Capítulo 29

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La joven hizo un ademán de levantarse pero Erick se lo impidió, tomando su muñeca con una de sus manos y mirándola a los ojos casi de forma suplicante.

—Espera, ¿no me dirás nada más de ya sabes qué? —inquirió, entrecerrando sus ojos.

—No tengo nada más que decirte, pensé que todo había quedado muy claro —se encogió de hombros—. Aunque te dijera que si, que también te quiero, ¿qué cosa cambiaría? Nada, absolutamente nada. Porque tú le temes al compromiso y eso nos lleva a un punto en donde única y exclusivamente tendríamos sexo. Vale, sería una pasada, pero no busco eso.

El dominante suspiró, negando con la cabeza, a pesar de saber que lo que ella decía era cierto. Pero él no quería eso, quizá el miedo le impedía decirlo en voz alta, él ansiaba tener a Layla como no había tenido a ninguna mujer.

—Sigues siendo menor para mi...

—Toda la vida seré menor que tú, ¿que cambiará dentro de dos años? ¿Que seré legal? —soltó una risa sarcástica—. No quiero estar con alguien que se siente inseguro estando conmigo, ya sea por la edad o por otras mierdas. Voy a actuar con sensatez por primera vez en mi vida y me apartaré de tu camino. Prometo no volver aquí preguntando por ti, ni recurrir a tus brazos cuando mis padres tengan algo que hacer, ni nada de lo que hice hasta el momento.

—Yo quiero que sigas haciéndolo —gimoteó—. Maldita sea, vainilla. Sé que siempre me quejo de tus niñerías y de tus dramas, pero no quiero que cambies, no juegues a ser una adulta... Me enamoré de ti sabiendo cuales serían las desventajas, sabiendo que tu padre no tendrá cargo de consciencia si me mata por hacerte algo malo, sabiendo que dentro de unos años la diferencia de edad se notará demasiado, sabiendo que con uno de tu edad estarás mucho mejor que conmigo. Pero así es el amor, y es una puta mierda, te quiero querer de esa forma tan bonita como se quiere en los cuentos.

—¿Aún sabiendo que vamos a destrozarnos la vida el uno al otro?

—Aún así —asintió, con una débil sonrisa en los labios.

Layla también sonrió, su corazón ya se había puesto blandito, y no era para menos, no todos los días se tenía a un dominante romántico. Se acurrucó en su pecho, dejando que él le besara la sien un par de veces y que sus dedos acariciaran su cabello. Admitía que amaba cuando le ponía las manos encima para hacerle mimos.

—Entonces... —aclaró su garganta—. ¿Lo intentamos o qué?

Ella le puso mala cara y se separó, cruzándose de brazos. ¿Dónde había quedado su lado romántico que tanto le gustaba? ¿Tan pronto se le había marchado?

—¿Y ahora que hice mal? —suspiró, rendido.

—Así no era —bufó.

—¿Y como era? —alzó una ceja, esperando una respuesta que no llegó—. Oh, vamos, vainilla...

—¡Si te lo digo yo no tiene mérito! —chilló, levantándose del sofá.

Erick sonrió, estaba teniendo un Deja Vú, ese episodio se estaba repitiendo y eso le fascinaba. Sin duda, Layla formaría parte de sus mejores recuerdos.

—Tenías que pedirme ser tu novia —murmuró por lo bajini.

Chasqueó su lengua contra su paladar, nunca antes había hecho tal cosa, se supone que empezaba a salir con alguien pero nunca hacía la dichosa pregunta porque ya era obvio que estaban saliendo. No iba a explicarle eso a la adolescente porque se lo tomaría a mal.

—¿Quieres ser mi novia, vainilla? —preguntó, ladeando ligeramente su cabeza y mirándola a los ojos.

Layla arrugó su nariz.

—No —giró su cabeza, indignada—. Ahora ya no. Vuélvelo a intentar mañana sin que yo tenga que decírtelo y capaz te diga que si.

Su sonrisa se borró de sus labios, aunque se esperaba una respuesta de ese estilo, ella siempre lo sorprendía de cualquier forma.

—Vale, como quieras.

—¡No! —volvió a chillar, esta vez sobresaltándolo a él—. Se supone que tienes que insistir... ¿Que clase de protagonista eres?

—¿Protagonista? —repitió—. ¡Layla, que esto no es un libro, joder! Además, yo sería el antagonista, ser el prota está sobrevalorado.

—Ser romántico, por lo visto, también...

—No es mi punto fuerte... Pero si quieres que sea romántico puedo intentarlo —se encogió de hombros, levantándose de su asiento y acercándose a ella—. Ahora olvídate de que estás en tu modo dramático y cómeme la boca.

—Descarado...

—Te encanta que sea un descarado —sonrió socarrón, tomó su rostro con una de sus manos y la besó con fervor.

Uno de esos besos que se escuchaban, de los que los labios hacían un ruidoso sonido al moverse sobre los de su acompañante. Erick también tocó, claro que lo hizo, era de esos hombres que sabían como tocar con precisión por encima de la ropa, lo suficiente como para dejarla caliente con un simple beso.

—Solo quiero manosearte un poquito más —se quejó el dominante cuando ella se separó.

—La excusa pónsela a mi padre, que está esperándonos abajo...

Un pequeño detalle que se le olvidó al ojiverde, uno que le hizo separarse lo más rápido posible y asentir. Lo que menos quería era ganarse problemas con su futuro suegro.

—Anda, vamos, tú tienes trabajo —señaló con la mirada la puerta y le extendió su mano para que la tomase—. Venga, no te hagas el duro ahora, Erick.

—A mi no me digas lo que hacer —gruñó, tomando su mano y llevándola consigo fuera de la sección.

Ella sonrió, orgullosa, porque había conseguido que siguiera su indicación a pesar de haber reprochado. Durante el trayecto no se dirigieron la palabra, el silencio no era incómodo entre ambos así que no fue inconveniente.

Antes de entrar a la sala principal del club, Layla se detuvo para robarle un beso.

—Esta semana no estaré, me voy a la casa de campo de mi abuela, volveré el fin de semana —le hizo saber—. Así que, ¿videollamadas?

—Calientes —indicó—. Videollamadas calientes, si. Y una larga sesión de sexo intenso el sábado cuando vuelvas.

—Vale —asintió, besando sus labios una vez más.

Se separaron las manos para enfrentarse a Christopher, quien ya estaba dándole indicaciones a los dos aprendices, al verlos entrar les hizo un gesto para que se detuvieran.

—¿Nos vamos, papá? —preguntó—. Todo solucionado.

—Bien —asintió, metiendo su mano en el bolsillo para sacar las llaves del coche—, ve metiéndote en el coche que voy enseguida.

La joven miró a su padre y después a su ¿futuro novio? Se despidió de este último de forma breve y después salió del club con las llaves en mano.

—Entonces... ¿Ahora te puedo llamar suegri? —preguntó con diversión, llevándose una oscura y seria mirada por parte de este, una que le hizo carraspear y borrar la sonrisa de sus labios.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now