𝐕𝐈𝐄𝐍𝐍𝐀 ➻ «ᴛᴀᴇᴋᴏᴏᴋ»

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Seokjin tenía tres simples deseos de cumpleaños para ese año.

Uno: que todo el esfuerzo que su hermano estaba poniéndose en sus prácticas para aquella competencia de baile en la que estaba participando, lograran otorgarle (al menos) uno de los tres primeros lugares. Él realmente creía que merecía el primero, pero no quería exigir demasiado.

Dos: que su padre dejara de ser un idiota controlador que solamente buscaba vivir a través de él, absorbiendo toda su energía vital cada minuto de su vida.

(Era un deseo desperdiciado, en realidad, por lo cual estaría dispuesto a cambiarlo por la posibilidad de tener un perrito, si realmente tuviera el tiempo aceptable para cuidar de una mascota, cosa que no tenía.)

Tres: que un meteorito impactara sobre la tierra, o simplemente sólo sobre él, con tal de no tener que volver a asistir a las muy aburridas clases de la universidad en los días de semana, o a las aún más aburridas prácticas en la empresa los fines de semana. Otro deseo desperdiciado, en realidad.

Con un gran bostezo y ganas de simplemente acostarse y abrazar su almohada hasta que el sueño (o el descanso eterno) se lo llevaran, ingresó al ascensor de su edificio luego de un largo día de... su vida, en realidad.

La verdad era que una persona no debería llegar a tal nivel de cansancio mental. Seokjin estaba seguro de que, de tener el tiempo, se habría vuelto totalmente loco desde hacía mucho, pero cuando tu vida llevaba una apretada y metódica agenda, entrar en la locura era básicamente un privilegio. Él no tenía ese tipo de privilegio.

En las pocas ocasiones donde podía tomar un respiro profundo, mentiría si dijera que no solía imaginar qué sería diferente si hubiera decidido desafiar al orden de la vida. Tal vez enfrentarse a su padre y los planes que tenía para él desde su nacimiento habrían tenido buenos resultados y él ahora podría tener su modesto y cálido restaurante, al igual que una vida tranquila y sencilla.

O tal vez habría sido echado a la calle y estaría haciendo el máximo esfuerzo para sobrevivir en una sociedad donde las clases sociales estaban demasiado marcadas.

Desde que tenía uso de razón, Seokjin podía recordar a los adultos diciéndole lo afortunado que era siendo el único hijo de un empresario de renombre, y claro, lo era en un sentido económico, tal vez, pero todo lo demás era simplemente una prisión bien decorada, y tal vez, habiendo crecido ante la idea de que portar su apellido venía un propósito y responsabilidad, no le brindaba la confianza de que podría ser bueno en cualquier otra cosa.

Debía resignarse ante su destino, y mantener el control en las pocas cosas que realmente era capaz de controlar.

Al revisar su teléfono, tenía un par de recordatorios sobre exámenes por venir, y unos mensajes en su grupo de amigos, deseándole un feliz cumpleaños, con excesos de stickers, emoticones y kaomojis. Estos últimos, de Yoongi y Jungkook, por supuesto. Agradeció de manera bastante simple (no estaba tan acostumbrado a los mensajes abundantes por razones personales, por lo cual no conocía una mejor manera de responder) y guardó su teléfono al llegar a su piso.

Lucho un poco con la cerradura hasta lograr abrir la puerta, y dejó sus zapatos en la entrada, casi patéandolo por su necesidad de estar definitivamente en casa, antes de entrar por completo y tantear su mano en la pared, buscando el interruptor de luz de la sala, hasta que finalmente logró encenderla.

— ¡¡¡Sorpresa!!!

— ¡Aaaaah!

El susto fue tal que Seokjin retrocedió tan rápido que su pie chocó contra una pequeño mueble, haciéndolo perder el equilibrio hasta caer de trasero en el suelo, respirando agitadamente y sintiendo que el corazón se le iba a salir, a la vez que Hoseok y Jungkook se acercaban para ayudarlo, mientras que Jimin le daba un manotazo a Yoongi (quien parecía estar conteniendo una risa), y Taehyung y Jaein sólo observaban la escena con ojos muy abiertos, sosteniendo una cámara y un pastel, respectivamente.