Capítulo 45: Abrazos

298 34 9
                                    

Estiró el brazo y se dio cuenta de que estaba sola en la cama. Abrió un ojo con algo de dificultad y distinguió que la puerta estaba entreabierta. No lo suficiente como para alcanzar a ver el pasillo, pero sí para que le llegara cierto olor a chamuscado que la hizo levantarse de un salto y salir corriendo por si se estaba incendiando la casa.

— ¿Amelia? — atravesó el pasillo y llegó hasta la cocina, de donde parecía provenir. — ¿Qué pasa? ¿Qué se está quemando?

— Nada, nada, nada. — soltó las tostadas frustrada, dándolas ya por perdidas. — Quería hacerte el desayuno y mira... — Luisa sonrió y Amelia se giró hacia ella al no escuchar una respuesta. — ¿Por qué sonríes? Si esto es un desastre.

— Nadie antes había quemado unas tostadas para mí.

— Muy graciosa...

— Anda, ven. — la rodeó por la cintura. — La intención es lo que cuenta.

— Mi intención era darte una sorpresa.

— No, si la sorpresa me la has dado. — dijo entre risas ante la mirada de Amelia, que trataba de parecer ofendida. — En serio, gracias.

— Gracias a ti por tomártelo así de bien. — se acercó y le dio un beso. — Te juro que he intentado hacerlo lo mejor que he podido.

— Lo sé, no te preocupes. — le restó importancia. — La cocina no es lo tuyo y no pasa nada.

— Te puedo ofrecer café y fruta.

— Perfecto. — dijo conforme. — Aunque... ¿sabes lo que más me apetece?

— ¿Qué?

— Desayunar contigo. Lo que sea. Como si tengo que comerme esas tostadas calcinadas.

Amelia negó sonriente y le vino a la memoria una de las primeras conversaciones que tuvieron.

— No sé, yo pienso que si hay una persona que es para ti, la vida la acaba poniendo en tu camino y tarde o temprano notas que esa es la persona que tienes que elegir.

— Sí, puede ser.

Cada vez que la miraba, cada vez que le sonreía, cada vez que la besaba, cada vez que la tocaba, cada vez que le decía cosas bonitas... cada vez tenía más claro que su persona era Luisa.

— Anda, vuelve a la cama que lo coloco todo en una bandeja y te lo llevo.

— Te ayudo. — se ofreció.

— Deja que tenga al menos ese detalle.

— Está bien. — le dio otro beso. — Me voy a hacer la dormida para que parezca más real.

Amelia volvió a sonreír y suspiró cuando la vio salir de la cocina.

Estás perdida, Amelia.

⋆★⋆

— Mira que eres tonto, eh... — rio.

— Bien que te gusta. — Virginia no se lo pudo negar. — Voy un momento al baño, ahora vuelvo.

— Vale. — aprovechó para darle un beso antes de que se fuera.

Bebió un poco y se quedó con la mirada perdida. No quería pensar en la posibilidad de tener que abandonar el país y tener que dejar a Fabián, pero desde que habló con Luisa era inevitable planteárselo. Intentaba convivir con ello y aparentar que todo iba a bien, pero cada vez tenía más metido el miedo en el cuerpo. Y no era para menos, llevaba una cápsula de cianuro en el bolsillo, ¿cómo no iba a tener miedo? En su día entró en la organización porque quería luchar contra las injusticias, pero nunca se habría imaginado que acabaría involucrada en un atentado contra el mismísimo caudillo.

House of cardsOù les histoires vivent. Découvrez maintenant