Capítulo 9

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Layla supo que había cometido un error cuando al llegar a casa se acercó a saludar a su padre. Se maldijo internamente un par de veces cuando su mirada reprobatoria la escaneó, esperando a que ella le diera explicaciones sin siquiera pedírselas.

—¿Y bien? —cuestionó cruzándose de brazos, a Layla se le escapó la risa nerviosa ante su seriedad.

—¿Y bien qué?

—¿Has estado bebiendo? —inquirió, pues lo primero que había notado fue el olor a licor que su boca desprendía. Un licor que él conocía bastante bien, al igual que la persona que solía beberlo en el club.

Entonces ella se dio cuenta que no le estaba recriminando por salir sin avisar, lo estaba haciendo por el alcohol. El jodido alcohol. Eso le pasaba por no haber metido un chicle a su boca de camino a casa, si lo hubiera hecho no tendría que darle explicaciones a su padre.

—No... —juntó sus manos tras la espalda, un gesto que solía hacer cuando no sabía como expresarse o, en este caso, cuando no sabía como explicarle las cosas a alguien—. De verdad, papá, no te estoy mintiendo.

—Lo sé —asintió él—, al igual que sé de sobra lo que ha pasado pero estaría bien que tú me lo contaras.

Layla alzó sus cejas, dudaba que él lo supiera, ¿o si?

Viviendo de su padre ya nada debía de sorprenderle, más si tenía en cuenta que la conocía a ella perfectamente y probablemente a su compañero también. Estaba en una situación un tanto comprometida. ¿Cómo le diría que lo había besado, después de haber llorado por él?

—Layla —insistió.

—¡Lo besé!—declaró, bufando.

—¿Tú lo besaste a él?— interrogó.

—Si —masculló, en parte no era del todo cierto pues el primer beso lo había dado él, a pesar de provocarlo ella—, agarré su cara con mis manos y aplasté mis labios con lo suyos.

—Bonita descripción.

—Después me di media vuelta y me fui —finalizó, cruzando sus brazos sobre su pecho—. ¿Feliz?

Christopher rió, no porque el asunto le hiciera gracia porque verdaderamente no era así, sino por la forma de explicar las cosas que tenía su hija, esa que le recordaba tanto a cierta rubia pecadora. Se notaba que eran madre e hija.

—¿Estás tú feliz?—Le devolvió la pregunta.

—Creo que lo estoy —se encogió de hombros, como si quiera restarle importancia al asunto—, solo lo he besado.

—¿Acaso querías hacer algo más?— frunció el ceño al escuchar a su hija.

—No —admitió—, por el momento.

Él puso los ojos en blanco y se negó a decir algo al respecto, sabía que en algún momento todo pasaría y no sería quien de detenerla. A los ángeles no se les podía impedir volar, estaba en su naturaleza hacerlo.

Layla tomó asiento con su padre, ignorando el gato que se estaba refregando en sus piernas en busca de atención, adoraba los animales pero en ese momento quería tener una conversación mínimamente seria. Bueno, en realidad solo quería hacerle una pregunta que había estado picándole todo el tiempo durante esos últimos días.

—¿Por qué todos habéis hecho vuestras vidas y él no?— preguntó—. Todos tenéis pareja, algunos están casados, todos con hijos... Erick no, ¿cuál es la razón?

—¿No crees que esta pregunta te la respondería él mejor que yo? —sonrió de lado, pero era obvio que Erick evitaba las preguntas de esta clase y que jamás se la respondería de forma formal, trataría de bromear con respecto a ello diciendo que fue el único sensato y que disfruta a tope de su soltería—. Tiene miedo.

—¿A enamorarse?

—A que le rompan el corazón —murmuró—. Cuando uno se enamora es mucho más vulnerable, a tal grado de entregárselo todo a la otra persona, entre ello su corazón. Si esa persona se va, te deja sin nada. Y sin nada de nada no se tiene ganas de vivir.

—Eso es absurdo.

—Cuando te enamores entenderás de lo que estoy hablando.—Christopher suspiró con una sonrisa todavía en los labios—. Enamorarse nunca está en los planes de nadie, es algo que así sucede, te toma desprevenido y arrasa con todo a su paso. Es algo mágico, Layla, por eso duele tanto cuando todo se termina.

—Parece que hablas por experiencia, papá —intentó bromear, pero su padre la miró con seriedad.

—Estuve a punto de perder a tu madre muchas veces, me harté de oír que lo único que nos unía era una hija, sentí tantas veces miedo... Y la amaba tanto que respetaría su decisión, aunque esta fuera dejarme. Porque puedo ser un hijo de puta pero te juro que por ella...

—Lo sé, papá —lo interrumpió—, la amas.

—Si —asintió, su hija señaló con la mirada la puerta, en donde se encontraba Cyara con los ojos llorosos tras escuchar las palabras del padre de su hija—. Oh, ángel...

—Tienes que ponerte romántico justo cuando yo no estoy en casa, ¿eh? —se quejó ella acercándose.

—Hola a ti también, mamá —respondió burlona su hija, la rubia le sonrió y se acercó para besar su mejilla—. No digas nada, ya he tenido una charla con papá.

—Ve a lavarte los dientes, te apesta la boca a alcohol.

—Que exagerada...

—Con lo del embarazo tiene el sentido del olfato más desarrollado —opinó Christopher, ganándose un golpe por parte de Cyara—. ¡Ay!

—¿Embarazo?— preguntó la adolescente—. ¿Estás embarazada?

—Se supone que iba a ser una sorpresa pero tu padre es un bocazas.

—Oye, en otras ocasiones no te quejas nada de mi boca —la pinchó.

—¡Papá, arruinas los momentos!— chilló su hija, sus manos fueron directas al abdomen de su madre y sonrió ampliamente—. Voy a ser la hermana mayor, que fantasía.

Los padres se miraron entre sí compartiendo también una sonrisa, no había sido la mejor forma ni tampoco el mejor momento para decírselo pero había sido único, como todo lo que pasaba en esa casa y en esa familia. Layla estaba más que feliz por la noticia y tras llorarle un poco y repartir besos por la barriga de su madre, esta la obligó por segunda vez a irse lavar los dientes, a la joven no le quedó más remedio que hacerle caso entre risas.

Mientras tanto, Christopher le hizo un breve resumen de lo que había pasado ese día y Cyara lo escuchó con atención, conteniendo las ganas de hacer comentarios que a él no le agradarían.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now