Capítulo 17

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—No es obligatorio que te quedes a dormir conmigo y que me des caricias, sé de sobra que ese no es tu estilo —bufó Layla, habían pasado largos minutos desde que se dejó hacer sexo oral. Erick había estado acostado a su lado acariciándole el pelo en completo silencio, pues al parecer ninguno de los dos tenía muchas ganas de hablar de lo sucedido.

—¿Lo sabes? —dejó que una risa se escapara de sus labios—. ¿O lo intuyes?

—Soy una persona observadora, no necesito muchos detalles para darme cuenta de que eres una persona poco cariñosa, es decir, que las muestras de afecto no son lo tuyo.

—Oh, vainilla, deja de psicoanalizarme, disfruta de lo que te doy —envolvió su cuerpo con sus brazos, pegándola más a él— y duérmete que ya es tarde, quizá tus padres vuelvan pronto y si te encuentran despierta a estas horas van a regañarnos a ambos.

—No creo que vuelvan hoy a casa, mi abuelo está realmente mal y creo que... —aclaró su garganta, incapaz de decir lo que ambos sabían. La relación con su abuelo paterno nunca había sido la mejor, era un hombre que tomaba distancia de ella desde pequeña y que no le tomaba demasiado atención nunca, hace un par de años le dio cien euros y le pidió explícitamente que se perdiera, harto de oírla hablar durante horas.

Suspiró con pesadez. Los recuerdos con él no eran increíblemente buenos pero aún así era su abuelo e iba a echarlo de menos cuando falleciera.

Sintió la mano del dominante en su pecho, acariciando su piel con su dedo índice, como si estuviera dibujando patrones sin sentido sobre este.

—¡Oh! —exclamó, levantando la mirada de golpe y sonriendo con malicia—. Tengo que decírtelo antes de que se me olvide.

—Miedo me das —arqueó una ceja, incitándola a seguir hablando.

—Si no me crecen las tetas, ¿me pagas una cirugía de aumento? —preguntó, poniendo su mejor cara de angelito, aunque estaba más que claro que esa no era su especialidad.

Erick se carcajeó, no hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que Layla tenía un complejo con sus pequeños pechos. No iba a ser él quien le dijese que no estaban nada mal para ser los de una adolescente, que había conocido a adultas con menos talla.

—¿Tienes algún problema con tus tetas, vainilla? —burló, llevando su mano hasta una de ellas para apretarla ligeramente.

—Si, mis tetas son pequeñas —se quejó, una vez más. Erick volvió a reír mientras pellizcaba su pezón con sus dedos índice y pulgar, haciéndola chillar—. ¡Aleja tus manos!

—¿Ese debería de ser un problema? —insistió, esta vez sin reír, no quería que ella pensara que se lo estaba tomando a broma, aunque no podía negar que la situación se le estaba haciendo graciosa.

—¡Claro que si! Mis padres no me quieren pagar la operación.

—Eres una niña, ya crecerán —sonrió de lado, negando ligeramente con la cabeza.

—¿Pero si no lo hacen?

—Si no te crecen las tetas te pagaré una cirugía de aumento de pecho cuando seas adulta, vainilla —prometió, poniendo sus ojos en blanco.

Ella sonrió, satisfecha. Sus labios dejaron un sonoro beso en la mejilla del dominante, algo que él detestaba pero que no le iba a decir.

Después, a las tantas de la madrugada, ella se quedó dormida y poco después lo hizo también él. El primero en despertarse por la mañana fue Erick, quien estaba acostumbrado a madrugar, a su lado Layla aún babeaba sobre la almohada así que tomó la opción de no despertarla. Tras darse una ducha y vestirse con la ropa que ayer trajo puesta, decidió bajar para buscar maneras de no quemar la cocina intentando cocinar. Finalmente se entretuvo al ver una carpeta en la isla de la cocina, su curiosidad fue más grande y terminó abriéndola para descubrir que guardaba dentro, chismoso era su segundo nombre. Los pasos de alguien tras él lo sobresaltaron, intentó guardar todo de inmediato pero la foto de una ecografía llamó su atención y no le dio tiempo a reaccionar.

—¿Erick? —la voz de Cyara le hizo levantar la mirada, encontrándose a la rubia con cara de cansancio en la puerta.

—¿Cyara? —usó su mismo tono—. ¿Estás embarazada?

Ella bajó la mirada a lo que tenía en manos y sonrió débilmente mientras asentía, por instinto se llevó las manos al vientre susurrando el nombre de su hijo.

—¿Será un niño? —sonrió, acercándose a ella.

—Si, si teníamos a otra niña corría el riesgo de que también te gustara así que mejor ser precavidos —bromeó.

—Haré como que no has dicho eso —puso los ojos en blanco con fingida molestia, aunque le comentario si le jodiera muy en el fondo—. Felicidades, ¿cómo dices que se llamará?

—Leyner —musitó—. Nos costó un par de días decidirlo, ya sabemos como somos Chris y yo... Pero finalmente nos decidimos por este.

—Es perfecto —admitió—. Por cierto, ¿donde está Christopher? ¿No ha venido contigo?

—No, él se ha quedado —suspiró—. Las cosas están muy feas por allí, no quiero preocupar a Layla pero... Todos sabemos como va a terminar esto.

Él asintió en silencio, recordando la conversación que habían tenido la noche pasada. Cyara le ayudó a preparar el desayuno aunque ella se estuviera muriendo de sueño, tenía en mente darse una ducha y cambiarse de ropa para después volver a irse, confiaba en Erick y sabía que Layla estaría en buenas manos. Ligeramente en buenas manos.

—Solo te voy a pedir que seáis responsables, es una niña y tiene que terminar el instituto antes de decidir lo que quiere hacer con su vida —explicó, poniéndose una chaqueta sobre los hombros—. Si vais a hacer algo que sea consensuado por ambas partes y... Maldita sea, usad protección, yo me quedé embarazada a los veintitrés a pesar de tomar la píldora.

—No planeo dejar embarazada a tu hija —dejó claro, aclarándose la garganta. La idea de ser padre no estaba en sus planes—. Pero, hablando de protección, ¿donde tenéis los condones?

—¿Usas la misma talla que Christopher? —se sorprendió, no recordaba que la cosa fuera así pero si le preguntaba era por algo.

—No, pocos hombres usan la talla esa —arrugó su nariz—. Pero me imagino que tendrá más condones que de su talla, es obvio que quiere mantener a su hija alejada de cualquier ETS y que tendrá repuestos por si algún día trae a chicos a casa...

—¿Te imaginas o lo sabes a ciencia cierta? —alzó una ceja con diversión—. Las conversaciones entre vosotros los hombres son raras... Supongo que los guardará en el cajón de la mesita, busca allí.

—Eso haré, espera... No —sacudió su cabeza—. No planeo acostarme con tu hija, solo preguntaba por... Prevención.

—Ajá —rió—, hablando de mi hija, iré a saludarla antes de irme.

—¡No! —exclamó Erick, agarrándola del brazo para evitar que se moviera del sitio—. Digo... Es temprano, todavía está dormida

Y desnuda.

—¿A que hora os dormisteis ayer?

—Tarde —admitió—. Esa mocosa me obligó a grabar tiktoks con ella y... ¡Me dejó una mascarilla en la cara durante un largo periodo de tiempo! ¿Te lo puedes creer?

—Típico de Layla —soltó una risa, echando una ojeada al reloj de pared—. Se me hace tarde, por favor, salúdala de mi parte, dile que la quiero muchísimo pero que su abuelo está mal y aunque ese viejo y yo nos llevemos como el culo es mi deber estar allí con él como nuera.

—¿Le digo también que os lleváis como el culo? —burló.

—Eso puedes omitirlo, de todos modos ya lo sabe —le restó importancia—. En fin, muchas gracias —se acercó para besar su mejilla, al ver las intenciones del pelinegro de girar el rostro se alejó con mala cara—. Ni se te ocurra, hijo de puta.

—Le quitas la diversión a la vida.

Cyara se fue, sacándole el dedo de en medio en el proceso y Erick se quedó riendo por un par de minutos. Cuando se aseguró que ella se había ido subió a la habitación de Layla para despertarla, por supuesto que su cuerpo desnudo medio envuelto en las sábanas le distrajo durante más tiempo del que le gustaría.

—Buenos días, vainilla —apretó su nariz, haciéndole soltar un ronquido, ella abrió los ojos de inmediato y le dio un manotazo para alejarlo—. El frío desayuno te espera.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now