Capítulo 30

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La naturaleza siempre había sido una de las cosas favoritas de Layla, era por eso que disfrutaba al máximo en la casa de campo de su abuela, si por ella fuera se quedaría a vivir allí, pero para su mala suerte sus padres trabajaban los dos en la ciudad y no se podían permitir viajar desde allí todos los días, sería un gasto innecesario cuando tenían una buena casa muy bien situada en la zona urbanística.

A Erick le gustaba que lo estuviera pasando bien, se le iluminaba la mirada cuando la veía hablar con tanta emoción de lo guay que estaba siendo todo. Lo que no le gustó tanto fue escuchar que se quedaría unos días más, ya había tenido suficiente con una semana sin poder tocar su suave piel y sin poder besar esos cálidos labios que siempre estaban listos para él. La simple noticio lo dejó frustrado.

—¿Dónde vive tu madre? —le preguntó a Christopher la noche del domingo, este lo miró con una ceja alzada al saber sus intenciones y respondió tras dar un trago al licor que llevaba en su vaso—. Eso queda a una hora de aquí...

—Espérate un poco —indicó, dejando su vaso en la mesa—. Mi madre a las diez y pico ya está en la cama, si lo que quieres es estar a solas con Layla te recomiendo que vayas en un rato.

—Sería de mala educación no saludar a tu madre, si voy a su casa para... —aclaró su garganta antes de decir algo de lo que se pudiera arrepentir más tarde—. Ver a Layla.

—Ver a Layla —repitió, burlón.

—Exactamente, solo verla —sonrió con nerviosismo.

—Descuida, ya habéis follado en mi casa, que lo hagáis en la de mi madre es la menor de mis preocupaciones —se encogió de hombros—. Eso si, no la despertéis, porque tiene mal humor cuando le interrumpen el sueño... Y más si es por un par con las hormonas revueltas que piensan con la entrepierna.

—No me culpes —gruñó por lo bajo—, esa niñata está buenísima.

—Esa niñata es mi hija, así que cuida la forma en la que hablas de ella cuando yo estoy presente —se metió las manos en los bolsillos y palpó, tratando de encontrar las llaves, al hacerlo las sacó de allí y entre ellas buscó la de la casa del campo—. Mañana me la devuelves.

La desenganchó del resto y se la entregó, dejándolo un tanto confuso. Que le dejara la llave de su casa era un gran privilegio y un gesto muy grande de confianza.

—Yo...

—Tú nada —lo interrumpió antes de dejarle un par de cosas claras.

Erick salió del club media hora después, pálido y con sus manos temblando. Christopher era un buen hombre y mejor padre, cuidaba a su hija y se preocupara de que todo fuera bien. No lo culpaba, sabía de sobra que tenía razones para querer cuidarla de tipos como él.

El reloj marcaba que eran pasadas las nueve, si se iba ahora probablemente llegara a las diez y pico, sería todo demasiado justo y no iba a arriesgarse. No podía llegar allí y que la abuela de Layla lo viera. ¿Que iba a decirle? "Tranquila, señora, solo vengo a follarme a su nieta". No.

Se metió en el coche y tomó su teléfono para intercambiar un par de mensajes con Layla, quien le había comentado que ya habían cenado y que se encontraba en su habitación cambiándose de ropa. Ni siquiera lo pensó, apretó el botón de llamarla y espero tres tonos a que ella le respondiera.

—Te he dicho que me estaba cambiando de ropa —suspiró ella del otro lado—, ya hemos hablado por la tarde.

—Ahora no me apetece hablar, cierra la puerta de tu habitación con seguro, no queremos que entre tu abuela en cualquier momento.

—Erick...

—No, Erick nada, te dije que haríamos llamadas calientes y solo nos enviamos un par de fotos durante la semana. Que por cierto, te ves divina en ropa interior pero me gustas más sin ella.

—Serás descarado... —gimoteó, sentándose en la cama y abriéndose de piernas, sabiendo que lo que vendría a continuación sería de su agrado.

El dominante soltó una risa de esas que a Layla le encantaban, con el toque justo de encanto y una pizca de sensualidad que la ponía a mil con solo escucharla.

—¿Vas a hacer exactamente lo que yo te diga, vainilla? —preguntó.

—Si, señor —respondió, divertida.

—Lubrica tus dedos con tu lengua y llévalos a tu precioso coño —habló, llevándose él también una mano a su entrepierna, acariciándose sobre la tela de su pantalón.

Layla lo hizo, deshaciéndose de las diminutas bragas de color rosa pálido que se había puesto esa mañana, la palabras del pelinegro ya habían causado efecto en ella y la habían mojado, por lo que deslizar sus dedos en la zona fue una tarea sencilla.

—Dos dedos, vainilla, ni uno más ni uno menos —indicó—. ¿Puedes estimular tu clítoris a un mismo tiempo o es demasiado para ti?

—Puedo... Intentarlo —consiguió decir.

—Bien, pues hazlo mientras yo te digo todas las guarradas que te haré cuando nos veamos.

En una hora. Pensó Erick, quería darle la sorpresa más tarde, si se lo decía sabía que se negaría.

Sus involuntarios jadeos endurecieron la polla del dominante, quien no tardó en sacarla de su pantalón para masturbarse también, mientras le hablaba sucio y gruñía maldiciones acompañadas de su nombre.

—Ah... Erick... Maldición, Erick —repitió, sintiendo sus dedos empaparse en exceso y sus piernas temblar.

—Eso es Layla, córrete para mi —susurró, sintiendo que pronto también estallaría de una forma similar y dejaría todo echo un desastre, no era un hombre que se masturbaba en el coche, cierta adolescente le estaba regalando muchas primeras veces.

Tras el orgasmo solo hubo silencio. Silencio del que solo se escucha la acelerada respiración del contrario. Ninguno de los dos quiso dar la primera palabra, era como si fueran a romper el momento y todo la calentura se fuera a bajar de golpe.

—Te prometí una larga sesión de sexo intenso para el sábado, estamos a domingo y todavía no he cumplido...

—Porque no he vuelto —rio por lo bajo—, ni tampoco lo haré por el momento. Esto es lo mío. Me encanta todo lo que me rodea, la naturaleza es increíble y los animales del campo también.

Él sonrió una vez más, ya había escuchado eso antes, le alegraba que disfrutara de todas las ventajas de pasar un tiempo en el campo.

—¿Vas a dormirte ya? —cuestionó, cambiando de tema.

—No, mi abuela está ya por irse a la cama pero yo voy a montar en caballo un rato, llevo queriéndolo hacer desde que empezó el día.

—Montar en caballo —repitió—. ¿Y que haces tú montando algo que no sea a mi, eh?

—¡Erick! —chilló, avergonzada.

—Es broma —soltó una risita por lo bajo—, pero si quieres no es broma.

—Voy a colgar —advirtió.

—Ya, ya paro —sacudió ligeramente su cabeza—. Anda, ve a montar en caballo, a ls diez y media te quiero en casa. Te mandaré un mensaje para comprobar que me has hecho caso.

—Eso es un poco controlador de tu parte.

—Si supieras... —chasqueó su lengua—. Hasta ahora, vainilla.

Cortó la llamada después de que ella se despidiera y se dispuso a conducir hasta el lugar que su compañero le había indicado, solo esperaba no perderse e ir a parar a otro lugar.

Tenía las intenciones muy claras, las ganas de toda la semana estaban acumuladas e iba a liberarlas esa noche.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now