Capítulo 4: Insomnio

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Llevaban ya una semana trabajando codo con codo y cada vez había una mayor complicidad entre las dos, algo que estaba sorprendiendo hasta a la propia Luisa. Su propósito de agradar a Amelia y acercarse a ella estaba resultando más fácil de lo que pensaba. Entre tarea y tarea charlaban, reían, e incluso tenían una especie de tira y afloja con el que debía reconocer que se estaba divirtiendo. También habían quedado alguna vez más fuera de la redacción, aparte de aquella comida, y la notaba bastante cómoda en su presencia. Era algo que sin duda tenía que aprovechar.

Salieron del despacho de Carvajal tras escuchar el tema del artículo que acababa de encomendarles. Tenían que hablar sobre el referéndum de la ley de sucesión en la jefatura del Estado que había sido aprobado en las Cortes meses atrás. Apenas faltaban unos días para que se celebrara y todas las publicaciones estaban obligadas a informar sobre el acontecimiento para que toda la ciudadanía tuviera claro qué se votaba y los requerimientos necesarios para hacerlo.

Era un asunto controvertido. Una persona que se considerara contraria al régimen se mostraría reacia a aquel engaño disfrazado de sufragio que buscaba validación internacional. Era un lavado de imagen de manual a la dictadura que aseguraba que el generalísimo se mantuviera en el poder indefinidamente con el supuesto beneplácito del pueblo. Supuesto porque la campaña propagandística a favor del sí era escandalosa y el contexto de todo menos imparcial.

La gente lo sabía pero no decía nada por temor a las represalias. La libertad de expresión brillaba por su ausencia y el hambre acababa ganándole la batalla a los ideales. Eran tantas las penurias de la época que muchos priorizaban tener algo que llevarse a la boca a luchar contra las injusticias. Y aquellos que gozaban de una buena posición no movían un dedo porque no les interesaba perder sus privilegios.

Subieron al piso de arriba para estar más cómodas. Se estaba volviendo una costumbre, ya no por el hecho de quedarse solas, que en el fondo también, sino porque allí podían alejarse del habitual barullo que se producía en la planta de abajo y concentrarse mejor.

Era el momento de ponerla a prueba y comprobar el grado de confianza que tenía Amelia con ella. Si estaba dispuesta a hablar de algo tan tabú como lo era la política en aquella España, no tardaría mucho en lanzarse del todo a sus brazos si la provocaba lo suficiente. Hasta entonces no había surgido una oportunidad tan clara de debatir sobre ese tema así que agradecía que les hubieran asignado ese artículo precisamente ahora.

- ¿Estás bien? - preguntó Luisa.

- Sí, ¿por?

- Porque tu cara no me dice lo mismo - se sentó en la esquina de la mesa.

- No es nada, de verdad.

- Si no me lo quieres contar no pasa nada, pero a mí no me engañas.

Amelia suspiró y se recolocó en su asiento.

- Ayer tuve problemas en casa y esperaba que el trabajo me ayudara a distraerme pero justo me ha tenido que tocar este artículo.

- ¿Ha pasado algo grave?

- No, no te preocupes.

- ¿Y qué le pasa al artículo?

- Pues que me aburre. - confesó. - Me parece una completa pérdida de tiempo.

- Bueno, siempre hay algunos artículos que nos gustan más que otros pero alguien tiene que escribirlos, ¿no?

- Supongo.

- ¿Por qué te parece una pérdida de tiempo? - fingió no entender, aunque lo intuía perfectamente. - Nuestro deber es informar a nuestros lectores de algo que va a suceder para que cuando llegue el momento sepan lo que están votando y cómo hacerlo.

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