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Si Jungkook no tuviera aquella voz de la razón en su cabeza, probablemente habría decidido quedarse en casa con sus padres para siempre, pero estaba intentando actuar acorde a la persona adulta que ahora era, y no podía seguir huyendo, mucho menos con su trabajo en la línea de fuego.

Recibió una infinidad de besos en sus mejillas por parte de su madre, un gran abrazo de ambos, y finalmente subió al tren, prometiendo que los llamaría cada semana y también que de nuevo los visitaría tan pronto como le fuera posible.

Con la responsabilidad laboral que llevaba sobre su espalda, eso probablemente podría ser súper pronto, si es que fracasaba en salvar LY y acababa sin empleo.

Una vez que sus pies tocaron la estación de trenes de Seúl luego de unas tres horas, el viaje en taxi hasta su edificio se sintió demasiado veloz, no siendo el tiempo suficiente para prepararse ni siquiera mentalmente con la infinidad de cosas que debía hacer, pero, una vez que estuvo frente a su edificio, fue extrañamente confortante.

Saber que todo el mundo seguía y funcionaba igual a pesar de su ausencia le quitaba un poco de extraño peso de encima, y una vez que cruzó el vestíbulo, saludó amablemente al portero con su equipaje en mano, y subió el ascensor hasta llegar a su piso, dirigiéndose a la puerta de su apartamento rápidamente.

Una vez que logró abrirla, dejó su equipaje junto a la misma, antes de volver a salir y cerrar, y ahora sí, enfocando su dirección en la puerta del departamento de Yoongi, con el corazón comenzando a apretarle un poco en el pecho.

Jungkook marchó los diez o doce pasos que debía hacer hasta allí, por alguna razón estirando un poco su ropa, como evitando que tuviera alguna arruga, más que nada por los nervios, ante como podía resultar lo que estaba a punto de hacer, pero estaba decidido.

Le diría la verdad a Yoongi.

Bueno, al menos la verdad en su mayor parte. Le diría sobre cómo no recordaba nada de los últimos trece años de su vida sin mencionar el posible y loco salto temporal tras un egoísta deseo de cumpleaños, porque sentía que si mencionaba esa parte, podría terminar siendo un pase asegurado al hospital psiquiátrico de la ciudad, y estaba seguro de que no le gustaría ese lugar, incluso si Yoongi quisiera enviarlo ahí, con toda la lógica, por su propio bien.

Tomó una respiración profunda frente a la puerta, y contó mentalmente hasta tres antes de tocar, tratando de que la negatividad y el arrepentimiento no se colaran en sus huesos lo suficiente como para hacerlo huir y encerrarse en su departamento hasta... Bueno, para siempre.

Jungkook ya había llorado bastante durante el día anterior, y era muy desventajoso contradictorio que fuera tan sensible para alguien que detestaba llorar.

Aun así, estaba bastante cerca de volver a hacerlo por la cantidad de malos escenarios que su cabeza formaba para la situación. Como el escenario donde quizás Yoongi se había enojado por él por la última vez, que ya se hubiera cansado de lo confuso que Jungkook era, o de que le hubiera dejado a su perro sin aviso previo y partido a Busan, que decidiera que ya no querían ser amigos, o...

Jungkook dio un pequeño respingo en cuanto la puerta se abrió.

Yoongi estaba ahí, observándolo como cualquier otro día en los que tocaba a la puerta de su departamento, con un palito blanco (obviamente de una paleta) en su boca, y una expresión de ligera sorpresa y alivio, especialmente por la manera en que suspiró.

— Jungkook. — su expresión era suficiente para deducir que no estaba molesto ni nada parecido. — ¿Dónde has...?

— Tengo amnesia. — soltó antes de poder detenerse.

𝐕𝐈𝐄𝐍𝐍𝐀 ➻ «ᴛᴀᴇᴋᴏᴏᴋ»Where stories live. Discover now