Capítulo 25

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—Condón —le recordó, mirándola con advertencia. Erick no era fan de tener sexo sin protección y mucho menos con la hija adolescente de un amigo. No. De solo imaginar que la dejaba embaraza o que le transmitía una  ETS se estremecía, era muy joven para condenarse de esa manera.

—¿En dónde los guardas? —preguntó, un tanto apenada por la situación, ya se encontraban sin ropa, esta yacía desordenada por el suelo de la habitación. Era ella quien llevaba el agua a su molino, a pesar de que él la guiaba en cada movimiento, enseñándole cómo debía de ser.

—En el cajón de la mesita —indicó, con una sonrisa maliciosa dibujada en los labios—. Coge uno, por favor.

Lo hizo. Estiró su mano para ello pero no alcanzó, se levantó para abrirlo y tomar la caja de color rosa con el nombre de la marca de preservativos, sacó uno de allí y lo dejó en el abdomen del dominante mientras volvía a guardar la caja. Algo plateado dentro del cajón llamó su atención y su curiosidad le incitó a tomarlo.

Lo que no se espera era que al sacar la mano trajera consigo unas esposas.

—Layla... —habló al verla con dicho objeto en la mano—. Deja eso en donde estaba.

—¿Por qué las tenías ahí? —inquirió, volviéndose a subir en la cama y acomodándose encima de él.

—Porque si, porque es mi habitación y no me esperaba que una niñata curioseara entre mis cosas... —empezó a quejarse, los labios de Layla atacaron los suyos para callarlo, una estrategia para distraerlo. Él se dejó llevar hasta que sintió el frío metal envolver sus muñecas—. Layla, no, esto no es divertido.

—A mi me parece que si —respondió, sonriéndole.

Él bufó y trató de mover sus manos, pero algo se lo impidió. Y es que ella había pasado las esposas sobre uno de los barrotes de la cabecera de la cama, inmovilizando así dicha parte de su cuerpo.

—Esto es una tortura... —lloriqueó, cerrando los ojos.

Layla se rió, rompió el envoltorio del preservativo y lo miró curiosa, había leído varías veces sobre cómo colocar uno así que no podía ser tan difícil la práctica. Tomó la erección del pelinegro con una mano y puso este en la punta de su glande, por supuesto que no se le había olvidado apretar la punta del condón para que no quedara aire en su interior, y después lo deslizó por su longitud, colocándoselo a la perfección.

—¿Es el primero que pones? —preguntó Erick, impresionado al ver que no tuvo ni que darle explicaciones.

—Si, Wattpad sirve de mucho.

—¿Eso es algún canal pornográfico? —interrogó, alzando una de sus cejas. A Layla le fue inevitable no soltar una fuerte carcajada, era obvio que no le explicaría de que se trataba, si quería saberlo que lo buscara después en Google.

No le dio respuesta, simplemente se acomodó mejor sobre él, sintiendo como su coño palpitaba de la excitación al tener su polla presionando en su húmeda entrada. Compartió una mirada con Erick y apoyó sus manos en su pecho al tiempo que elevaba las caderas, para que al bajarlas se hundiera en ella, haciéndole sentir cada centímetro en su interior. Fue su momento de cerrar los ojos, era una posición en la que su polla entraba por completo en ella, llegando mucho más al fondo que otras veces.

—¿Duele? —preguntó Erick al ver la expresión de su rostro, aunque quisiera no podría alejar la mirada de ella ni un segundo, adoraba admirarla.

—Molesta —admitió, tragando saliva—, pero no pasa nada.

—Si, si que pasa, detente.

—No me estaba moviendo —burló.

—Me refiero a que detengas el acto sexual, no tus movimientos. Lo que menos quiero es que te sientas incómoda y con molestias en algo donde yo no puedo tener mis manos activas para darte caricias y placer con ellas, así que no seas terca y hazme caso.

—Si ahora continúo te estaré violando, porque tú quieres parar pero tienes las manos aprisionadas —hizo un puchero con sus labios.

—¿Qué? —sacudió su cabeza—. No me estarías violando porque yo más que nadie quiero esto, a pesar de estar aprisionado como tú dices... Aunque si me desesposaras podría estar mejor.

—No haré tal cosa —se burló, acariciando su pecho y atreviéndose a hacer el primer movimiento, no podía negar que al principio la fricción se sentía rara pero cuántas más veces lo repetía más le gustaba y la sensación de rareza desaparecía por completo para dar paso al placer.

Además de que sus gemidos no eran los únicos en la habitación, Erick también dejaba escapar placenteros suspiros e intentaba liberar sus manos para tocarla. ¿Qué mal había hecho él para que lo castigara de una forma tan cruel? No poder tocarla le estaba llevando al borde de la locura.

Layla se inclinó hacia delante cuando tuvo los movimientos controlados, llevó sus labios a su cuello y succionó su piel con ganas, dejando una marca de color rojizo en la zona. Perduraría días si él no se la borraba con una de esas tácticas que seguro ya sabía de sobra.

—Por el amor de Dios, vainilla —gimoteó, sintiendo su pulso acelerarse y sus músculos contraerse.

—Eso es, córrete para mi, amor —siseó, tomando su rostro con sus manos y plantando un beso en sus labios cuando su orgasmo se apoderó de su cuerpo.

El orgasmo los dejó en una nube de éxtasis a manos, con las respiraciones agitadas y la piel sudando. Layla sonrió sobre sus labios y lo miró como si fuera lo mejor del mundo, después desvió la mirada hasta sus muñecas y la sonrisa se desvaneció al verlas enrojecidas.

—Te hiciste daño...

—Ya lo sé, me estaba dando cuenta pero no me importaba, solo quería soltarme para poder tocarte —confesó, sonriendo de lado.

Ella también sonrió, fue entonces cuando los dos escucharon el timbre de la casa, Erick la miró con advertencia y Layla solo rió.

—Seguro que es papá que viene a recogerme —fue rápida en levantarse y vestir su ropa, como si no acabara de follar con el chico que todavía permanecía desnudo y esposado.

—Layla, tienes que soltarme.

—Adiós, ha sido un placer volver a verte, perdón por lo de los cuadros y tal —besó su mejilla y se miró en el espejo para acomodar su cabello.

—Layla —habló, incrédulo—. Layla, joder... ¡Mis manos!

—Nos vemos, guapo —le guiñó un ojo con picardía y salió por la puerta, cerrando esta una vez que se encontraba fuera.

—¡Layla!

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now