Capítulo 10: ¿Por qué?

465 44 2
                                    

— ¿Ha descubierto algo?

— He visto algunos movimientos que podrían considerarse sospechosos.

— ¿Nombres?

— Lo tiene todo aquí. —le entregó una carpeta. — Aun así, de momento son solo conjeturas.

El comandante le echó un vistazo a los documentos que iban dentro.

— No está mal.

— Gracias, señor.

— Se lo enseñaré a mis superiores y decidiremos qué estrategia adoptar.

— Si me permite la observación, creo que es mejor no actuar todavía.

— Eso lo decidiré yo, Gómez. — dijo autoritario, mirándola por primera vez. — Le recuerdo que no tenemos mucho tiempo.

— Ya, pero si intervenimos ahora levantaremos sospechas y solo podremos atrapar al cebo, los que mandan se nos escaparán. —vio el semblante pensativo del comandante y decidió aprovechar su pequeño atisbo de duda. — Hay que darles un correctivo ejemplar, señor. Podemos asustar a los de abajo cualquier día pero entonces los cabecillas seguirán pensando que pueden hacer lo que quieran y quedar impunes. Los problemas hay que cortarlos de raíz.

No podían permitir que les ningunearan bajo ningún concepto, tenían que mostrar mano dura con los insurgentes. Todo lo que no fuera eso sería mostrar debilidad y la imagen de España y del generalísimo quedaría en entredicho.

— Además, esta semana son las elecciones y si realizamos algún movimiento les quitaríamos el protagonismo que se merecen. — añadió para terminar de convencerle.

El comandante cerró el periódico y se puso en pie.

— Está bien. Nos vemos la semana que viene. Si sucede cualquier cosa que deba saber antes de nuestro encuentro, se lo haré llegar. ¿Recuerda el código secreto?

— Perfectamente.

— Bien. No se confíe.

— No lo haré.

— Buen trabajo, Gómez. —admitió antes de marcharse.

⋆★⋆

Amelia llegó a la cafetería de la escuela y vio a Mateo en una de las mesas. Sabía que la estaba esperando para someterla a un interrogatorio. Pidió lo de siempre y fue hasta él.

— Buenos días. — dejó la taza en la mesa y se sentó.

— Buenos días, se te ve buena cara.

— No sé, la de siempre.

— Venga, cuéntamelo todo con pelos y señales.

— ¿Qué te cuente el qué?

— Pues cómo fue todo. Para algo me pediste que te consiguiera una habitación en el último momento y ya me puedo imaginar con quién la usaste.

— Baja la voz —miró a ambos lados, asegurándose de que no les escuchaban. — Que sí, que llevabas razón.

— ¿En lo de que ibas a caer o en que ya sientes algo por ella?

— Y vuelta la mula al trigo... sí, pasamos la noche juntas. Punto y final.

— Amelia, no te lo crees ni tú. Suelta prenda y no me ocultes información.

Amelia resopló y le dio un trago al café, maldiciendo que la conociera tan bien.

— Ayer fuimos al lago. — dijo con la boca pequeña.

— No te puedo creer.

— ¿Qué pasa?

House of cardsWhere stories live. Discover now