Capítulo 41: Sobresalto

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Sonó el timbre y fue a abrir.

— Hola. — dijo simpático, escondido detrás de una rosa roja.

— Eh... hola.

— Toma, para ti.

— G-gracias. — la cogió y le invitó a pasar. — No hacía falta que te molestaras en...

— No ha sido ninguna molestia, me apetecía tener un detalle contigo. — sonrió.

— Bueno... siéntate. — Hugo le hizo caso y ella también se acomodó.

— ¿De qué querías hablar?

— Sobre mi padre. — Hugo frunció el ceño, extrañado. — Es que le noto un poco raro últimamente y él me dice que es el trabajo pero... no sé, no acabo de creérmelo del todo. ¿Tú tienes alguna idea de lo que le puede pasar? ¿Tiene problemas con algo o...?

— Bueno, los comienzos en los negocios a veces son difíciles. — explicó. — No sé si te ha dicho que nos hemos asociado.

— No, no me ha informado.

— Pues debe ser eso, que está nervioso porque quiere que las cosas vayan bien. Yo ya le he explicado que esto lleva su tiempo pero que una vez que el negocio empiece a despegar recuperaremos la inversión.

— Ya... pues me quitas un peso de encima, yo pensaba que era algo más grave.

— ¿Algo como qué? ¿Una querida? — preguntó divertido.

— Ni se te ocurra decir eso. — le reprendió. — Mi padre nunca haría algo así.

— ¿Cómo puedes estar tan segura? Es más normal de lo que crees.

— Porque le conozco y sé que no es de esa manera. — aseguró convencida.

— Es un hombre, Amelia. Y los hombres tenemos necesidades. — Amelia le vio un aura extraña en la mirada. — ¿Nunca has sentido curiosidad?

— ¿De qué?

— De lo que se siente al intimar con un hombre.

Amelia notó que empezaba a recortar distancias y se echó un poco hacia atrás.

— Eh... creo que te estás confundiendo.

— Tranquila, tu padre no tiene por qué enterarse.

— No, es que yo no... no te he llamado para esto.

— ¿Me citas en tu casa a solas a estas horas y ahora te echas para atrás?

Amelia se levantó, asustada por su comportamiento.

— Si no te importa te voy a pedir que te marches.

Hugo sonrió y se puso en pie.

— Perdón, quizás he sido demasiado brusco. — dijo mirándola con lascivia y le rozó el brazo con la mano. — Podemos ir despacio, si es más de tu agrado.

— Lo que quiero es que te vayas. — se apartó para que no la tocara. — Ya te dije que no te veo de esa manera.

— Me verás. — volvió a aproximarse. — Soy mucho mejor que esa zorra y te lo voy a demostrar.

— ¿De qué hablas?

— De esa jefa tuya que no para de incordiar. — poco a poco fue arrinconándola contra la pared. — ¿Pensabas que no me iba a dar cuenta?

Amelia se quedó paralizada, no se podía creer lo que estaba pasando, y Hugo aprovechó esos momentos de confusión a su favor.

— Hugo, suéltame. — intentó zafarse pero la tenía agarrada por las muñecas. — Suéltame o empiezo a gritar.

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