Capítulo 20: Sorpresa

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Desviaron la mirada al escuchar un ruido, concretamente el de la puerta de la entrada. En el fondo lo agradecieron porque el ambiente se había enrarecido de repente y ninguna de las dos sabía muy bien cómo acabar con esa incomodidad.

— Debe ser mi padre. —murmuró. — Tú sígueme la corriente.

Luisa asintió y salió de la habitación tras ella.

— Papá, ¿cómo es que has vuelto tan pronto? — preguntó y le dio un beso.

— Porque estoy a mil cosas, hija. Tenía que entregar unos papeles y cuando he ido a echarles mano resulta que no los llevaba en el maletín, me los debo de haber dejado en el despacho.

Levantó la vista y se percató entonces de la presencia de la invitada.

— Es Luisa, mi supervisora. — aclaró Amelia. — No sé si te acuerdas de que mamá me pidió que la invitara a merendar.

— Ah, sí, me suena. Encantado de conocerte, señorita. — le ofreció la mano.

— Igualmente, señor Ledesma. — contestó, estrechándosela.

— Supongo que ya te lo habrá comentado mi mujer, pero reitero nuestro agradecimiento por el trato que estás teniendo con Amelia. Me consta que eres una gran profesional.

— Muchas gracias, su hija también lo es.

Tomás sonrió amable.

— Bueno, si me disculpáis llevo un poco de prisa. — dijo mientras se buscaba algo en el bolsillo del traje. — Espero que coincidamos en otra ocasión y podamos charlar con más calma.

— Por supuesto, será un placer.

Tomás le dio un último beso a su hija y atravesó el pasillo que había más allá de la cocina. A Luisa no se le escapó el ligero tintineo de unas llaves y cómo abrían una puerta que tenía que ser la de su despacho.

— Voy a asomarme a ver si mi madre ha acabado con el teléfono. — dijo Amelia.

— Vale, ¿te espero en la habitación?

— Sí, mejor. En seguida voy.

Así podía aprovechar para advertirle a su madre de que no hiciera más comentarios que pudieran resultar incómodos.

— De acuerdo — le sonrió y la vio irse.

Se giró para volver, no sin antes fijarse en el manojo de llaves que Tomás había dejado sobre el mueble del recibidor.

⋆★⋆

Estaba terminado de prepararse para salir a tomar algo cuando recibió una llamada de Luisa citándola en el piso urgentemente. Por las horas que eran supuso que era importante así que no le quedó más remedio que cancelar sus planes. Su compañera parecía tener un sexto sentido para interrumpir cualquier intento de tener vida social que hiciera. Llamó a su acompañante y le puso una excusa, luego se cambió de ropa a algo más informal y fue hasta allí evitando cruzarse con el sereno y sus preguntas.

Cuando entró al salón se la encontró totalmente concentrada trasteando un aparato que no recordaba haber visto antes, ni siquiera en esa especie de zulo de detrás del armario.

— ¿Qué estás haciendo?

— Buscando la frecuencia adecuada. — le contestó, girando poco a poco una pequeña rueda.

— ¿Adecuada para qué? — no recibió respuesta. — ¿Luisa?

— Espera un momento que casi ya está.

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