Capítulo 34: Locuras

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— Buenos días, Amelia. ¿Tienes un momento? Me gustaría hablar contigo.

— Perdón por llegar tarde, me ha surgido un –

— No, tranquila, no es sobre eso. Pasa a mi despacho, por favor.

Antes de entrar miró a Virginia de reojo por si sabía algo pero su compañera se encogió de hombros.

— Necesito que le preguntes a tu padre si estaría dispuesto a concedernos una entrevista.

— ¿Una entrevista?

— Reforzaría nuestra imagen y nos desmarcaría de ciertos rumores que han surgido a raíz de la detención de Federico. ¿Crees que la aceptaría?

— Pues... no sé, supongo que sí. ¿Para cuándo sería?

— Cuanto antes mejor, si es posible para la semana que viene.

— ¿Tan pronto? Tenga en cuenta que hay que hacer trabajo de documentación previo, preparar las preguntas...

— De eso ya se está encargando Luisa. De hecho, la idea de la entrevista ha sido suya.

¿Esta quién se ha creído?

— Ah... bueno, pues cuando llegue a casa le pregunto y en cuanto me diga algo le informo.

— De acuerdo, gracias. — Carvajal le sonrió. — Ya puedes volver al trabajo.

Cuando Virginia le vio la cara de enfado al salir se temió lo peor.

— ¿Estás bien?

— ¿Está Luisa arriba?

— Sí, llegó hace un rato.

— Esta se va enterar... — murmuró y fue enfilada hacia las escaleras.

Abrió la puerta y se la encontró tan tranquila, como si no pasara nada, y eso la sacó aún más de quicio.

— ¿Se puede saber qué coño pretendes?

Luisa levantó la cabeza.

— ¿Perdón?

— No te hagas la tonta, ¿a qué viene de repente lo de entrevistar a mi padre?

— Es bueno para el semanario.

— Ya, claro, y es una casualidad que justo se te haya ocurrido después de lo que ha pasado entre nosotras, ¿verdad?

De haber tenido otra alternativa ni se habría planteado proponer esa entrevista porque sabía que le iba a traer problemas con Amelia y estaba cansada. Muy cansada. Había días en los que le resultaba más fácil seguir con el paripé pero ese en concreto no estaba de humor. No estaba de humor para asimilar que esos ojos que antes la miraban con cariño y admiración ahora lo hacían con dolor y rabia. Tampoco estaba de humor para fingir que no le dolía, ni para decir cosas que no sentía solo por alejar a la morena aún más de ella pero tenía que hacerlo.

— ¿Te refieres a lo de agredirme y ni siquiera pedirme disculpas?

— ¿Y tú? ¿Me has pedido tú perdón por las cosas que me llamaste?

— Con tu actitud no paras de darme la razón. — le mantuvo la mirada para parecer más convincente. — Puedes montarte las películas que quieras, yo solo intento hacer mi trabajo lo mejor posible y tú deberías centrarte en hacer lo mismo.

— No te consiento que pongas en duda mi profesionalidad. — le advirtió. — Más te vale alejarte de mí y de mi familia.

— Será Carvajal el que decida quién hace la entrevista y si me elije a mí te tendrás que aguantar como la gran profesional que dices ser.

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