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Jungkook aprendió valiosas y complicadas lecciones en su primer año de la universidad, como el hecho de que, en ocasiones, la manera en que uno visualizaba la vida no siempre salía de la manera esperada, o como en las películas dónde todo parecía simplemente divertido y con retos buenos de superar.

En la realidad, la vida le estaba dando bofetadas, académicamente hablando, porque la universidad era una completa tortura.

Diablos, él jamás había sido un mal estudiante durante la preparatoria, aunque tampoco destacaba como especialmente sobresaliente, y es una creencia normal en los jóvenes soñadores creer que, una vez que se elige una carrera con la que está a gusto, la vida universitaria sería disfrutable y llena de desafíos y aventuras, pero, ¿honestamente...?

La realidad es que se trataba de un maldito sistema succionador de almas.

Jungkook estaba agotado en todos los sentidos: físicamente, psicológicamente, y emocionalmente también, pero nada de eso tenía tiempo cuando había muchos ensayos y proyectos que entregar, dejándolo con apenas unos vagos minutos libres para recordar que debía comer algo de vez en cuando.

La universidad no era exactamente como siempre había soñado.

¿Quería él ser diseñador? Cielos, más que cualquier otra cosa, pero había asignaturas que disfrutaba, así como otras que no tanto, profesores cuyas devoluciones lo animaban a mejorar cada día, pero otros que lo desalentaron y parecían no tener intención de enseñarle correctamente, sino que simplemente le entregaban el material esperando que él mágicamente supiera como hacer todo perfectamente, y eso que apenas era su primer año.

Para empeorarlo, no podía detenerse a recordar cuándo había sido la última vez que había hablado por teléfono con Taehyung o sus padres.

Tampoco estaba seguro de cuándo o cual había sido el último mensaje que se habían enviado, pero sí recordaba una rutina muy vaga como «Hola, esto es horrible, odio estudiar, estoy muy ocupado» y unas respuestas como «Te entiendo, igual yo. Debimos tener ese negocio de pizzas.»

Al menos, un alivio era saber que Taehyung tenía a Jimin. Tener la seguridad de que oficialmente eran buenos amigos le sacaba un enorme peso de encima y más tiempo para ocupar en sí mismo, pero, contrario a eso, Jungkook no tenía amigos: tenía compañeros de clase que lo trataban más que nada como competencia, y apenas sí intercambiaba palabras sólo cuando era estrictamente necesario, pero, fuera de eso, la persona con la que más hablaba era Jaein. Por teléfono.

En cierto punto, comenzó a hablar más con ella que con Taehyung, pero tras semanas y semanas, y apenas sobreviviendo a su primer semestre, Jungkook jamás había tenido tantos deseos de rendirse con algo como con su maldita carrera.

Él siempre supo que no sería sencillo, se había hecho a la idea, pero ingenuamente había pensado que sería suficiente con dar lo mejor de sí, y luego... y luego sus profesores esperaban un cierto progreso de su parte que no iba al ritmo que ellos esperaban, y no era solamente él. Otros alumnos tenían el mismo problema, y eso lo frustraba enormemente.

Observaba sus tareas, sus proyectos y trabajos, repetía en su cabeza las devoluciones que señalaban todo de lo que carecían y no podía evitar preguntarse si jamás le dirían que cosas estaban bien. Después de todo, no había reprobado nada hasta el momento, de manera que debía estar haciendo algo bien, ¿cierto? ¿Por qué no señalaban las partes buenas, para que pudiera ser consciente de ellas y seguir reforzándolas?

Todo el entorno tenía una gran cuerda de tensión que había intentado seguir sosteniendo, al menos hasta que tuvo un examen importante y aprobó apenas con lo mínimo necesario, incluso habiéndose esforzado tanto y, pasar horas centrado en sus deberes. Saber que estaba a una décima de punto de fracasar, lo puso realmente tenso.

𝐕𝐈𝐄𝐍𝐍𝐀 ➻ «ᴛᴀᴇᴋᴏᴏᴋ»Onde as histórias ganham vida. Descobre agora