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Jimin despertó con algo de dolor de cabeza la mañana siguiente.

Alguien había dejado la ventana abierta, y el sol se estaba colando hasta llegar al colchón, y a su cara, por lo cual gruñó mientras se cubría hasta la cabeza con las sábanas y se aferraba más a la almohada, al menos durante los primeros tres segundos, hasta que finalmente pareció notar algo, y se incorporó hasta sentarse.

Esa no era su habitación, era la de Yoongi.

Jimin observó alrededor, sin que hubiera señales de alguien más, y no tardó mucho en notar que era la habitación de Yoongi. Olía a Yoongi y se veía exactamente como cualquiera que conociera a Yoongi imaginara como luciría su habitación.

Rascando su nuca, un poco confuso, Jimin notó que la ropa que llevaba puesta tampoco era suya, y frunciendo ligeramente el entrecejo comenzó a acomodar las piezas esparcidas en su cabeza hasta más o menos formar lo que había sucedido la noche anterior.

Namjoon era incluso peor bebedor que Jimin, pero no porque bebiera el alcohol como agua, sino porque su resistencia era muy poca y luego de un par de vasos, apenas podía ponerse de pie, casi durmiéndose en su lugar.

— Yo me ocuparé de ellos. — le había dicho Yoongi a Seokjin luego de recibir su ayuda para meterlos en un taxi, porque el mayor ya tenía bastante trabajo con Hoseok y Jaein que, por alguna razón que ninguno comprendía, cantaban canciones de la banda sonora de La Sirenita, en los asientos traseros de su auto, y ya que debían ir en direcciones opuestas, abusar de la amabilidad de Seokjin no era una opción.

Jimin estaba más o menos lúcido, al menos lo suficiente para mantenerse despierto y parloteándole al taxista sobre como Yoongi era tan agradable y caballeroso y en ocasiones sólo quería lanzarse sobre él y abrazarlo por siempre, pero entonces llegaron al departamento de Namjoon, lograron dejarlo dormido sobre su cama con una pequeña nota en caso de que despertara sin recordar nada, y luego Jimin se rehusaba a quedarse ahí.

— Yo quiero ir contigo... ¿Por favor? — insistió el menor, casi abrazándose a su cuello, y no sería apropiado, ni conveniente, pero... sí, Yoongi era un completo perdedor para negarle algo a ese bonito par de ojos cafés.

Por fortuna, su departamento no estaba realmente lejos, pero Jimin seguía realmente activo, con ganas de charlar durante todo el camino, y Yoongi no tenía problemas en escucharlo, pero el menor realmente se detenía para hablar, en lugar de caminar hablando, y por eso tuvo que casi arrastrarlo hasta el interior del edificio.

Luego, se calló en el ascensor, pero simplemente porque se le dio por besar a Yoongi durante todos los pisos ascendentes, quien le siguió el juego hasta que la puerta sonó, y entonces lograron entrar al departamento, llamando la atención de Gureum, quien simplemente se acercó para olfatearlo, y (al parecer) al notar que ninguno era su padre, regresó a su sitio educadamente.

— Tú casa huele a jazmines ahora...

— Es el aromatizante. — respondió Yoongi, sosteniéndolo con cuidado, antes de suspirar profundamente. — ¿Qué voy a hacer contigo?

— Quiero... una almohada. — murmuró Jimin, y Yoongi no vio mejor opción que llevarlo a su habitación, dejándolo caer en su cama como un saco de papas, y viéndolo incorporarse hasta sentarse, abrazando su almohada.

— De acuerdo, príncipe. Deberíamos quitarte esto. — dijo Yoongi, agachándose sobre una rodilla frente a él, para ocuparse de su calzado.

Jimin suspiró profundamente, aferrándose a la almohada y observando como Yoongi lo trataba tan cuidosamente que casi le daba náuseas. ¿O eso acaso era un efecto del alcohol? Probablemente la segunda, pero, aun así, no eran náuseas-malas, eran náuseas en el sentido de... que Yoongi era lindo y... ¿Qué?

𝐕𝐈𝐄𝐍𝐍𝐀 ➻ «ᴛᴀᴇᴋᴏᴏᴋ»Where stories live. Discover now