hijos. Porque todo apuntaba a que así era.

Miró al niño que aparentaba no tener más de cinco o seis años y dejó escapar un suspiro, se parecía bastante al hombre al hombre que había dejado esposado en la cama de su dormitorio. Se sentó con él en el sofá y miró Bon Esponja durante un rato, hasta que escuchó el ruido de un coche en el exterior, el que sin duda era de su padre. Acomodó a la niña al lado del hermano, ganándose una mirada por parte de este y se levantó con cuidado de no despertarla.

—Cuídala, en seguida baja la persona que debería de estar con vosotros desde hace rato —le sonrió, acto seguido fue en dirección a las escaleras y subió estas apresurada.

Erick se sorprendió al verla, pero también se sintió aliviado, si había vuelto significaba que lo soltaría. Pero Layla no pronunció ni la más mínima palabra, cogió la llave que guardaba también en el cajón de la mesita y liberó sus manos, el dominante suspiró y se acarició las muñecas para mitigar el pequeño dolor.

—Esto no ha sido divertido, que sepas que no se va a quedar así —se cruzó de brazos, levantándose de la cama y buscando con la mirada su ropa. Una vez que la encontró se puso a vestirse, Layla aprovechó para guardar las esposas junto a las llaves en el cajón de la mesita, acto seguido caminó hacia la puerta dispuesta a irse.

—Tus hijos están abajo esperándote —indicó.

Erick frunció el ceño con confusión y la regresó a mirar con el pantalón a medio poner.

—¿Mis hijos? No, mierda, no —negó rápidamente con la cabeza—. Layla, déjame explicarte algo.

—No tienes que explicarme nada —suspiró—. Lo único que me esperaba era que fueras sincero conmigo desde el primer momento, pero eres igual a todos los malditos hombres, fui una tonta al suponer que alguien como tú no tendría su vida ya hecha.

—No —maldijo por lo bajo—. ¡Joder, no! No quiero que pienses que...

—Mi padre está fuera esperándome, tengo que irme —lo cortó. Sus ojos recorrieron su cuerpo una última vez antes de irse apresurada, ignorando por completo los gritos de Erick pidiéndole que esperase.

Cerró la puerta con más fuerza de la necesaria y corrió hasta el coche de su padre, este se encontraba abriendo la puerta para salir pero al darse cuenta de la actitud de su hija fue rápido en cerrarla y quedarse dentro del coche.

—Vámonos —indicó, poniéndose el cinturón de seguridad sin mirarlo a la cara, sabía que si lo miraba terminaría confesándole todo sin que él se lo pidiese.

—Vamos a hablar de esto después, que conste —avisó su padre, poniéndose también el cinturón y encendiendo el coche.

El trayecto de vuelta a casa fue más que silencioso, ni siquiera la radio iba encendida porque Layla no se molestó en poner música, iba bastante centrada observando el tan aburrido paisaje que ya estaba acostumbrada a ver. Por lo menos distrajo su mente de los pensamientos que la atormentaban desde antes, soltó un largo y pesado suspiro cuando su padre aparcó el coche frente a su casa, le hubiera gustado que durase más para escaquearse de su padre.

—Chtss, quieta ahí, señorita —indicó—. De aquí no se sale hasta que hablemos.

—Papá, no quiero tener esta incómoda conversación.

—Pues yo si.

Ella lo miró incrédula, deseando que su padre fuera como el de sus amigas, que no quisiera meterse en sus asuntos y le diera la libertad de hacer lo que quisiera. Pero no, su padre se preocupaba, preguntaba y daba buenas respuestas, la guiaba, era diferente a los demás y eso no siempre se lo agradecía.

—Así que ya tuviste tu primera vez, ¿eh?

—Y la segunda y la tercera... —aseguró, chasqueando su lengua.

Christopher rió al escucharla, hablar con Layla a veces era como hablar con Cyara, las dos tenían una forma de responder muy similar.

—¿Cómo estuvo? —interrogó—. No voy a ser el típico padre pesado que te recuerde que tienes dieciséis y que debes de usar preservativo, sé de sobra que usas protección.

—Estuvo bien... Una encuesta que vi hace unos días en Instagram decía que la mayoría de mujeres no alcanzan el orgasmo en su primera vez —informó, algo que su padre ya sabía de sobra—. Y yo lo hice.

La confesión la sonrojó, desvió la mirada con vergüenza y él aprovechó para acariciarla una de sus mejillas, le provocaba ternura.

—Está bien, Layla, no me sorprende —sonrió, sincero—. Erick no es egoísta, no es de los típicos que solo buscan el placer propio, también beneficia a la persona con la que se acuesta, en este caso: tú.

—Creo que no quedó muy feliz —rió, confitándose por contarle lo sucedido.

—Ya me contó que lo azotaste —murmuró él con diversión.

—¡Si! Y también lo esposé a la cama, fue divertido —comentó entre risas, a Christopher le fue inevitable no soltar una carcajada.

—Bien, bien... Esa es mi chica —chocó las palmas de sus manos, todavía riendo.

—¿No estás enfadado?

—Claro que no, mi vida, no estoy enfadado —aclaró, brindándole una sonrisa—. Es completamente normal que explores y disfrutes de tu sexualidad.

Lujuriosos PensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora