Capítulo 21

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Los tres días que le siguieron a ese fueron los más apagados de Layla, estaba cansada de escuchar a la gente darle el pésame. ¡Vamos! Como si en realidad lo sintieran...

Lo bueno del asunto es que ya todo había terminado, con el entierro se había finalizado todo. Ya había llorado lo suficiente, ni el maquillaje era capaz de disimularlo, Cyara no había soltado ni una lágrima al contrario de su Christopher, quien al ver a su hija, a su madre e incluso a su hermano llorando, le fue inevitable no sentirse abrumado por las emociones y terminó sollozando en el hombro de su ángel. Una mujer se le acercó también a darle el pésame cuando Cyara abrazaba a su suegra, a Layla le fue fue imposible no sentirse enfadada al ver que solo se había acercado a él y no a nadie más de la familia, ni siquiera a ella que estaba a su lado.

—Papá —llamó su atención—, ¿quién era esa mujer?

—Una amiga —murmuró por lo bajo.

—¿Desde cuando tienes amigas? —inquirió, mirándolo con los ojos entrecerrados.

—¿Desde cuando te interesa mi vida social? —alzó una ceja, mirándola con incredulidad—. Layla, no es mi amante ni nada por el estilo, yo jamás le sería infiel a Cyara.

—Igual deberías de dejárselo claro, no tiene buenas intenciones contigo y se está aprovechando de tu debilidad emocional.

—Mi debilidad emocional —se burló él, negando con la cabeza—. Está casada, así que descuida por sus malas intenciones.

—¡No te burles! —reprochó, indignada—. Te sorprendería la alta tasa de infidelidades en España.

—Si, seguro que si —aceptó, con una sonrisa burlona en los labios—. Oye, tu madre y yo estaremos en casa de la abuela, le prometimos que le ayudaríamos a deshacerse de las cosas, bueno... Ya sabes. Sé de sobra que no querrás estar allí así que le pedí a Erick que viniera a por ti, seguro que estarás más entretenida.

—Aw, eres el mejor, papá —se puso de puntillas para besar su mejilla—. Me alegro de que aceptes lo nuestro.

—¿Lo vuestro? —se cruzó de brazos, a pesar de que su tono había sido burlón.

—Tú me entiendes —respondió con las mejillas sonrojadas. Todavía no había podido hablar con su padre del tema pero sabía que no era tonto y que ya se había enterado, suponía también que no se lo había tomado a mal o de lo contrario se lo haría saber.

No hablaron más, pues como su padre le había dicho; Erick no tardó en llegar. Debía de ser cierto eso de que después de la tormenta siempre llegaba la calma porque Layla se había sentido más tranquila que nunca cuando el ojiverde la tomó de la mano y la guió hasta su coche, ella sonrió embobada cuando la regresó a mirar. Ya había dicho varias veces lo tanto que le gustaban sus ojos, si la miraban a ella le gustaban todavía más.

—¿Iremos a tu casa? —inquirió, sabiendo ya cuál sería la respuesta a esa pregunta.

—Si —se limitó a responder, dando un asentimiento de cabeza.

—Nunca estuve en tu casa —señaló lo obvio, con una sonrisa en los labios.

—Siempre hay una primera vez para todo.

El viaje se hizo corto, la adolescente se lo pasó tarareando las canciones de Beret que sonaban en la radio mientras movía sus pies al ritmo de la música. Erick detestaba a dicho cantante pero por ella hizo esfuerzo de escucharlo y no apagar la radio. Al llegar le dio un breve recorrido por la casa para mostrarle lo básico y que no se perdiera en ella. Al final terminaron en el salón, Erick sentando en el sofá y Layla recostada sobre él, mientras veían la película "Lo dejo cuando quiera" en Netflix.

—Creo que a mi padre no le ha molestado lo nuestro —anunció, el pelinegro la miró con el entrecejo fruncido en busca de una explicación razonable. ¿Lo suyo? ¿Qué se suponía que venía siendo eso? La joven al darse cuenta cambió por completo su expresión—. Porque hay un "nosotros", ¿no?

—No —negó con la cabeza, apartando el cuerpo de la chica del suyo, esta se reincorporó de forma rápida y lo miró sin entender nada.

—¿No? ¿Cómo que no? —intentó pasar por alto el nudo que se estaba formando en su garganta y las lágrimas que estaban acumulándose en sus ojos—. Yo... Yo pensaba que...

—Tú no pensabas nada, no hay un "nosotros" —hizo comillas en sus dedos—, pensé que lo habíamos dejado claro desde el primer momento... Puedo ser tu acompañante en el ámbito sexual pero después no eres más que la hija adolescente de un amigo. No confundas las cosas.

—No te entiendo —confesó, frustrada—. Yo te gusto, tú me gustas... ¿Por qué hay que complicarse tanto?

—Layla, no voy a darte explicaciones de nada, soy un adulto que hace con su vida lo que le da gana —dejó claro— y tú eres una niña todavía.

—Cuando yo sea una adulta tú serás un viejo, entonces —bufó, mirándolo de mala gana. Él permaneció en silencio, no iba a darle explicaciones del por qué hacía lo que hacía, no se las debía—. Así que solamente quieres involucrarte conmigo en el ámbito sexual... Cualquiera otra estaría saltando de la felicidad pero yo no. No quiero ser solo eso.

—Entonces no seamos nada —se encogió de hombros, restándole importancia—. Ya sabes lo que es el sexo, ahora puedes ir y disfrutarlo con los chiquillos de tu edad.

—Los chiquillos de mi edad no me harán lo que tú me haces —le sostuvo la mirada sin querer parpadear, tal vez porque si no hacía saldrían las lágrimas sin que pudiera evitarlo—,tal vez el sexo no sea el mejor pero al menos no me romperán el corazón.

Erick suspiró, mirándola irse escaleras arriba para estar lejos de su presencia. Sabía que la había vuelto a cagar con ella pero tal vez de esa forma era mejor para los dos. Cortar la flor antes de creciera. Romper la ilusión de una adolescente. Se sentía un verdadero hijo de puta y la culpa pesaba en su estómago, pero aun así no subió tras ella para disculparse, no porque en el fondo no se arrepentía de nada.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now